Es una evidencia clamorosa que la polarización que registra la política también se traduce en la mayoría de medios de comunicación que han sustituido en gran medida al periodismo por el relato político favorable con su bando y destructor con los del bando contrario. Es una situación realmente preocupante que, por otra parte, deteriora el periodismo de los grandes medios de comunicación porque no tiene demasiado sentido pagar para que te laven el cerebro.
Un ejemplo de este tipo de proceder es el editorial del miércoles 13 de septiembre de El País “ Resistencia irresponsable ”, que carga sin miramientos contra la sentencia del juzgado contencioso administrativo que obliga a devolver la calle Consell de Cent a su situación previa por la gran ilegalidad del procedimiento adoptado, al trocear todo el proyecto en múltiples pequeñas partes y tramitarlas como un simple plan de obras en lugar de la modificación del plan general metropolitano que es lo que hace la peatonalización de la calle Consell de Cien. El País en línea con lo que nos ha venido ofreciendo sus colaboradores presenta la cuestión como un atentado propio del “negacionismo climático” dirigido a frenar la mejora de la calidad del aire y la lucha contra el cambio climático. Es demagogia en estado puro porque lo único que hace la sentencia es algo muy positivo, restituir la legalidad.
Como todos los argumentos que se están produciendo a favor del eje llamado verde de Consell de Cent, se plantea la cuestión en términos de grandes abstractos universales y se prescinde de lo concreto, porque la realidad, y se sabía de antes, es que:
1. No se puede realizar la transformación de un eje viario tan importante sin una previa adecuación del transporte público que permita absorber el impacto sobre los coches. Es evidente que existen muchos vehículos privados circulantes por el Eixample. Pero ello es por dos razones. Primera, porque es el área central de una región metropolitana de 5 millones de habitantes. Segunda, porque el transporte público no da las respuestas adecuadas a las necesidades de los ciudadanos. Los desplazamientos por el Eixample, como se constata fácilmente el domingo, están ocasionados por la actividad laboral y no puede suprimirse la circulación en una vía básica sin dar soluciones alternativas.
2. El resultado bien conocido de todos es el aumento de la contaminación del resto de calles y en particular en la calle Valencia. Con un agravante: cuando el paro de 2020, la mayoría de las calles del Eixample registraron condiciones de contaminación aceptable, salvo una parte importante de la calle Valencia que continuó en malas condiciones. Pues bien, este vial precisamente es el que ahora ha recibido los golpes de la supresión de la circulación por Consell de Cent.
3. Nadie está en contra, por el contrario, de mejorar la calidad del aire y facilitar los desplazamientos a pie por la ciudad. La cuestión es cómo. Y Colau ha fracasado rotundamente en este aspecto que es precisamente lo que diferencia a la buena de la mala política: cómo se hace. El propio creador intelectual de las manzanas de Barcelona, Salvador Rueda, ha criticado lo que ha hecho Colau. Simplemente porque está mal hecho. Jurídica, técnica y económicamente, porque gastarse 26 millones para hacer lo que ha hecho es una brutalidad.
4. Pero no es sólo la sentencia la que cuestiona el urbanismo de Colau y Janet Sanz. Cabe recordar que mucho antes de eso la comisión de urbanismo del propio Ayuntamiento de Barcelona, en diciembre de 2022 acordó suspender la continuación de las obras de la supermanzana hasta disponer de los estudios de tráfico e impacto ambiental y económico necesarios, que significaba, en definitiva, que no existía. Y aún antes de eso una encuesta en la que han participado 19.000 personas, impulsada por Construïm Barcelona, señalaba que sólo el 24% de los consultados eran favorables a la supermanzana, un 48% la veían como innecesaria y un 28% la consideraban demasiado radical. La oposición en el Eixample era prácticamente la misma que la media de la ciudad: 49 y 27% respectivamente. Sólo 1 de cada 4 vecinos era favorable al cambio. Por si fuera poco, Collboni, teniente de alcalde de Ada Colau durante todo este tiempo, cuando ha llegado a la alcaldía ya ha anunciado que no pensaba continuar la supermanzana y que la respuesta era recuperar los interiores de las manzanas del Eixample. Un programa detenido por Colau y que había tenido protagonismo en años anteriores a su mandato.
Hay muchas cosas que hacer que tienen efecto sobre la contaminación y el cambio climático que no tienen contrapartidas negativas y tienen efectos inmediatos. Por ejemplo, una tercera parte del impacto ambiental negativo de Barcelona es consecuencia de los taxis y vehículos de reparto. Impulsar su transformación en eléctricos era una medida eficaz que nunca se ha realizado. Como racionalizar la carga y descarga, transformar todo el transporte público de superficie en eléctrico. Son medidas urgentes y necesarias aumentar la superficie de verde de Barcelona, pero no pequeñas manchas rastreras como ha hecho Colau en Consell de Cent, sino con superficies foliares bien nutridas de arbolado. Transformar todas las plazas de Barcelona donde predomina la superficie dura, recuperar los árboles muertos en las calles de la ciudad, mejorar la situación de los parques y jardines existentes, llevar a cabo nuevos. Todo esto son medidas que además tienen el beneficio adicional de protegernos de las oleadas de calor. Nada de eso ha hecho Ada Colau.
El urbanismo que ha llevado a cabo, como se constata en el Eixample, en la Vía Augusta y en tantos otros lugares, sólo aumenta la contaminación. Porque lo que genera el impacto ambiental no es sólo la cantidad de vehículos circulando, sino el tiempo en que éstos lo están haciendo. Es evidente que los embotellamientos multiplican ese factor.
De todo esto El País no quiere oír hablar porque ya hace tiempo que ha abandonado la descripción de la realidad a favor del relato ideológico.