El terrible choque de la economía española

A diferencia del resto de las economías de Europa y los EE.UU., España es el único país donde la recuperación es incierta. Este hecho contrasta con las ya visibles dinámicas positivas que se observan en nuestro entorno económico. España, y de un modo particular Cataluña, ha sufrido y aún está en estado de shock. Esta crisis específica es consecuencia de que los sectores Covid, de la hostelería y todo lo demás relacionado con el turismo (comercio, transportes, actividades artísticas y recreativas) tienen un peso superior en España que en la UE. Representan el 28,5% del Valor Añadido Bruto (VAB) en nuestro caso, y el 22,4% en la UE. Pero es que además la contracción ha sido muy superior en Europa, que ha caído el 21%, mientras que en España lo ha hecho en un 39,3%.

Detrás de estas cifras hay no sólo un hecho estructural, sino también graves errores en la política gubernamental. Por un lado, el confinamiento más duro de toda Europa, que paralizó de lleno la actividad económica, pero luego, y a continuación, el contraste de un desconfinamiento rápido e improvisado, que ha liquidado la campaña turística de verano. Se pasó del negro al blanco a velocidad de la luz y se ha pagado el coste.

En este contexto los ERTE, un instrumento muy acertado, y las inyecciones de liquidez no son suficientes, y por sí solos no resuelven el problema, que se puede deteriorar a medida que avancen los meses, si no se resuelve una cuestión fundamental como es la incertidumbre de la pandemia y el deterioro de la confianza. Incluso las encuestas progubernamentales del CIS señalan que más de la mitad de la población española no confía en el gobierno en cuanto a sus políticas contra el coronavirus.

También influye que el impulso fiscal español ha sido insuficiente. Es el coste de haber entrado en crisis con el lastre de un elevado déficit público, que ahora se multiplica y que limita la respuesta gubernamental. La caída del consumo interno y el aumento del ahorro precisamente por las incertidumbres no ayudan a la recuperación.

Todo ello transforma el presupuesto en un ejercicio de precisión de relojería porque, por un lado, tiene que conseguir paliar los efectos más negativos y en especial evitar la quiebra de empresas viables, pero de otro debe tener el ojo puesto en el gasto y la contención del déficit, que no porque haya manga ancha puede crecer de manera indiscriminada. Esto quiere decir que por un lado se producirán importantes aumentos de gasto, pero por otro también se tienen que producir reducciones, no con afán de equilibrar el resultado, lo que ahora no toca, pero sí para evitar que el agujero del déficit coja ya en 2021 una dimensión desmesurada.

Basta observar las últimas previsiones del Banco de España, que empeoran las anteriores, y observar los dos escenarios que presenta en función de la pandemia, para darse cuenta de que la política del gobierno Sánchez desde el desconfinamiento de desligarse totalmente de la respuesta al Covid-19 puede acabar teniendo unos efectos perversos sobre la economía.

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