En el último pleno del Parlamento, que fue un preludio de la campaña electoral, Aragonés fue especialmente insistente en dos puntos. Lo que su partido quería llevar a cabo la «gestión del mientras tanto» y gobernar con eficiencia, y que el balance de lo que se había hecho hasta ahora era positivo. Sobre esta última consideración no vale la pena dedicarle demasiada atención. Basta remitirse a los estudios del CEO de la Generalitat para constatar cómo, encuesta tras encuesta, el gobierno de Cataluña suspende sistemáticamente en la valoración de los ciudadanos. Nunca la Generalitat había tenido tanto descrédito por la forma de gobernar y esta evidencia no la puede maquillar ni siquiera el Centro de Estudio de Opinión de la misma casa. Por lo tanto, la primera breve barrera que separa a ERC de lograr el título de eficaces gobernantes es la de la credibilidad. No lo han sido. Ellos fueron la principal causa del desorden en que terminó el tripartito, arrastrando con él la figura de Pasqual Maragall y que una persona tan sensata como Montilla a duras penas consiguió embridar. Y ahora, con su nueva partición gubernamental han conseguido demostrar sencillamente que no saben. Al Homrani, Vergés, Bargalló y el mismo Aragonés han demostrado puntos de incompetencia excesiva y otros sencillamente serias limitaciones. Bargalló y el mismo Aragonés han demostrado puntos de incompetencia excesiva y otras sencillamente serias limitaciones.
Pero, por si el pasado reciente no fuera una dura losa, ahora un nuevo asunto compromete la gestión de las áreas de ERC. Se trata del escándalo de las residencias de Tremp y Terrassa. En la primera, la de Tremp, la tragedia es de una brutalidad terrible. Ya son 58 muertos. Y en Terrassa ha comenzado un nuevo asunto, de momento en un estadio inicial. ¿Cómo es posible que la residencia de Tremp, que permaneció intocada durante la primera ola, la que hizo más estragos, ahora se haya convertido en un foco de muerte tan grande? ¿Qué ha cambiado?
La Generalitat intenta quitarse las responsabilidades de encima y ha abierto un expediente sobre la residencia. Nada que decir. Pero, en cualquier caso, este asunto no puede ocultar su responsabilidad bien concreta: el traslado de personas mayores que era portadora conocida de la Covid-19 de otras residencias a esta. Esta decisión, que corresponde a un plan concreto de la Generalitat, también se ha llevado a cabo en Terrassa donde ya se han producido los primeros casos. Ha sido la estrategia del departamento de Salud, que dirige Vergés, con la conformidad del vicepresidente Aragonés, de trasladar de una a la otra residencia personas contaminadas, en vez de aislarlas en lugares exclusivos para ellos. Precisamente escogieron Tremp porque era un centro «limpio» de virus. El problema es que lo introdujo la propia Generalitat con los traslados, ignorando que una residencia no está pensada para llevar a cabo confinamientos eficaces ni tiene el personal especializado necesario, ni asistencia médica, ni dispone de los medios que pueden proteger a los cuidadores. Este es un hecho bien conocido, y no se entiende como la Generalitat ha optado por esta medida.
El caso está siendo investigado por la fiscalía, que antes o después encontrará la relación estrecha que existe entre el traslado de enfermos y la explosión de muertos en la residencia de Tremp. Mientras tanto, se ha convocado una manifestación de responsables de residencias y familiares para pedir que la Generalitat detenga de manera inmediata este plan de traslados, que sólo consigue extender la enfermedad en lugar de controlarla. ¿Cómo se puede hablar de la «gestión del mientras tanto» cuando es ilimitada la capacidad de cometer estragos?
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