No hay discusión en que se necesita una recuperación económica lo más rápidamente posible. Esta evidencia es tan grande que ha hecho cambiar los paradigmas de la austeridad presupuestaria de la Unión Europea, que tanto daño provocaron en la crisis anterior.
Cada país ha utilizado su propia receta, combinando los tres grandes pilares para ayudar a las empresas. Uno de ellos es el de la aportación de subvenciones a fondo perdido, dinero líquido, a las empresas y ciudadanos. Su efecto es contundente si está bien utilizado, pero evidentemente carga con términos negativos las cuentas públicas. El segundo pilar es reducir la presión fiscal de manera que las empresas encuentren también dinero en efectivo a base de sus propios recursos al no tener que pagar al estado. Finalmente, el tercer instrumento son los créditos y avales, que si bien no tienen problema en cuanto al interés, porque este es muy reducido, sí tienen el inconveniente de que es dinero que hay que devolver y este hecho, dada la incertidumbre de futuro por lo que puede pasar con la pandemia, deja fuera de juego a una parte de empresas.
Medidas fiscales discrecionales de 2020 adoptadas en respuesta al coronavirus, del 25 de mayo de 2020, % del PIB de 2019
Fuente: https://www.bruegel.org/publications/datasets/covid-national-dataset/
De acuerdo con los datos de Bruegel se puede observar, en relación con 11 países europeos, que España es la que en conjunto, considerando estos tres grandes conceptos, menos recursos aporta. Sólo Grecia y Hungría permanecen por debajo, mientras que en esta magnitud global Dinamarca sería la que tendría más puntos de contacto, dado que destina un 12,2% en porcentaje de PIB, mientras que España lo hace un 12,4%. Pero hay una diferencia muy importante, no sólo con Dinamarca, sino con Grecia y Hungría. En estos países el impacto de la pandemia ha sido mucho menor y la congelación de actividades también ha tenido un menor efecto negativo. Si, en contrapartida, lo comparamos con países del entorno donde la pandemia también ha hecho mucho daño, en primer término Italia, y también Francia y el Reino Unido, resultan claras las diferencias. Italia aporta en términos de porcentaje de PIB el 43,9%, tres veces y media más que lo que hace el gobierno español, mientras que el Reino Unido y Francia prácticamente duplican las ayudas consideradas globalmente. Con todo, el caso más espectacular es Alemania, que, habiendo controlado bastante bien los estragos del Covid-19, adoptará medidas fiscales por un valor del 47,8% del PIB.
Pero para tener una radiografía completa hay que observar cómo se distribuyen estos recursos entre cada uno de los tres pilares, porque los determinantes son los dos primeros, es decir, aquellos que dan disponibilidad de dinero a las empresas sin necesidad de retorno. La aportación en forma de subvenciones en España es reducida, muy reducida, para pensar que pueda tener efectos, dada la magnitud del paro que se ha producido. Sólo representan el 2,3% del PIB, menos incluso que Portugal y claramente por debajo del Reino Unido (4,8%), Francia (3,6%) y no digamos ya Alemania, que por esta vía aporta el equivalente al 13,3% del PIB. Sólo Italia se sitúa por debajo con un 0,9%, pero con una diferencia muy importante porque este país lo que ha hecho es jugar fuerte en la condonación fiscal al no hacer efectivos los impuestos, lo que otorga una válvula de salida importante para las empresas. De hecho es el país de Europa que más se apoya en este pilar, ya que representa el 13,2% de su PIB. En contrapartida, España se sitúa en el extremo contrario, es el país que menos generosidad muestra a la hora de dejar sin efecto la presión fiscal, dado que esta vía sólo significa el 0,9% del PIB.
La conclusión parece evidente. La aportación española, la que tiene efecto inmediato, es globalmente muy pequeña y cualitativamente poco eficaz para ayudar a los sectores y empresas con dificultades. La idea de que las ayudas europeas lo resolverán es un grave error, porque los fondos que aún se deben pactar presentan dos características que no servirán a la situación empresarial ni los trabajadores, ni este año ni el próximo. En primer lugar, porque son recursos que comenzarán a hacerse visibles a partir de finales de 2021 y sobre todo de cara a los años sucesivos y, en segundo lugar, porque su finalidad no es la de ayudar a los problemas de crisis generados por el coronavirus, sino transformar y hacer más eficaz la economía, que es algo muy diferente. Con este panorama es muy dudoso que España pueda salir bien en 2021. Sólo una práctica desaparición del coronavirus que normalizara la situación permitiría cambiar parcialmente el diagnóstico.
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