Se reitera una y otra vez en artículos de opinión o sin ir más lejos en las declaraciones del candidato socialista a Catalunya, Javi López, número 3 de la lista del PSOE, de que el sueño europeo es una consecuencia del pensamiento ilustrado.
Cabe decir que esto está muy lejos de la realidad. La Europa que hoy existe, surgida del desastre de la II Guerra Mundial, se cimentó, en primer término, en la reconciliación franco-alemana y tuvo como motor determinante la democracia cristiana, que no se alimentaba de la ilustración, sino de la concepción cristiana aplicada en la política con una gran influencia de Maritain.
Los padres fundadores Adenauer de Alemania, De Gasperi de Italia y Schuman de Francia, estos dos últimos en proceso de beatificación por parte de la iglesia, eran católicos convencidos y este hecho facilitó los pasos necesarios. Primero, la reconciliación entre enemigos que se habían destruido mutuamente durante cientos de años, la forja de un ideal común, el de la Europa unida, y la cooperación en cuestiones concretas que permitiera ir concretando. La democracia cristiana era el común denominador de los países que configuraron la Comunidad Económica Europea, el mercado común. Los tres grandes, Francia, Italia y Alemania Federal, aún no reunificada, y Benelux, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
En este colectivo de reconstrucción también participaba la socialdemocracia, pero ni de lejos lideraba el proyecto entre otras razones porque tenía un papel marginal en Francia y en Italia y no gobernaba en Alemania. Es sobre la democracia cristiana que ha desaparecido de todos los relatos y el cristianismo como cultura común que se produjo el proceso de Unión Europea . Tanto es así que la propia bandera europea lo constata. El diseñador luxemburgués que la concibió y presentó se cimentó en el manto de la virgen y las estrellas que éste incorpora.
Por tanto, cuando se critica que una parte de la opinión europea y de la derecha alternativa atribuye a Europa una identidad cristiana, se está diciendo un hecho que responde exactamente a la realidad. No fue hasta finales de los años 90 y, atención, con la colaboración inicial de Aznar, con una democracia cristiana en crisis o muy debilitada que, con lo que se denominó de forma inexacta Constitución europea, se produjo, sobre todo a causa de la insistencia francesa, el rechazo en toda referencia al hecho cristiano.
El resultado posterior de aquella transformación que nos condujo al euro y a una mayor unidad, presenta hoy un balance que tiene mucha crisis porque se ha alejado del ideal europeo, la idea de que todo irá a mejor y pesa cada vez más el sentimiento contrario.
Es una evidencia de que existe un malestar creciente, sobre todo fuera de las grandes ciudades, en sectores productivos concretos, en el mundo agrario pero no sólo en él, en la inmigración, a la que Europa no acaba de saber dar respuesta y a una situación de desigualdad que tiende a crecer sobre todo porque los costes de las transformaciones no se reparten de forma equitativa como es del todo evidente con la transición energética, en la que pagan como casi siempre los últimos de la cola.
También se ha desarrollado una peligrosa supremacía moral que produce hechos tan anómalos como que se haya descalificado en Hungría por su política inmigratoria, cuando con diferencia es Dinamarca, gobernada por la socialdemocracia, la que presenta unas medidas no ya duras, sino injustas y discriminatorias contra la inmigración. Sin embargo, Dinamarca pertenece al grupo del establishment europeo y Hungría no.
Esta construcción del relato que enreda a la gente tiene su versión español. Por ejemplo, en las actuales elecciones el partido socialista reitera su estrategia de presentar al PP como un aliado de Vox en Europa cuando en realidad el grupo popular ha colaborado muy poco con el grupo de reformadores europeos al que pertenece Vox. Mientras que en la gran mayoría de ocasiones coincidieron en el voto con el grupo socialista.
El parecido a Europa se da entre el PP y la socialdemocracia, no entre el PP y los reformadores y conservadores europeos. Pero digámoslo una vez más, en los hechos la realidad no importa, lo que cuenta es el relato por muy falseado que esté si éste aporta votos. Es el caso de la demonización de Polonia hasta que ha cambiado de presidente que le ha acusado el anterior gobierno del partido Ley y Justicia de actuar sin consideración a la independencia judicial. Pero, he aquí, que gana las elecciones Tusk, del Partido Popular por cierto, con una coalición se carga literalmente a todos los directivos de los medios de comunicación públicos y decide desobedecer al Tribunal Constitucional porque sus decisiones no concuerdan con las del gobierno. Y la Comisión Europea no sólo no dice nada, sino que le otorga los fondos que anteriormente había suspendido al gobernar el partido de Ley y Justicia. No se trata de defender a estas formaciones. Se trata de señalar cómo se manipula sistemáticamente la realidad con la política europea hasta extremos escandalosos, cómo se ha hecho y se está haciendo en relación con la guerra de Ucrania.
No es una novedad, pero basta con recordar que a Obama, convertido en un mito por la progresía, le entregaron el Premio Nobel de la Paz al inicio de su mandato cuando aún no había hecho nada, pero después ha sido el único presidente que ha mantenido en EEUU a lo largo de sus 8 años de mandato en guerra en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. Pese a ello nadie le ha pedido que devolviera el Nobel de la Paz ni los 11 millones de coronas suecas del premio.
En todo esto existe una grave quiebra moral que afecta a nuestra sociedad, que es capaz de asumir cualidades inventadas y no reconocer lo que nos dicen los hechos. La construcción del relato, que en el caso de España tiene a Sánchez como un autor destacado, se fundamenta en la escasa capacidad de una parte de la sociedad de generar juicio propio y, por tanto, basta con generar emociones instantáneas provocadas por los medios para que sea posible asumir hechos increíbles como el del Premio Nobel de la Paz de Obama o que el sueño europeo nació del pensamiento ilustrado.