Los hechos demuestran que Barcelona tiene graves dificultades para recuperar la normalidad económica. El sistema de datos Pulso, que permite seguir la actividad comercial casi en tiempo real, señala con claridad el problema en el que está inmersa la capital de Cataluña.
Comparando los últimos siete días con los del mismo período del año anterior, la actividad comercial de Barcelona está al 63%. Esta cifra media expresa realidades muy diferentes: en el caso de la alimentación, la recuperación se ha producido sobradamente y el índice actual es del 118%, por lo tanto claramente superior al mismo periodo de 2019. Sobre todo mejora el pequeño comercio, que llega al 123%.
En otros términos, se ha producido un desplazamiento de las compras hacia el comercio de barrio, pero la contrapartida de esta buena noticia es que el resto ha disminuido muy sustancialmente. Las cafeterías están al 60%, y los restaurantes aún lo pasan peor, porque apenas llegan al 45%. Claramente estos dos sectores registrarán las mayores pérdidas y también el mayor número de cierres.
Pero también afecta negativamente a otras actividades, como es la electrónica, ya que la gente compra menos y ahora está al 87%. En el sector de la ropa el varapalo también es muy fuerte, un 52% de actividad, y aquí se producirán también bajas importantes. Salud y belleza (perfumerías, peluquerías, etc.) están a un 78%. Tampoco han logrado recuperarse del todo. La salud ha ido ganando terreno, porque lo había pasado mal y ahora se encuentra en el 98%, por tanto casi totalmente normalizado, y es el segundo sector mejor situado después de la alimentación. Y, finalmente, el importante paquete del resto de otros tipos de comercios, que está al 69%.
No parece que lo que queda de julio (los datos expuestos comprenden hasta el 21 de este mes) y lo que haya de agosto pueda resolver esta situación. Por tanto, entraríamos, pasadas las vacaciones, al inicio del otoño en una Barcelona muy tocada económicamente. De lo que haga el Covid-19 cuando comience el frío y de la capacidad de las autoridades sanitarias para frenarlo dependerá que Barcelona caiga en una crisis histórica como nunca desde después de la Guerra Civil.