Donald J. Trump ha infligido una dura derrota a su rival demócrata Kamala Harris, pese a contar esta última con más del doble de fondo de campaña provenientes, en particular, de los grandes donantes.
Europa, por su parte, sale doblemente derrotada después de las elecciones estadounidenses del pasado martes 5 de noviembre.
De entrada, el programa electoral de Trump prevé redoblar políticas económicas, fiscales y de defensa que pondrán en dificultad al Viejo Continente.
Pero es que, por otra parte, los líderes europeos se han volcado durante los cuatro años de administración Biden en -coloquialmente- hacer la pelota al presidente y su adjunta Kamala Harris. Y, en el caso de esta última, tomando su partido durante la campaña electoral (un error que también parece haber cometido, por cierto, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski).
De entrada, no se entiende que los líderes europeos hayan alabado hasta el aburrimiento a un presidente que ha seguido la misma línea proteccionista que su predecesor y a la vez sucesor, impulsando proyectos que han recibido escasa atención mediática en Europa. Entre ellos destaca la Inflation Reduction Act (IRA), una ley que prevé inmensas facilidades a las empresas que desvíen inversiones de otros países hacia Estados Unidos.
Durante el mandato de Biden la Unión Europea no ha sido capaz de resolver las importantes disputas comerciales que mantiene con Estados Unidos, por ejemplo sobre los respectivos subsidios a Boeing y Airbus, sobre el aluminio y el acero o sobre las subvenciones a los coches eléctricos.
Tampoco se entiende la ausencia de estrategia europea en materia de energía ante la guerra de Ucrania, que ha beneficiado enormemente al sector del gas y petróleo estadounidenses en detrimento de las empresas y consumidores europeos, que han visto los precios dispararse se. Y si no, que le pregunten a la industria alemana, sumida en una crisis sin precedentes.
La llegada de Trump no sólo supondrá una expansión de estas políticas, algo que ya era previsible, sino que el ciego apoyo europeo a los políticos demócratas y la crítica burlesca al republicano constituyen un llamamiento a la venganza.
Es esperable que Trump no ponga punto final al IRA pese a ser una medida de Biden, y ya ha anunciado que quiere extender el mismo principio básico a otros sectores. Por ejemplo, el republicano ha exigido que los fabricantes automovilísticos europeos «se conviertan» en estadounidenses implantando sus fábricas en Estados Unidos.
Goldman Sachs ha advertido que el euro podría perder hasta un 10% de su valor frente al dólar si Trump saca adelante su programa de aranceles masivos, y las grandes empresas europeas podrían ver sus beneficios recortados hasta un 5%.
Trump facilitará aún más las exportaciones de petróleo y gas natural. En ese caso, un incremento de la oferta podría ir en un primer momento a favor de los europeos. Efectivamente, parte del elevado precio del gas se explica por la decisión de Biden de detener nuevos proyectos de gas natural licuado en Estados Unidos. Sin embargo, Europa extenderá su dependencia de Estados Unidos a otro sector, el del suministro energético.