Que la situación de la enseñanza en Cataluña y España es desastrosa no es ninguna noticia, pero lo que hemos sabido en los últimos veinte años sobre que retrocedamos posiciones en el contexto europeo y de la OCDE. Esto quizás no se ha considerado tanto, y obligaría en unos gobiernos normales a reconsiderar radicalmente lo que se ha hecho y se hace.
Hace 20 años, y en el ámbito de la OCDE, y según las fuentes de este organismo en relación con su último informe Education at a Glance 2022, que nos da información sobre el período comprendido entre los años 2000 y 2021, podemos constatar que la población entre 25 y 34 años con nivel de educación terciaria ha registrado, en términos comparativos y en relación con los demás países que forman parte de esta organización, un retroceso. Hace 25 años había 26 países que se situaban por detrás de España en cuanto al porcentaje de población que en esa franja de edad disponía de educación terciaria.
Hoy solo son 16, por tanto 10 nos han sobrepasado. De hecho, dos décadas atrás y en este indicador podíamos compararnos con Bélgica, Francia, Dinamarca, Noruega, Suiza, Australia, Reino Unido, Irlanda, Países Bajos. Hoy todos estos países nos han sobrepasado o, como en el caso de Bélgica, se han situado en el mismo nivel. Algunos con avances más que notables, como el caso de los Países Bajos y aún el más espectacular de Portugal que de estar a años luz de España en el 2000, se ha situado prácticamente casi a nuestro nivel.
Vale la pena subrayar el caso portugués porque es un país que dispone de menos recursos que España y sin embargo ha demostrado una clara capacidad de mejorar sus resultados y no sólo en el terciario. Pero es que, además, el resultado de quienes llegan a la universidad es francamente negativo.
La mayoría tardan siete años en obtener el grado que teóricamente debe realizarse en cuatro. Se considera que un 25% de los alumnos abandonarán su carrera en los 2 primeros años. Los profesores universitarios alertan de carencia de compresión lectora, que dificulta todo aprendizaje, de su baja tolerancia a la frustración y escasa capacidad de concentración, que algunos determinan que es inferior a 2 minutos.
Hay todo un problema en el que se mezcla la educación del carácter, el propio de la escuela, como es la comprensión lectora. El resultado es explosivo y cada vez tenemos estudiantes universitarios de menor nivel. Si a este hecho se le añade que el sistema educativo en la secundaria se inclina por el sistema del mínimo esfuerzo y exigencia, en una errónea interpretación de lo que consiste en que nadie se quede atrás, el resultado es que en lugar de disponer de un proceso educativo que tire hacia arriba, lo que hace es desincentivar a los mejores para reducirlos al nivel de la mediocridad más absoluta.
Por otra parte, en el otro extremo del ciclo educativo resulta que la educación infantil está muy desarrollada en el sentido de la cantidad. En España un 41% de los niños menores de 1 año acuden a la escuela infantil frente al 27% de la OCDE.
En este grave problema que amenaza las capacidades del país a medio y largo plazo, está implicado todo el mundo. El sistema educativo y las legislaciones inadecuadas, la preparación y cohesión en esta preparación del profesorado sobre todo en la escuela pública, porque como es sabido el nivel educativo se juega sobre todo en el aula y en ella el papel del profesor es determinante.
Decisivas son también las condiciones en las que el alumno llega de su casa: las virtudes en las que ha sido educado, la formación de su carácter, su capacidad por el respeto y la disciplina, el estímulo que encuentra en sus padres por el trabajo. Todo ello, la familia, que en este país siempre se ha ignorado en las leyes educativas a pesar de que todos los estudios realizados desde los 80 señalan que es determinante. Una familia con capacidad educadora consigue mejores resultados escolares para sus hijos que acuden a una escuela mediocre que aquella otra familia que los lleva a una escuela de élite, pero como unidad familiar ha perdido toda capacidad de formar.
Pese a la importancia y complejidad del problema, está fuera de la agenda política y se trata muy parcialmente en la agenda mediática, donde precisamente lo familiar sigue siendo ignorado puramente por prejuicios ideológicos, porque entrar en este ámbito significa constatar que hay modelos de familia que funcionan muy bien en cuanto a su capacidad educadora y otras que forman parte del problema.