Era una evidencia. Una vez convertidos en aliados fieles del PSOE, su reivindicación independentista quedaba muy acotada a la conveniencia de Sánchez y, por tanto, con la necesidad de rebajar el listón en cada ocasión. Se vio en la pasada legislatura, en la que la dependencia de la estabilidad del gobierno español de los votos de ERC sólo tuvo una contrapartida, valiosa, pero única: los indultos a los dirigentes del proceso que habían sido encarcelados. De este creciente callejón sin salida, Aragonés ha intentado salir con imágenes como la del referéndum pactado y el pacto de claridad . Prácticamente, casi nadie en las filas independentistas se creía que esto llevara a ninguna parte, pero al menos servía formalmente para no arriar la bandera.
Ahora, todo esto además queda archivado. Nada de referéndum, nada de pacto de claridad ni de mesa de partidos. El gobierno de la Generalitat se centrará en lo que queda de legislatura en la financiación y Cercanías, que es lo que le ha prometido Sánchez y de este modo presentarse a las elecciones con algo concreto.
El problema de esta línea que podría resultar muy positiva es que exige venir avalada por el buen gobierno. El independentismo ha tenido la virtud o el vicio, depende de como se mire, de justificar el desgobierno y remitirlo todo a la causa superior y trascendente de la independencia. Pero, claro, esto no sirve cuando se aterriza en la gobernación concreta. Y aquí es donde los resultados de Aragonès son de desastre. Para empezar, el colapso de un departamento clave, el de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, un gran contenedor de competencias fruto de un decreto de reorganización del año 2021 mal pensado porque concentró junto a lo que disponía el departamento de Agricultura, Ganadería y Pesca, las competencias de medio ambiente, agua y energía. Demasiado. La intención podía ser buena, pero el resultado se ha convertido en indigesto, por lo que este departamento acumula tres de los problemas críticos de Catalunya, todos ellos en estos momentos de difícil salida: el del agua, el de la revuelta campesina y el de la energía, la otra crisis silenciosa que va haciendo agujero hasta que acabe estallando en nuestras manos, como ha ocurrido con el agua.
No sólo no se resuelven los problemas de ese superdepartamento en situación de crisis, sino que se multiplican. Por ejemplo, los campesinos apenas tienen agua para regar, pero la Generalitat acabará aceptando que los hoteles puedan llenar sus piscinas. Lo tendrán que explicar muy bien si no quieren que una ola de indignación recorra el país. La depuradora de la Tordera, aplazada indefinidamente, se ha convertido en un corramos todos a causa de la sequía, pero ay, ahora se dan cuenta de que depurar es sencillo si se dispone de grandes cantidades de electricidad, y ese es el problema. Aquel territorio, como la mayor parte de Girona, tiene una gran debilidad en su capacidad eléctrica, tanto que sencillamente la depuradora no puede realizarse en los plazos previstos si previamente no se dispone de una conducción eléctrica de suficiente capacidad para proveerla de energía. ¡Y qué decir de la situación lamentable del Segarra-Garrigues donde el hecho de que se simultanee la negativa a utilizar agua excedentaria del Ebro y al mismo tiempo no se hagan inversiones para hacer más eficientes los regadíos del Urgell!
Pero no sólo el departamento de Acción Climática, porque junto a la crisis del agua, del campesinado y la energía, está el caso flagrante de la educación. Un gobierno como es debido ya habría generado un cambio radical de personas y procedimientos en el departamento de Educación porque cuanto más se conocen los resultados del informe PISA más mala se percibe la situación de Cataluña. Es el caso de los alumnos en los niveles 5 y 6 de las pruebas, es decir, niveles de excelencia. En Japón representan el 23% de los alumnos, en la OCDE el 9%, en la UE el 8% y en España el 6%. Catalunya ni siquiera alcanza esta última cifra. Madrid, sin ser una maravilla, alcanza el 8%. Y no será que esa capital no tenga inmigración y grandes desigualdades sociales. Hubo una época en los primeros períodos de Pujol que nos comparábamos con Japón, que ahora nos queda en materia de enseñanza lejos. Nuestro hito en la actualidad es más modesto, nos conformamos con ser como Castilla y León o Asturias. En el otro extremo, los alumnos en el nivel 1 y 2 del PISA, los que no llegan a los mínimos de conocimientos necesarios. En la UE son el 29%, en España el 27%, en la OCDE el 21%, y en Japón el 12%: en Catalunya, los últimos de la cola, alcanzan el 30%.
Y para situar un tercer ejemplo grave porque afecta a la productividad de las empresas, y a un tercer departamento de Empresa y Trabajo, resulta que Cataluña es la primera región europea en bajas laborales, en personas que justificadamente o no, no van a trabajar con una baja médica oficial por no estar en buenas condiciones. ¿Cómo es posible que seamos los primeros de Europa? Peor aún, ¿cómo es posible que el departamento responsable junto con el departamento de Salut no estén llevando a cabo un análisis exhaustivo para conocer las causas y remediarlo? Porque esta cuestión afecta sensiblemente a nuestra productividad y competitividad en el contexto europeo y español.
No basta con decir que ahora van a por las competencias concretas si no son capaces de gobernar de una forma mínimamente decente.