Europa del norte se cansa del progresismo

El domingo 2 de abril por la noche se supo que la mediatizada primera ministra de Finlandia, la progresista Sanna Marin, había perdido con contundencia las elecciones de su país.

Pese a la campaña internacional de apoyo a la dirigente, Marin ha sufrido una derrota que no podría ser más contundente. No sólo no se sale con su apuesta de repetir en el cargo, sino que no ha llegado en segunda sino en tercera posición, y para más inri, después de dos listas de carácter conservador.

Efectivamente, el centro-derecha del partido Coalición Nacional, liderado por Petteri Orpo, fue el más votado y aseguró 48 de los 200 escaños en juego. La derecha alternativa y nacionalista del partido Finlandeses (en frente del cual se sitúa, por cierto, una mujer, Riikka Purra) quedó segundo con 46 escaños. Marin tuvo que contentarse con 43 escaños.

Aún primera ministra, Marin había hecho una campaña centrada en el rechazo a los recortes de gasto público que su rival Orpo anunciaba como indispensables para evitar una espiral de endeudamiento. Efectivamente, la deuda pública finlandesa ha pasado en tan sólo un año del 66 al 73% del PIB.

La receta de Marin pasaba por el eufemismo “inversiones fiscales”, una curiosa forma de referirse a los incrementos descontrolados de gasto y excesos de liquidez que están conduciendo a Occidente de derecho al abismo económico .

Ésta es la principal explicación que medios como Politico han encontrado para entender el descalabro de una líder política tan de moda entre los círculos progresistas, claramente mayoritarios en los medios de comunicación tradicionales.

Sin embargo, en la derrota de Marin también parecen haber jugado un rol las repetidas polémicas que ha protagonizado, y que la primera ministra había intentado esquivar presentándose como una feminista víctima del machismoConverses ya ofreció un análisis del último episodio el pasado verano.

Sin duda, la carta feminista hizo ganar numerosos simpatizantes ideológicos a Marin. Pero parece que los finlandeses no han tolerado su falta de responsabilidad, menos aún en tiempos particularmente convulsos con su vecino y tradicional agresor, Rusia.

La derrota de Marin es el último golpe que las urnas han infligido a los progresistas europeos. En septiembre pasado, la primera ministra de Suecia Magdalena Andersson perdió las elecciones con resultados similares a los que el partido nacionalista Demócratas Suecos ganó un 21% más de votos que en los comicios precedentes.

En noviembre, los socialdemócratas daneses salvaron los platos por la mínima y sólo después de haber emprendido un giro radical hacia políticas de inmigración consideradas de derechas.

En Alemania, el gobierno de coalición de Olaf Scholz está bajo fuertes presiones, en buena parte debidas a los socios de gobierno de los socialdemócratas: ecologistas y liberales son simplemente demasiado diferentes como para gobernar juntos bajo las alas de Scholz, un líder que tampoco se puede considerar excesivamente carismático.

En el sur de Europa, los gobiernos liderados por socialistas de España y Portugal resultan cada vez más una excepción, facilitada sin duda por la fragilidad de sus respectivas oposiciones.

La derrota de Marin es tan sólo la última vez que las urnas han infligido a los progresistas europeos Clic para tuitear

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