Las páginas de los periódicos en papel y de los digitales, los tiempos de las radios y las televisiones van llenos de la inhabilitación de Torra y sobre todo del tiempo preelectoral que ahora se abre hasta unas elecciones que se presupone que serán dentro de la primera quincena de febrero. Muchos meses de inestabilidad, de un gobierno partido por la mitad con un vicepresidente con funciones muy limitadas de suplencia del presidente.

Pero a pesar de toda la atención al tema, un factor determinante está siendo omitido de las informaciones y análisis. Se trata del riesgo probable que en el mes de febrero Cataluña esté sometida a una presión muy elevada de la pandemia, lo que condicionaría gravemente las elecciones.

Hay que partir de la situación actual y de la velocidad con que se ha producido la segunda oleada. Como ya hemos apuntado en otras informaciones, la situación en Cataluña está contenida, pero en unos niveles tan altos que cualquier circunstancia desfavorable puede disparar la propagación del coronavirus. Y esta circunstancia concreta es ahora meteorológica. La progresiva bajada de las temperaturas hará que las personas tiendan a evitar el exterior y a concentrarse en los hogares y en los locales. Imagínese un restaurante, un bar, con personas comiendo y bebiendo, hablando entre ellas y sin mascarillas. La posibilidad de propagación se multiplicará. Cuando haya elecciones estas circunstancias serán muy acentuadas y vendremos, además, de un período particularmente propicio al relajamiento y a las relaciones sociales, es decir, la Navidad. Este es un primer factor que hace temer ante el hecho de situar las elecciones en febrero.

Un segundo factor es la gripe. La vacunación se producirá con toda certeza dentro del mes de octubre y es una barrera importante pero limitada, porque lo habitual es que sólo se vacunen, y ni mucho menos todas, las personas a partir de una determinada edad y el personal sanitario. Si este año el plan de vacunación no es más extenso, si no se obliga a todo el personal sanitario, y las personas de las residencias no están todas vacunadas, el riesgo de combinar dos epidemias es evidente. El resultado salta a la vista: una presión desbordante sobre el sistema hospitalario. Si en épocas normales en el período más álgido de la gripe se saturan las urgencias, ¿qué puede pasar ahora, sobre todo si la Generalitat no adopta ya desde el momento actual medidas muy importantes para reforzar los CAP y el sistema de urgencias?

Y aún queda un tercer factor, que con la experiencia obtenida cada vez va emergiendo con más fuerza: la mascarilla. Pasado un primer periodo donde el gobierno español en general y el incombustible Dr. Simón en particular negaban la utilidad de la mascarilla, pese a la experiencia de los países asiáticos, ahora está fuera de toda discusión y su uso es imprescindible. Pero se hace evidente un segundo problema. No todas las mascarillas protegen por igual, y la forma en que pueden ser utilizadas representa un riesgo. En el caso de las mascarillas de tela, no todas son capaces de constituir una barrera frente al virus. Deben estar homologadas según la normativa UNE 00065, pero este requisito no se exige para la comercialización de los múltiples modelos de mascarilla que están a la venta. Y aun siendo así, esta barrera fundamental se hace más formal que real. Para sea útil debe llevar los filtros adecuados y debe ser lavada convenientemente. Aflora también un segundo problema, que lo mencionamos de paso porque no está en el eje del diagnóstico que estamos formulando: el abundante consumo de mascarillas no reutilizables está empezando a crear un problema con el medio ambiente.

Este problema de las mascarillas es tan evidente que la sanidad vasca ya ha vetado el acceso a sus centros al personal que lleve mascarillas de tela, siendo obligado el uso de las mascarillas higiénicas.

Hay que recordar que en las elecciones en el País Vasco y en Galicia, con una propagación de la enfermedad inferior a la que se puede esperar para el invierno, se adoptó la medida de dudosa constitucionalidad de impedir el voto a las personas en cuarentena. ¿Qué se haría en este caso en Cataluña? Este es un debate nada menor y que además tendría un impacto asimétrico, dado que dependería del grado de afectación en cada territorio. Pero es muy posible que los ámbitos metropolitanos y zonas de Barcelona como Nou Barris se vieran más afectadas que los ámbitos rurales o los territorios urbanos de rentas más elevadas. También podría producirse la circunstancia de que la situación fuera tan grave que no se pudieran celebrar las elecciones y entonces se multiplicara la incertidumbre y la falta de operatividad del gobierno.

Todas estas cuestiones deben ser conocidas por la opinión pública y deberían recibir una esmerada atención por parte del Parlamento de Cataluña si es que éste es capaz de volver a las épocas en que se producían debates de una cierta racionalidad.

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