El poder trans o quien manda en nuestra sociedad

Se decía del franquismo que era un estado de leyes, pero no de derechos, porque existían leyes que regulaban los derechos, pero su aplicación era asimétrica. Unos grupos tenían en la práctica más derechos que otros. Este fenómeno sucede cuando existen regímenes ideológicos y desde el Estado se privilegian determinadas doctrinas que se traducen en políticas de trato desigual.

Hoy en día el poder social y cultural; por tanto, político, en España y de una manera muy acusada en Cataluña, está en manos de tres grupos: el feminismo de género, el homosexualismo político de las organizaciones de gays y lesbianas y las organizaciones trans, muy agresivas en su presencia pública desde que UP está en el poder y las fomenta. Porque la verdad es que en todos los casos estas organizaciones y planteamientos son fuertes social y culturalmente en la medida en que el gobierno de turno les otorga en todos los ámbitos un trato de privilegio, que convierte en dominantes sus puntos de vista. Por tanto, no es que representen al grueso de la sociedad porque son organizaciones muy minoritarias como lo revelan su estado de cuentas, pero tienen a su favor el poderoso viento de quienes gobiernan.

Un caso reciente se ha producido en Barcelona. El pasado lunes se presentaba un libro que ha generado mucho interés, editado por Planeta, «Nadie nace en un cuerpo equivocado» de José Errasti y Marino Pérez Álvarez, ambos profesores de psicología. Estos dos académicos iban a presentar su obra en la Casa del Libro de Barcelona, ​​pero no pudieron hacerlo por los altercados que provocaron la denominada “Llamada LGBTI” que calificó el libro de “transfóbico”. En realidad es un trabajo de base académica en el que se explica un hecho bien conocido, que es que el denominado transgénero obedece a problemas que en muchos casos se resuelven con la adecuada atención médica. Pero esta afirmación, que es la científicamente correcta, es anatema por quienes defienden el movimiento trans que consideran que ellos configuran una identidad sexual como cualquier otra.

Tuvieron que acudir los Mossos d’Esquadra para intentar evitar que el grupo de manifestantes entraran violentamente en la librería. Su agresividad fue tan notoria que los Mossos tuvieron que efectuar varias cargas para evitar la invasión por la fuerza e incluso en algún caso tuvieron que utilizar sus defensas. La librería, que ya había sido amenazada con ser quemada, suspendió el acto. Los organizadores, la Llamada LGBTI, expresó que “lo habían conseguido” y que no estaban dispuestos a tolerar “más violencias LGBTI-fóbicas ni discursos transfóbicos ni LGBTI-fóbicos”. La libertad de expresión, incluso el rigor académico, es considerado por estos grupos como fobias. Todo lo que no coincide con sus puntos de vista es fóbico y debe ser perseguido, censurado y, en su caso, violentamente impedido. Su perspectiva demencial se multiplica cuando los propios convocantes señalaron que quienes más les oprimen son la iglesia, la UE y el gobierno central; así que las subvenciones que ahora tienen no son suficientes.

Esa progresiva intransigencia y violencia de estos grupos es incompatible con una sociedad democrática, ésta es una evidencia. Pero a la vez desde el poder se incentiva.

Es el caso de la Generalitat que ha otorgado el 33 Premio Internacional Cataluña a Dª. Judith Butler que pertenece al género no binario. Butler es, como si dijéramos, la Lenin de los movimientos de este tipo a través de su visión de la perspectiva de género a través de la teoría queer . Entre otras cosas defiende que es necesario implantar el transgénero desde la infancia y que es necesario hacer que los niños y niñas decidan si están de acuerdo o no con el cuerpo que tienen. Considera que no es importante «a partir de qué edad puede un adolescente decidir emprender el cambio, sino que no sean objeto de tratamiento médico aquellos que deseen cambiarse». Ésta es una de las cuestiones fundamentales en las que se fundamentan todos estos grupos: evitar la presencia de la racionalidad científica porque ésta es incontable con sus presupuestos.

Es lo que ya han conseguido los grupos homosexuales al vetar las ayudas a las personas que quieren revertir su homosexualidad, con lo que, desde un punto de vista evolutivo el heterosexual puede convertirse en homosexual, y además es celebrado este cambio, pero el homosexual no puede explorar los caminos que le puedan conducir a la heterosexualidad porque lo prohíbe la ley. Este planteamiento es científicamente un absurdo, pero es lo que ya consagra la normativa española.

Butler ha tenido éxito en trasladar sus propias cuestiones personales, «lo personal es político», en el ámbito colectivo, como lo demuestra una afirmación que no tiene ninguna validación académica, la de que a las personas les resulta difícil habitar en su propio cuerpo. Esta forma de pensar ha contribuido de forma acelerada a crear problemas y frustraciones en el mundo de los adolescentes y los jóvenes, que en su fase de crecimiento evidentemente tienen problemas de ajuste y de disconformidad con su propio organismo.

Unos se encuentran demasiado gordos, otros demasiado delgados. La anorexia, tan extendida, forma parte de ese daño psicológico que esta visión genera sobre el cuerpo humano. Butler defiende que las mujeres no tienen por qué casarse, algo que nunca ha sido una obligación, que pueden reproducirse fuera de la familia y ser lesbianas. También aquí está reproduciendo su pauta personal porque ella vive en una relación lésbica. El problema de fondo es que estas concepciones han logrado arraigar gracias a la ayuda del poder y crean una difícil situación por la inestabilidad y el conflicto que generan.

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