En Cataluña no falta agua, sino buenos gobernantes

A la crítica reiterada que se hace en el gobierno Aragonés por su imprevisión en las obras para paliar una sequía, que lleva 3 años que dura -o sea que ha tenido tiempo- además de haber retrasado para evitar aplicar -la en fiestas de Navidad, la nueva fase de restricción, a pesar de que las reservas ya habían entrado en la crítica cifra del 17% para las cuencas interiores que suministran agua a la región metropolitana, hay que añadir una crítica mucho mayor en su la totalidad, que descalifica totalmente su visión como gobernante, además de su capacidad realizadora.

Porque agua, incluso en sequía tan extrema, en Catalunya hay tanta que se desperdicia. Constatémoslo:

La media española de riego a manta, es decir por inundación del cultivo, que es como ya regaban los árabes en el siglo XII, es del 22% y pico, mientras que el 79% de la superficie española, que no es pequeña, 3 ,9 millones de hectáreas, son de riego eficiente, básicamente aspersión y riego localizado además de otras opciones de mucha menor aplicación. Por tanto, su nivel de eficiencia es alto. Y si en lugar de compararlo con el conjunto español bajáramos al por menor de la región murciana, la eficiencia sería aún mucho mayor.

Pero en Cataluña también nos hemos dormido en la paja y hemos pasado de ser los primeros en España en realizar un gran regadío por iniciativa privada, como el del canal de Urgell (como el ferrocarril lo fue con la línea Barcelona-Mataró o con la Revolución Industrial), está a la cola en la eficiencia en regadío. Porque el 48% se hace por inundación, ¡más del doble que la media española! Esto significa que si tuviéramos la misma exigencia que tienen el resto de los regadíos en España, dispondríamos de una cantidad ingente de agua.

Pero es que la cifra, si bajamos al por menor, es aún peor en determinadas comarcas. El riego por inundación significa el 88% en el Pla d’Urgell, el 60% en la Noguera, el 78% en el Urgell y el 61% en el Baix Empordà, que atención es agua que procede del Ter, una de las fuentes principales de abastecimiento de Barcelona. Para el conjunto del Ter el riego por inundación representa el 43% del total y esto es una brutalidad de agua.

De hecho, en el conjunto catalán, si tuviéramos el mismo nivel de eficiencia regante que en España, tendríamos un excedente anual de más de 1000 hectómetros3  y para aquellos que no estén familiarizados con las unidades cúbicas, aclaramos que esto equivale a 1.000 millones de metros3  y si quiere hacer el equivalente en litros, es como se maneja la gente de ciudad, todavía tiene que multiplicar esta última cifra por 1.000.

Toda esta agua, repitámoslo, y en estándar español, contribuiría ahora a resolver el déficit urbano e industrial, representaría un ingreso extraordinario para las comunidades de regantes y permitiría aumentar el número de hectáreas regadas.

¿Por qué durante tanto tiempo no se ha hecho nada al respecto? ¿Por qué no se ha incentivado, tras los reiterados períodos de sequía, esta lógica transformación que nada tiene de revolucionaria porque son métodos de eficiencia en el riego que llevan décadas y décadas aplicandose? La respuesta es sencillamente porque tenemos malos gobernantes.

Y lo demuestra otro hecho. El agujero negro del Segarra-Garrigues. Éste era un gran regadío iniciado por la Generalitat hace décadas. Tenía que regar 65.000 hectáreas de forma eficiente en su inmensa mayoría y ya desde el principio, dado que era un riego de nueva planta. Y, además, era una ocasión para llevar a cabo la concentración parcelaria. Todo ello multiplicaba la eficiencia agrícola de todas aquellas hectáreas a transformar. Han pasado años y años, se han invertido más de 1.200 millones de euros, suficientes para realizar una línea de alta velocidad de Barcelona en la frontera, pero sólo se riegan unas 15.000 hectáreas. Hay, por tanto, una gran inversión inmovilizada que no rinde porque cada hectárea transformada de momento tiene un coste de ¡800.000 euros!

Es una brutalidad. Una malversación legal de caudales públicos y lo peor del caso, ni el gobierno de la Generalitat, ni el Parlament, ni la teórica oposición han abordado el problema. Los socialistas de Illa, los comunes de Colau, y ya no digamos las pequeñas formaciones del PP y Vox nunca han planteado nada al respecto.

Somos bien desgraciados porque nos dedicamos a votar a gente que mal gobierna y mal hace de oposición.

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