¿El primer pesebre tenía figuras? ¿Qué caracteriza al pesebre catalán? ¿Cuál es el movimiento de las figuras marcado por el calendario del pesebre? En el libro titulado Entrem dins del Pessebre encontraremos respuestas a estas preguntas y a muchos otros aspectos curiosos sobre la tradición pesebrística en Catalunya. El autor, archivero de los capuchinos y estudioso de la cultura popular, Fra Valentí Serra de Manresa, nos ofrece una descripción de las principales características de los pesebres construidos según la tradición catalana y, al mismo tiempo, hace una aproximación al simbolismo de las figuras del pesebre con indicaciones sobre la construcción del belén y su calendario. El libro, publicado por la Colecció L’Ermità, será glosado por Josep Mañà i Oller, profesor emérito de l’Escola Massana y experto en el estudio del arte pesebrístico, el jueves 15 de diciembre a las 20 h. en la Casa dels Entremesos (c/Beates, 2 de Barcelona).
La tradición catalana define el pesebre como ese conjunto de figuritas que representan el nacimiento de Jesucristo –con María, José, el toro y la mula– y su adoración por los pastores. Etimológicamente pesebre viene de la palabra latina praesepe que, en la tradición ganadera, es el comedero del ganado. Este año iniciamos la preparación de los actos conmemorativos de los ochocientos años del primer pesebre viviente que san Francisco de Asís representó, durante la Nochebuena de 1223, en la población italiana de Greccio, en el valle de Rieti.
Escribe Fra Valentí Serra en su nuevo libro que: “Algunos siglos antes de la gran popularización del pesebre que se produjo en Europa a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII –sobre todo a partir de la creación de los belenes napolitanos y provenzales– , podemos encontrar algunas muestras bastante significativas de antiguas representaciones pesebrísticas en los templos más emblemáticos de la cristiandad como aquel nacimiento venerado dentro de un pesebre o comedero en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, donde en la primera mitad del siglo VII ya contaba con un antrum praesepis con una reproducción de la cueva de Belén.
En la Barcelona del siglo XVIII gozó de una enorme popularidad el pesebre monumental que los frailes capuchinos construían, cada año, en el convento de Santa Madrona, al final de la Rambla, donde ahora se encuentra la Plaça Reial. Así, el pesebre construido en 1788 fue calificado de «memorable y antiguo»; era un pesebre monumental elogiado por un gran número de visitantes barceloneses; tantos, que en 1792 se determinó no construirlo para evitar el exceso de gente y el ruido en la iglesia conventual de los frailes. Las figuras de este belén monumental de los capuchinos de Santa Madrona eran obra de fray Jaume dels Sants (Jaume Castelló, 1741-1811), un reputado escultor sarrianense que había ingresado a los capuchinos en una edad bastante madura –cuando tenía 56 años– y que , siendo religioso capuchino, mostró ser un gran propagador y artista del pesebrismo, siendo el primer artista que ideó, modeló e insertó en nuestro pesebre la típica figura del pescador.
En 1947, el capuchino Basili de Rubí, en el texto de su Arte pesebrístico, trató de forma monográfica sobre la técnica constructiva de los pesebres que –según la tradición franciscano-capuchina– debían ser decorados según el paisaje de nuestras comarcas y animados con las figuras de los pastores y rebaños de nuestra región catalana. El padre Basili vindicó la construcción de nuestros belenes populares, adornados con cepas corcho, acebo, musgo, galzeran y roc piñolenco, y animados con las tradicionales figuritas de «la mujer que lava y la vieja que hila» y el grupo de los Reyes de Oriente montados, no en lo alto de enormes dromedarios o camellos, sino sobre yeguas, o cabalgando a la catalana sobre ágiles mulas de nuestros establos.
En cuanto al simbolismo de las figuras que integran nuestro pesebre, debemos buscar su origen y su significación en la tradición popular, puesto que las piezas más emblemáticas del belén casero son una representación plástica de los principales personajes que son mencionados en el canto de los villancicos. Las figuras del pesebre, además de representar plásticamente el nacimiento de Jesús, articulan una suerte de calendario de la vida y, al mismo tiempo, se convierten en una proyección alegórica de toda la existencia humana a través de la representación de los diversos oficios y de las edades que van desde la niñez a la ancianidad. Así, la representación pesebrística se convierte en un bello reflejo del paisaje local y de la geografía humana –aunque de manera idealizada– con la correspondiente representación de las edificaciones rurales, con la indumentaria campesina, y con las actividades y tareas tradicionales.
En Catalunya, el pesebre se ha consolidado como parte integrante de la tradición e identidad catalana tanto que al construir cada año el belén, revivimos la entrañable tradición de seguir expresando –en la belleza de la simplicidad de nuestros pesebres– la visualización plástica del nacimiento de Cristo”.
En nuestros días, remacha fra Valentí que, “a pesar de la fuerte secularización que sufre Occidente, la tradición pesebrística está tan hondamente arraigada en nuestra casa que se ha convertido en un hecho cultural de primer orden que también nos ayuda a identificarnos como pueblo”.
A pesar de la fuerte secularización que sufre Occidente, la tradición pesebrística está tan hondamente arraigada en nuestra casa que se ha convertido en un hecho cultural de primer orden que también nos ayuda a identificarnos como… Share on X
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