El domingo 28 de mayo, Recep Tayyip Erdogan ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Turquía, lo que le permitirá mantenerse en el poder hasta el 2028, fecha que marcará el hito de 25 años con las riendas del país.
Erdogan ha vencido a su rival Kemal Kılıçdaroğlu en la segunda vuelta por 52% contra cerca del 48% de los votos en unos comicios más ajustados que los anteriores celebrados en 2018, cuando el ya presidente logró la mayoría absoluta en la primera ronda electoral.
las elecciones han supuesto un cubo de agua fría para Occidente y en particular para Europa
Sin embargo, las elecciones han supuesto un cubo de agua fría para Occidente y en particular para Europa, donde muchos esperaban que la mala situación económica que vive Turquía, sumada al autoritarismo creciente de Erdogan, le haría caer a las urnas.
De hecho, durante las semanas previas a la primera vuelta, numerosos medios europeos se dejaron llevar por una especie de euforia preelectoral y vaticinaron la derrota del presidente islamista.
¿Cómo se explica que tantos periodistas supuestamente bien informados fueran tan errados con las intenciones de voto de los turcos?
Según Tigrane Yegavian, politólogo francés de origen armenio, y especialista del Cáucaso y del mundo turco, estos medios han descuidado el peso de la juventud turca que sólo ha conocido los gobiernos sucesivos de Erdogan y que ha crecido envuelta en su retórica islamo-nacionalista.
Erdogan, como otros dirigentes autoritarios, ha logrado proponer a los jóvenes un modelo de vida alternativo a los estándares de las sociedades occidentales, alejándolos del emotivismo moral y del materialismo.
Los periodistas europeos deberían, según Yegavian, haber exagerado el peso de los núcleos urbanos como Ankara, Estambul y Esmirna donde sí hay una juventud más abierta a Occidente, olvidando el “país real” que conforma la Turquía rural y que sigue percibiendo a Erdogan como el único candidato capaz de garantizar la estabilidad interior y recuperar el prestigio internacional otomano.
la asertiva política exterior de Erdogan habría jugado un papel importante
De hecho, la asertiva política exterior de Erdogan habría jugado un papel importante en unas elecciones en las que, a diferencia de lo que ocurre en Occidente, el bienestar material no se sitúa necesariamente en primer plano. En este sentido, es interesante ver cómo la mala gestión del gobierno para responder a los terremotos del pasado febrero no parece haber tenido demasiado peso a la hora de ir a votar.
También hay que tener en cuenta que Turquía está condicionada internamente por divisiones sectarias. El país está dominado por una mayoría étnicamente turca y de religión islámica suní. Ésta es la yema del huevo del electorado de Erdogan.
Pero Turquía también está poblada por minorías no despreciables, como los alevios, una secta prima de los chiís que propone un islam más abierto y que suma el 20% de la población. El rival de Erdogan en la segunda vuelta, Kılıçdaroğlu, se cuenta entre los miembros de este colectivo.
Los kurdos, aunque no conforman un bloque monolítico, serían la segunda minoría en importancia y contarían sobre un 13% de la población turca total.
En segundo lugar, la diáspora turca en Europa parece haber vuelto a votar masivamente por Erdogan, poniendo una vez más en entredicho el multiculturalismo que promueven la Comisión Europea y numerosos gobiernos europeos.
Por último, también hay que tener en cuenta que la oposición turca ha experimentado serias dificultades para trasladar su mensaje al cuerpo electoral. La cobertura mediática, por ejemplo, ha sido favorable a Erdogan, no sólo en los medios públicos sino también en la mayoría de los privados.
Los periodistas europeos habrían exagerado el peso de los núcleos urbanos en los que sí hay una juventud más abierta a Occidente, olvidando el país real que conforma la Turquía rural Clic para tuitear
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