Final de campaña: termina tan mal como empezó

Ésta, llamémosla, campaña de verano ha sido una de las peores que pueden recordarse por su carácter cainita y porque la mentira ha sido utilizada sin medida y con contumacia.

La prueba es que termina tal y como empezó, con un último engaño del gobierno. Éste por boca de los ministros y del propio Sánchez, que han reiterado el desmentido de que existiera un compromiso con la UE para aplicar peajes en las autopistas públicas. Lo negó Sánchez en su debate con Núñez Feijóo y después vinieron los ministros en forma de alud reiterándolo.

El penúltimo día de campaña y en una entrevista con Ferreras en La Sexta, preguntado al respecto, el presidente del gobierno se complació en la argumentación de la negativa.

El problema grave es que casi simultáneamente la comisaria responsable de la UE manifestaba en una rueda de prensa que existía el compromiso por parte de España del pago por uso de las autopistas para poder recibir la quinta entrega de los fondos y que esta medida se aplicaba desde 2024. El choque de versiones era demasiado brutal para no saltar a las primeras páginas.

Con puridad no era una novedad. Vicente Vallés, en su informativo de A3, ha mostrado en dos ocasiones los distintos textos oficiales y los párrafos concretos que señalaban precisamente ese compromiso por parte española, pero esta evidencia no ha servido para que nadie del gobierno rectificara, y todavía mantenían que esa obligación no existía. Todo esto es muy grave.

Otra novedad de fin de campaña es que Sánchez finalmente no resistió la tentación de citar la eterna fotografía, porque es de los años 90, de Núñez Feijóo con un narco, pese a que entonces ese personaje no tenía ninguna cuestión con la justicia. Hasta el momento ese trabajo había quedado en manos de Yolanda Díaz. No se entiende demasiado la insistencia en este argumento que se remonta a tres décadas atrás porque ha sido reiteradamente empleado en las cuatro campañas gallegas que ha realizado Núñez Feijóo sin ningún resultado negativo para él. Pero, en fin, la campaña socialista no se caracteriza precisamente por sus aciertos estratégicos.

La campaña marcó un punto de inflexión en el debate entre Sánchez y el candidato del PP. Nunca sabremos el alcance real, pero lo cierto es que desde entonces la imagen de Núñez Feijóo como presidente creció y la insolvencia de Sánchez también lo hizo. Luego se produjo el debate a cuatro, que fue a 3 por incomparecencia del PP, que se negó a aceptar el formato y que proponía otro debate con la presencia de los demás partidos que han formado parte de la coalición parlamentaria y que tienen peso en el Congreso. Es el caso de ERC que tiene 13 escaños. Curiosamente, estos socios menores no han reclamado ese formato que les daría protagonismo. La discusión no era por el formato estrictamente, sino porque éste ya definía un determinado relato político. En el debate a cuatro se visualizaban dos modelos de gobierno contrapuestos.

También hubo un debate en Catalunya, éste sí que con todos los contendientes con representación parlamentaria de la circunscripción de Barcelona. Fue un gran guirigay y no sirvió para mostrar que aquí había mayor calidad política, sino más bien alimentó la tesis contraria.

Lo que es evidente es que no ha servido para mostrar respuestas convincentes a las grandes necesidades del país. Desde la productividad a la vivienda pasando por la inmigración, la crisis educativa y tantos otros aspectos. En todo caso puso de relieve su poco interés en situar en primer plano de la agenda dos cuestiones básicas y estrechamente relacionadas: la crisis fulminante de natalidad que sufre España y la falta de ayudas a la familia ya la natalidad con una diferencia escandalosa con la UE casi en una proporción de 2 a 1.

ERC ha intentado recuperar posiciones tras el descalabro electoral de mayo, plantando la bandera de repetir un referendo no autorizado. Teresa Jordà, la nueva voz en Madrid, no se ha estado de declarar que «habiendo suprimido el delito de sedición nos da buenas condiciones para cuando lo volvamos a hacer».

Naturalmente, este tipo de argumentación tiende a favorecer al PP que es precisamente lo que dicen que no quieren desde las filas de ERC. Bildu también ha jugado la misma carta subiendo el listón del derecho a decidir.

Con estos planteamientos se explica que el debate final de TVE no pudiera contar con ese socio de Sánchez porque le habría complicado enormemente su discurso electoral pese a su vinculación societaria.

Et preocupa que si hi ha un nou govern de coalició PP-VOX, la llengua i cultura catalana tinguin problemes?

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