La cifra ya es bien conocida: 140.000 millones de euros de aportación total por el Fondo de recuperación de la UE a España. De estos, 72.700 millones son en subvenciones y 67.300 millones en préstamos a 40 años. Esta extraordinaria cifra representa algo más del 11% del PIB. El 70% estará disponible para el período 2020 a 2021, y el 30% restante en el año 2022. En función de la diligencia al realizar proyectos y transformaciones, la importancia de la cifra podrá constituir un buen paliativo de la caída que habrá tenido la economía debido al Covid-19.
Otros países beneficiados de estos fondos de recuperación son en primer término Italia con 209.000 millones de euros. Después de España, aparece Francia, uno de los grandes beneficiarios, con 100.000 millones, y también Portugal con 56.000 millones. Si trasladamos estas cifras a dinero per cápita, veremos que España pierde posiciones. Entonces, el más beneficiado es Portugal con 5.600 euros por persona, seguido de Italia con 3.483 y, en tercer lugar, España con 2.978, claramente por debajo de Italia, y seguida a distancia por Francia con 1.538. Este dinero tiene que servir para atenuar el impacto sobre las finanzas del Covid-19 y para llevar a cabo transformaciones y reformas, porque a partir de 2023 España deberá empezar a reequilibrar sus deficitarias cuentas públicas. Deberá empezar a reducir el déficit, el endeudamiento total, reformar la Seguridad Social, organizar la producción de manera que no genere tanto paro con tanta facilidad y superar la asignatura pendiente desde hace décadas de la baja productividad.
Para hacernos una idea de la magnitud de esta cifra, la podemos comparar con los Fondos Europeos. Esta aportación que se inició cuando España ingresó en la Comunidad Europea en 1986, y fue fundamental para la modernización del país. Grandes inversiones como la T-4 en Barajas, el AVE Madrid-Sevilla o el sistema de autovías han sido posibles porque el 50% de la factura se ha pagado a expensas de estos fondos, que también han tenido un importante papel en el sector agrario. Pues bien, en este periodo, de unos 25 años, España recibió 230.000 millones de euros, es decir, algo menos de 10.000 millones de euros al año. Por lo tanto, si miramos atrás, constataremos que el país tiene una oportunidad extraordinaria de transformar en pocos años toda su estructura de producción porque dispondrá de recursos mucho mayores que los aportados por los fondos, que en gran medida son los que han permitido la modernización española.
Dicho esto, es necesario, pero con realismo, efectuar algunos descuentos. Por ejemplo, si de los 230.0000 millones de euros recibidos de los fondos de recuperación descontamos la aportación anual que España hace a la UE, la cifra en términos netos queda reducida a 88.000 millones. También hemos de operar en el mismo sentido ahora.
España aporta unos 11.500 millones anuales a la UE. Esto representa que la cifra de subvenciones de 72.700 millones en tres años queda reducida a unos 12.000 millones netos al año. Si hacemos la misma operación con relación a los fondos europeos que recibimos, el equivalente sería de 3.520 millones. Por tanto, se dispondría en neto de más del triple de la cifra histórica que permitió transformar España.
En realidad, hay que introducir alguna rebaja más, porque están los cheques a devolver por parte de la UE a Alemania, Holanda, Suecia, Austria y Dinamarca, que son unos 7.603 millones al año, que se repartirán con más aportación del resto de miembros de la UE. Este incremento será sufragado sobre todo por Francia, Italia y España. Otro factor que resta es que los fondos agrícolas, de los que España es la primera beneficiada, se verán disminuidos en unos 39.100 millones de euros al pasar de 383.000 a 343.900 millones.
Todo ello haría que en realidad la disponibilidad neta del fondo de recuperación para España, considerando las subvenciones, se sitúa en el orden de los 11.0000 millones de euros al año durante el período 2020 a 2022.
Ahora todo depende de dos factores, porque la cifra permite hacer maravillas. Uno es la capacidad de gestión del gobierno y el acierto en la elección de objetivos. El otro es el fantasma del Covid-19. De momento ya nos ha vuelto a golpear este mes de julio y no sabremos cómo se resolverá el actual estadio, y qué nos ofrecerá el otoño y el año que viene. Cada parada parcial de la economía tiene un coste extraordinario. La estrategia de recuperación también conllevará jugar con la variable de esta incertidumbre.
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