Escenario político del año que termina

El escenario político está marcado por dos factores ajenos a él. En primer lugar la evolución de la Covid. En segundo término por la situación económica, en buena medida derivada del problema sanitario.

Una rápida ojeada a esta segunda cuestión nos sigue mostrando signos alarmantes de la caída. No habrá habido recuperación navideña y los efectos ramificados de la crisis se extienden. Cataluña pierde peso industrial, un hecho qué quizás se acentúe el año próximo. Las grandes cadenas de marcas de ropa anuncian cierres masivos de sus tiendas porque la aceleración del comercio electrónico ha trastocado todo el sistema de ventas, y esto significa más locales vacíos nada fáciles de ocupar y más paro.

Por el lado de la pandemia ha surgido la gran esperanza y esto es muy bueno: la vacunación. Ahora el reto radica en que el Gobierno cumpla con los plazos anunciados de manera que en junio 20 millones de personas se hayan vacunado, de manera que en septiembre se haya alcanzado la cifra del 60% de la población española y nos situemos en el umbral de la inmunización de rebaño. Mientras esto sucede, lo que está sobre la mesa a muy corto plazo, y de una manera especialmente aguda en Cataluña, es el temor a la tercera ola con unos hospitales que no han conseguido todavía rebajar una carga excesiva.

En este contexto, cuya evolución marcará decisivamente la política en el próximo año, tres hechos destacan.

Uno es el creciente conflicto en la coalición de Gobierno a causa de la insistencia de Pablo Iglesias de mostrar públicamente las discrepancias crecientes en el seno de la coalición. No parece que tal conflicto pueda amainar, porque los temas que están en cartera son suficientemente importantes como para que las espadas se mantengan en alto. Salario mínimo interprofesional, pensiones, el funcionamiento de la renta básica, son casos concretos donde el acuerdo es difícil sin que una de las dos partes no pierda la cara. La dificultad se acentúa porque la última encuesta del CIS, siempre favorable a Sánchez, muestra en esta ocasión con claridad que la pérdida de voto más centralista por parte del PSOE es compensada por la absorción de voto de UP, lo que lógicamente lleva a Iglesias a acentuar su perfil propio en la coalición.

La segunda cuestión es el ataque contra la monarquía realizado desde el propio socio del Gobierno con el acompañamiento sobre todo de Esquerra Republicana y Bildu. El resultado por el momento se salda favorablemente a favor de Felipe VI.  La monarquía ha mejorado claramente sus resultados a escala española, si bien la opinión pública le continúa siendo muy desfavorable en Cataluña. Tres cifras definen con claridad el escenario: el 64% apoya la actuación de Felipe VI, un 54% es partidario de la monarquía, y según la encuesta del CIS el problema solo preocupa a un 0,3%. Tampoco es un hecho menor que en la tradicional reunión de Navidad del jefe del Gobierno con los mandos militares destacados en misiones en el exterior, se reiterará su lealtad al rey en las manifestaciones de estos altos cargos. A pesar de este escenario, Iglesias puede tener la tentación de continuar jugando esta carta, porque sabe que una parte sustancial del electorado socialista se declara republicano.

El tercer gran tema de la política española es precisamente el de las elecciones catalanas, previstas para el 14 de febrero, aunque con una incertidumbre derivada de las condiciones que marca la pandemia. Si Esquerra Republicana obtiene una clara victoria la coalición de Gobierno se reforzará en términos favorables a Iglesias. Si el resultado es muy ajustado, o incluso pierde su primer lugar en beneficio de Illa, entonces en ERC puede suceder de todo, y la tentación de acentuar su vena más independentista puede vuelve a emerger. Claro que esto también dependerá del resultado de las otras fuerzas independentistas. Hoy por hoy, todo parece indicar que su resultado junto JuntsXCat les otorga otra vez la mayoría absoluta, con una mayor fragmentación que hará que una parte de este voto quede fuera del Parlamento porque las fuerzas que lo representan no han conseguido el mínimo necesario de los sufragios. Es el riesgo del Partit Nacionalista de Catalunya y del  Front Nacional de Catalunya, que están todavía peleando para obtener las firmas necesarias para poderse presentar.

Un dato muy relevante de estas elecciones será la abstención, porque será un indicador claro de la fatiga y el rechazo de los electores ante los partidos políticos, a pesar de que serán más numerosos que nunca los que consigan representación parlamentaria.

Pactarà ERC amb Els Comuns i el PSC com acaben de fer a l'Ajuntament de Barcelona?

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