Aliados geopolíticos, pero rivales económicos. Ésta es cada vez más la compleja realidad de las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos, los dos principales actores mundiales de lo que podría considerarse el bloque occidental.
En el último episodio del toma y daca cada vez más virulento entre Bruselas y Washington, la Comisión Europea presentó el 1 de febrero una contraofensiva a las medidas que la administración Biden anunció el pasado noviembre para proteger la industria estadounidense.
Como Converses ya había explicado a finales del año pasado, la paradójicamente llamada «Ley de Reducción de la Inflación» (IRA, por sus siglas del inglés Inflation Reduction Act) pretende regar el sector privado estadounidense con 369.000 millones de dólares en subsidios para fomentar la transición ecológica.
Por su parte, la Comisión Europea liderada por Ursula von der Leyen ha bautizado su respuesta «Plan Industrial del Pacto Verde», y quiere facilitar que las empresas más sostenibles accedan a reducciones impositivas, inviertan en tecnologías limpias y puedan acceder más fácilmente a subsidios públicos de los Estados miembros.
La intención de la Comisión es evitar que las empresas se marchen del territorio europeo incentivadas por las políticas de Washington para instalar su producción en la otra orilla del Atlántico.
Sin embargo, el plan de la Comisión ya está recibiendo críticas. Principalmente dos:
La primera, que la mayor parte de la financiación proviene de planes ya existentes, y que, por tanto, no supone ninguna revolución.
La segunda, que los países pequeños de la UE temen que la mayor parte de los subsidios sean aspirados por las dos principales economías europeas: Alemania y Francia.
De hecho, las voces críticas dentro del Parlamento Europeo piden «dinero fresco», y no una reasignación de partidas ya presupuestadas.
La Comisión prevé invertir fondos no utilizados de su plan de recuperación post-Covid, de unos 800.000 millones de euros de valor inicial. La mayor partida que se habría anunciado serían unos 20.000 millones en nuevas ayudas, una suma que representa poco más del 5% del presupuesto del IRA estadounidense.
Más allá del duelo de cifras que cada capital es capaz de poner sobre la mesa, cabe destacar la mala forma económica del Viejo Continente, combinada con unos niveles de inflación que siguen siendo muy elevados a pesar de una cierta desaceleración del aumento de precios.
Se prevé que Alemania, que sufre una profunda crisis de su balanza comercial, entre en recesión técnica en el primer trimestre de este año, y si bien otros países como Francia o España escapan todavía al crecimiento negativo, 2023 podría cambiar esta tendencia.
Estados Unidos, por su parte, está resistiendo mucho mejor que Europa. Esto se debe en parte a la fortaleza del dólar y a las exportaciones energéticas vendidas a precio de oro en el Viejo Continente después de las sanciones que la propia Bruselas impuso a Rusia a raíz de su invasión de Ucrania.
En cualquier caso, tanto el plan europeo como el estadounidense presentan el dilema de seguir incrementando el gasto público en un contexto fuertemente inflacionario y con un déficit público cada vez más monumental. Ambos planes enfrentados corren pues el riesgo de alimentar aún más la próxima crisis económica y de la deuda.
Tanto el plano europeo como el estadounidense presentan el dilema de seguir incrementando el gasto público en un contexto fuertemente inflacionario y con un déficit público cada vez más monumental Share on X