La afirmación de la alcaldesa con motivo de la Cumbre Mundial de grandes ciudades de la red C40 celebrada en Buenos Aires, afirmando que Barcelona prevé crear 45.000 puestos de trabajo vinculados a la economía verde en los próximos 8 años, señalan la falta de credibilidad que envuelve al actual gobierno municipal.
Claro que Colau hizo esta declaración en el marco de una ola de “quien ofrecía más” en relación con los representantes de todas las ciudades para predecir una creación extraordinaria de nuevos puestos de trabajo, 50 millones hasta el 2030, y seguramente Colau no quería ser menos.
Nadie sabe de dónde sale el dato de los 45.000 puestos, y es razonable que los partidos presentes en el consistorio le pidan que lo justifique. Parece contradictorio afirmar que va a crecer la ocupación en Barcelona cuando la ciudad sigue una política municipal marcada por el decrecimiento ligado a las barreras que se han introducido, y aún quieren introducirse más, en la utilización del coche.
Es algo notorio que los visitantes del área metropolitana y de comarcas más alejadas ya no vienen a Barcelona con facilidad si no es por una razón ineludible. La causa radica en una combinación de factores. Uno muy importante, el desaguisado que hay para circular en el seno de la ciudad, que crece y crece. Ahora mismo el Ayuntamiento ha anunciado que la Vía Augusta, que es, gracias al túnel del Tibidabo, uno de los accesos a Barcelona desde el Vallès y el norte del Área Metropolitana, perderá un carril de salida para destinarlo a la bicicleta . En concreto entre Laforja y Dolors Monserrat, los 3 carriles que ya son insuficientes en hora punta para salir de Barcelona, quedarán reducidos a 2. Y además los 5 restantes perderán unos centímetros para posibilitar que haya un carril bici a ambos lados de la vía. Dada la circulación de autobuses, y que la actual separación entre carriles no es precisamente grande, es evidente que esto contribuirá a hacer más difícil la circulación en ambos sentidos.
Naturalmente, hay más factores que influyen para no acudir a Barcelona a comprar, cenar o hacer gestiones que se pueden realizar fuera de ella. Importa también el colapso y el peligro que hoy representa la AP-7 y el prácticamente cotidiano mal funcionamiento de Cercanías. Todo esto no es compatible con el florecimiento del trabajo en la ciudad.
Por otro lado, Barcelona pierde terreno en cuanto a las ventas extracomunitarias; es decir, las compras en la ciudad hechas con tarjeta que proceden de ciudadanos extracomunitarios. El 44% de todas estas transacciones se han efectuado en Madrid, por tan sólo un 34% en Barcelona. La remontada que se ha producido este año no es suficiente para situar como líder a la capital catalana.
Por las anteriores razones resultan sorprendentes las cifras de la oficina municipal de datos del Ayuntamiento que señala que el consumo en Barcelona supera en un 18% al que había antes de la pandemia. Si hay menos visitantes catalanes en la ciudad, si las compras de extracomunitarios disminuyen, si Barcelona es de las últimas ciudades en recuperarse económicamente de la crisis (como mostró Converses ), cuesta creer que el consumo global en la ciudad sea hoy superior al del 2019. Es evidente que la inflación en el transcurso de estos últimos años distorsiona los datos, porque vendiendo lo mismo su valor monetario es mucho más alto, pero aun así, la cifra municipal parece pecar de optimista .
Está claro que estamos en período electoral y seguramente el Ayuntamiento nos proporcionará estos y otros muchos datos optimistas sobre la situación de la ciudad.