Sería una sorpresa que ERC no revalidara el primer lugar en las elecciones al Parlamento del mes de febrero, que las encuestas le dan de manera continuada. Por lo tanto, su victoria parece garantizada si no le pasan factura dos hechos. Uno, la pésima gestión de los departamentos dirigidos por este partido, como el de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias y el de Sanidad, junto con una gestión económica del vicepresidente Aragonés que como mucho se puede decir que ha sido de un gris extraordinario y no ha mostrado ninguna capacidad de diseñar políticas económicas y financieras para Cataluña.
Con este bagaje es difícil, si no se está muy predispuesto, vender, como quieren hacer ahora los republicanos, gestión y gestión. Pero es que necesitan hacerlo así para hacer desaparecer del horizonte inmediato la independencia, sobre todo después de su continua política de pactos con Madrid, que no han representado ningún avance en este sentido. El referéndum pactado está descartado, la amnistía es un sueño, y hay que ver cuando puede llegar el previsible indulto. La famosa Mesa de Negociación ha pasado a la historia. Por lo tanto, el único que puede presentar ERC a través de Rufián es más o menos lo que presentaba Roca Junyent en tiempos de CiU. Es evidente que ese votante que continúa creyendo en la independencia tiene difícil casar esta preferencia con la práctica política de ERC.
Este partido, si ocupa la primera posición, podría optar a pactos múltiples. El más incómodo, pero más fiel a sus compromisos sería con JxCat, al que querría añadirse la CUP si le dejan; es decir, si son necesarios. Pero tiene la otra variante, el acuerdo con el partido de Colau que le daría a esta última formación, que no acaba de salir de un papel muy secundario en la política catalana, una centralidad notable, al estar en ambos lados de la Plaza Sant Jaume. Esta opción de gobierno necesitaría el apoyo del PSC y seguiría el modelo de Madrid, pero con los papeles cambiados entre ERC y socialistas.
Pero, este partido dirigido por Iceta aspira a más y quiere ganar las elecciones. Para lograrlo intenta componer una nada fácil candidatura con aperturas hacia la derecha y la izquierda, incorporando personas de los pequeños partidos catalanistas en la lista, lo que significaría, a efectos de credibilidad, la liquidación de estas organizaciones, y hacia la izquierda, incorporando lo que fueron figuras del partido de Colau en el anterior período parlamentario como Lluís Rabell y Joan Coscubiela. También necesita que los indultos se pospongan para después de las elecciones, a fin de que Oriol Junqueras no pueda entrar en campaña y todo quede limitado a Pere Aragonés, que presenta un perfil mucho más débil y menos convincente. El objetivo de Iceta es difícil, pero no imposible y todo dependerá de su capacidad de chupar del voto perdido de Cs.
En estos cálculos se da por liquidado de las primeras posiciones a JxCat, que pasaría así de ser el principal protagonista a un secundario papel. El hecho de que Puigdemont no encabece la lista facilita esta lectura de pérdida de peso, i también el hecho de que el PNC y PDeCAT vayan por su cuenta. Posiblemente no sacarán representación, está por ver, pero en todo caso poco o mucho serán votos que perderá JxCat. Por eso Puigdemont reactiva una vez más el Consejo para la República como un intento de dar fuerza y credibilidad a un independentismo en horas bajas. Si consigue una vez más emerger y ganar, alterará sustancialmente el mapa político, no ya catalán, sino español, muy perimetrado por el entendimiento entre Iglesias, Sánchez y ERC.