En 2025, España sigue atrapada en una paradoja fiscal que ni los años ni los gobiernos logran resolver: recauda como país moderado, pero exige a sus ciudadanos como si fuera una potencia del norte. Y todo ello con sueldos propios del sur. La presión fiscal aparente, esa que se mide en porcentaje sobre el PIB, ronda un 36,8 %, por debajo de la media de la UE (41 %). Pero el verdadero castigo está en el llamado esfuerzo fiscal español: lo que cada español paga en impuestos en proporción a lo que gana. Y en eso, España lidera el ranking europeo.
Según el Instituto de Estudios Económicos, el esfuerzo fiscal español es un 17-18 % superior al promedio de la UE. Traducido a vida real: el español medio paga impuestos al nivel de un alemán, pero con menos renta, menos servicios y menor retorno del Estado. O, como ya se dice entre economistas críticos: España se comporta como un país escandinavo… sin serlo.
De 2017 a 2025: más impuestos, más inflación, menos renta real
Desde 2018, la política fiscal ha seguido una escalada: subidas del IRPF a las rentas altas, impuestos nuevos como la Tasa Google o la Tasa Tobin, y recargos extraordinarios a banca, energéticas y grandes fortunas. Pero la verdadera sangría no ha sido legislativa, sino silenciosa: durante años, el IRPF no se ajustó a la inflación. Resultado: miles de contribuyentes de renta media y baja pasaron a pagar más simplemente porque cobraban más en términos nominales, no reales.
Pese a las bajadas temporales del IVA en luz, gas o alimentos en 2022 y 2023, la presión sobre las rentas medias ha aumentado. Y con ella, la sensación de que el sistema fiscal castiga al ciudadano medio más que lo que protege.
Cuña fiscal: tributar como Alemania, cobrar como Bulgaria
Uno de los datos más alarmantes es la cuña fiscal: la proporción de impuestos y cotizaciones sobre el coste laboral total. En 2023, un asalariado medio sin hijos soportaba una cuña del 40,6 %, frente al 34,9 % de media en la OCDE. Es decir, trabajar en España es casi tan gravoso como hacerlo en Francia o Alemania, aunque con sueldos significativamente más bajos y menos protección social.
Pese a este dato, las reformas han ido en dirección opuesta a la simplificación o el alivio: se han incrementado las cotizaciones máximas y, desde 2025, existe una “cuota de solidaridad” adicional para salarios elevados. El discurso oficial habla de equidad, pero la estructura impositiva sigue recayendo en el mismo segmento de siempre: las clases medias trabajadoras.
Un sistema fiscal que recauda mal y distribuye peor
Aunque España no recauda tanto como sus vecinos —por economía sumergida (18 % del PIB) y una estructura con pocas grandes empresas— el diseño del sistema fiscal no compensa esa debilidad con progresividad real. La recaudación descansa principalmente en el IVA, las cotizaciones y el IRPF, es decir, en los bolsillos de quienes no pueden eludir ni optimizar su factura fiscal.
Los impuestos a grandes fortunas o empresas tienen más valor simbólico que recaudatorio. El grueso sigue viniendo del consumo y del trabajo asalariado. En otras palabras, la fiscalidad española es dura con los cumplidores. Esta situación se acentúa en algunas autonomías, de manera destacada en Cataluña, con una presión fiscal específica adicional, además de un esquilmante impuesto de sucesiones y trasmisiones.
¿Reforma o resignación?
En 2017, los expertos ya advertían de esta anomalía fiscal. En 2025, el desequilibrio no solo persiste: se ha agravado. Se pagan más impuestos en proporción a la renta, se trabaja más para contribuir lo mismo —o más— y se recibe menos a cambio. A esto se suma la sensación creciente de desigualdad y desprotección. Además, España tiene el compromiso incumplido con la Comisión Europea de abordar la reforma fiscal, tarea imposible con la debilidad gubernamental de Sánchez y la heterogénea coalición parlamentaria que le apoya.
La pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿cuánto más puede estirarse el modelo fiscal español antes de romperse? Porque, como muestran los datos, los ciudadanos ya están tributando como europeos del norte… pero siguen viviendo como gentes del sur.
¿Cuánto más puede estirarse el modelo fiscal español antes de romperse? Porque, como muestran los datos, los ciudadanos ya están tributando como europeos del norte... pero siguen viviendo como gentes del sur Compartir en X