Ayer 3 de febrero, día de San Blas, el Congreso de los Diputados y el Parlament de Catalunya consiguieron superar las mejores parodias que ha aportado a la historia la política italiana.
Empecemos por el caso de Catalunya, donde una vez más la voluntad, no ya de enredar a los ciudadanos, sino de engañarse a sí mismos, hizo aflorar una sesión parlamentaria absolutamente esperpéntica. No tenían suficiente con hacer del parlamento la casa de las brujas y convertirlo a continuación en la casa de la señorita Pepis (Laura Borràs), decretando la suspensión de actividades, como si la institución que representa a todos los catalanes fuera de propiedad privada. No bastaba con todo esto, sino que debía llevarse a cabo una extraña parodia que, a la vez que se quería hacer ver que se desobedecía a la Junta Electoral Central, que ha ordenado la retirada del acta del diputado de la CUP Pau Juvillà, en realidad se aplicaba esta medida dejándolo sin presencia ni voto.
La CUP se ausentó, indignada, y esta vez tenía razón. Como es sabido la JEC determinó la suspensión de este diputado y la mayoría independentista del Parlament rápidamente declaró que no lo aceptaría, pero claro, llevar a cabo esta decisión significaba, para empezar, que Borràs y los miembros de la mesa cayesen bajo la picota de la desobediencia y, por tanto, inhabilitados políticamente para ejercer sus cargos. Y nuestros atrevidos independentistas no están obviamente por ese sacrificio.
En definitiva Borràs ha hecho lo mismo que tanto criticaron a JxCat cuando el presidente del Parlament era Roger Torrent y no quiso desobedecer manteniéndole el derecho al diputado, entonces presidente de la Generalitat, Joaquim Torra. La parodia se sustanció en estos términos. Por un lado, la comisión del estatuto de los diputados acordó el miércoles que avalaba mantener el escaño en Pau Juvillà mientras el TS no se pronunciara sobre el recurso presentado (obsérvese que incluso en este caso no había una desobediencia final, sino matizada a lo que decidiera la justicia española, en último término el TS). Pero al mismo tiempo y antes del pleno, la mesa del Parlament presidida por Borràs, denegó el voto delegado de Juvillà y además el diputado ni siquiera fue convocado en el plenario. La denegación del voto delegado se hizo no formalmente para obedecer a la JEC, sino por razón del artículo 16.1 del Parlamento que señala que cuando hay conflicto de intereses en un tema porque el diputado tiene un interés personal, no debe intervenir en esa cuestión. Es una forma como otra de hacer pasar gato por liebre. Naturalmente, el sainete no ha terminado.
Más importante ha sido, por la cuestión que trataba, la otra comedia que se operó en el Congreso de los Diputados. Por la mañana de ayer mismo, el diario de mayor tirada de Catalunya titulaba «Sánchez llega a una mayoría absoluta sin ERC para avalar la reforma laboral«. Podemos decir que era un titular casi al dictado de la imagen que el gobierno quería dar de la sesión de ayer. Pero la realidad fue mucho más penosa y es bien conocida, la reforma laboral impulsada por el gobierno, bajo el liderazgo de Yolanda Díaz, y el acuerdo de la gran patronal, CCOO y UGT, logró ser aprobada por un pírrico voto de diferencia (175 a 174), provocado por el error de un diputado del PP que además había reiterado sus errores a lo largo de la tarde. Por tanto, ni mayoría absoluta ni una clara victoria a favor de la reforma laboral, porque por la banda izquierda y la derecha se opusieron.
Las imágenes gráficas de las expresiones de Sánchez y sus dos vicepresidentas, cuando en primera instancia la presidenta de la cámara, Meritxell Batet, dio por derrotada la iniciativa era digna de pasar a la historia, al igual que la sobre reacción de alegría posterior cuando la misma Batet notificó que sí que se había aprobado, después de recibir la indicación de los servicios técnicos de la cámara. Y aquí es donde entra en juego el voto equivocado del diputado del PP, porque los dos votos asegurados de la Unión del Pueblo Navarro, representado por Sergio Sayas y Carlos García Adanero, a la hora de la verdad, en lugar de apoyar al sí” pasaron a la oposición.
Ésta, digamos “revolución”, es consecuencia del pacto que el jefe de UPN había hecho con el ministro de presidencia, Félix Bolaños: sus 2 diputados votaban a favor del gobierno a cambio de que los socialistas apoyaran al alcalde de Pamplona que gobierna con minoría. Pero ese cruzado mágico entre una administración local y el Congreso de los Diputados no funcionó, porque los diputados de la UPN quisieron votar a conciencia. Un hecho insólito en un Congreso, y que debe ser celebrado porque no hay nada más triste que ver cómo los diputados no son más que cifras detrás de una decisión que toman las élites de cada partido, de acuerdo con los intercambios de poder. Porque aquí, cabe subrayarlo, lo que se intercambiaba era poder, y el tema en sí mismo, la reforma laboral, importaba poco. La dirección de la UPN les garantizaba la estabilidad en la alcaldía de Pamplona y el gobierno tenía la mayoría absoluta sin necesidad de ERC, como anunciaba equivocadamente el titular del gran diario catalán.
Hay que echar un vistazo al diputado del PP que, con su error, ha montado toda esta escandalera. Se trata de Alberto Casero que esa misma tarde en el plenario del jueves, ya votó en dos ocasiones de forma contraria a su grupo. Una en relación con el proyecto de ley para su tramitación por el procedimiento de urgencia del real decreto sobre la reforma laboral. El PP lo hizo a favor, y Casero votó «no». Pero, además, también lo hizo en sentido contrario, y en uno de los puntos de la moción del PP sobre la observancia constitucional del programa legislativo del gobierno.
Cabe recordar que en el voto telemático se debe pulsar el botón dos veces y, por tanto, se trata de errores contumaces. El hecho de que Alberto Casero ayer por la tarde hiciera un récord de este tipo de errores, es para hacérselo mirar. Es cierto que se dirigió rápidamente al Congreso intentando hacer constar que no funcionaba bien el sistema de votación, y ésta es la cuestión del momento presente por la que el PP presentará recurso al TC. Parece difícil que prospere, porque, una vez el voto se ha emitido, es definitivo, si bien existe el pequeño resquicio de los dos errores absurdos previos que Casero cometió la misma tarde. Claro, también puede tratarse de unos actos de incompetencia manifiesta, pero en todo caso esto ya se verá. Alberto Casero es actualmente miembro del aparato del partido de la calle Génova, pero antes fue dos veces alcalde de Trujillo y siempre por mayoría absoluta. Por tanto, tiene experiencia en gestión y puede ofrecer unos resultados más que aceptables.
Sea como fuere, la política en el Congreso permite salvar los muebles a Sánchez, si bien dejan muy tocada la pregonada estabilidad, como afectada queda la fuerza del liderazgo de Yolanda Díaz, que demuestra considerables debilidades a la hora de culminar la reforma laboral. También queda en cuestión el peso político real de los sindicatos y la patronal, que no son capaces de decantar claramente la balanza parlamentaria. Se muestra la incapacidad del PP para forjar alianzas con terceros, y este hecho debilita su opción de gobierno en un parlamento fragmentado, quedando en evidencia que en el gobierno hay dos bloques que a la larga no parecen compatibles: el del propio PSOE y el que configuran UP y sus aliados más radicales de Bildu y ERC.