Una Alemania en crisis concurre a unas elecciones anticipadas este domingo. La decisión fue tomada hace meses por el canciller Scholz al constatar las dificultades de gobierno que formaba en coalición con los verdes, después de haber expulsado del gobierno a los liberales, por su oposición a las políticas económicas.
Cuando el canciller socialdemócrata convocó las urnas, sabía que era prácticamente imposible que repitiera como primer ministro, según la coincidencia generalizada de las encuestas.
Alemania concurre a estas elecciones con un marco inédito. Por un lado, vive inmersa en una crisis económica que no es de naturaleza coyuntural, sino que cuestiona fuertemente toda la base y la estructura productiva de ese país, que sigue siendo el líder económico de Europa.
Esto es algo extraordinario. No es la primera vez que Alemania sufre una crisis importante, pero sí es la única que afecta profundamente a sus estructuras productivas, su retraso tecnológico, el coste de la energía y las dificultades para exportar, cuando ésta ha sido siempre una gran carta a jugar.
Por si fuera poco, la política transgresora de Trump ha revolucionado el campo magnético que guiaba a Alemania en su política internacional y europea: la existencia de una sólida alianza atlántica y de un paraguas militar protector. También de una identidad de criterios y objetivos con la administración de Washington. Todo esto ha saltado por los aires.
Su aliado básico tradicional, Francia, gobernada por Macron, se encuentra en horas bajas, viviendo una crisis institucional como nunca había tenido la Quinta República, que mantiene una ficción representativa en el Parlamento fruto del sistema mayoritario a doble vuelta. Porque con cualquier otra modalidad mayoritaria o proporcional, quien estaría en el gobierno sería el partido de Le Pen.
En este contexto, los datos de las dos últimas encuestas realizadas los días 20 y 21 ofrecen el siguiente resultado: la victoria será para la CDU y la CSU, la Democracia Cristiana alemana y bávara. Su margen se mueve entre un 28 y un 31%.
Si el resultado bascula hacia el mínimo del margen, será malo. Si supera el 31%, será extraordinariamente bueno y posiblemente indicará que Alternativa por Alemania, el partido de la extrema derecha, se ha desinflado, lo que en estas dos últimas encuestas no aparece por ninguna parte, ya que le sitúan sólidamente asentado en un mínimo del 20% e incluso puede llegar al 21%. Si superara esa última cifra, sería difícil no asumir que debe existir algún tipo de pacto entre los dos primeros partidos.
La socialdemocracia no ha logrado remontar y ha pagado la factura de no haber gobernado bien. Se mantiene entre el 15% y el 16%, una cifra que ya llevaba tiempo anunciándose.
Por su parte, los verdes se sitúan entre el 14 y el 13%. Estas pequeñas diferencias de un punto entre ambos partidos no son banales, porque no es lo mismo que su suma supere a la de la CDU-CSU o que se sitúe por debajo. No es que tengan posibilidades de formar gobierno, pero simbólicamente marcarían una igualdad entre los democristianos, futuros gobernantes, y quienes han gobernado hasta ahora.
Die Linke, «La Izquierda«, se mueve entre el 6%, que sería un resultado discreto, y el 8%, que le aseguraría un buen papel electoral.
Y aquí acaba la representación, que se limita a 5 partidos, lo que puede traducirse en un peso notable para la extrema derecha, ya que puede tener en proporción más escaños que votos, dado que éstos se repartirán entre los partidos con representación. Esto es así porque la legislación establece la necesidad de alcanzar al menos el 5% de los votos.
Ni los liberales ni el otro partido de extrema izquierda, BSW, pero antiinmigración y partidario de llegar a acuerdos con Rusia, alcanzan ese umbral. La encuesta de última hora les da a ambos un 4,5%, es decir, que están cerca, y si lograran representación parlamentaria tampoco sería una gran sorpresa.
A todo esto, cabe añadir que en el sistema electoral alemán el elector tiene dos votos: uno que apunta a una lista de partido común en toda Alemania y cuyos escaños se reparten de acuerdo con el número de votos obtenidos, pero la otra mitad aproximadamente de la Cámara se elige en pequeñas circunscripciones individuales por sufragio directo, es decir, en un sistema mayoritario puro como el que existe, por ejemple, en el Reino Unido.
Esto puede hacer que una persona vote una lista política de un partido y un candidato que no es de ese partido en su circunscripción. Es una posibilidad, pero en la práctica no se da mucho. Si un partido no llega al 5%, pero tiene 3 representantes por vía directa, entonces obtiene una representación parlamentaria adicional proporcional al número de votos que ha conseguido.
El cordón sanitario hacia la extrema derecha hace que, con estos resultados, sea previsible una vez más la formación de una gran coalición entre democristianos y socialdemócratas, una fórmula recurrente que algunos analistas critican por considerar que está en la raíz del inmovilismo tecnológico y económico de Alemania.
Si así fuera, la oposición quedaría en manos de ambos extremos: Alternativa por Alemania y Die Linke, lo que tampoco sería un escenario excepcionalmente bueno, pese a que su peso parlamentario sería tan pequeño que el gobierno mayoritario funcionaría con una gran placidez parlamentaria, lo que le permitiría desarrollar las políticas que considerase adecuadas, en la medida en que socialdemócratas y democristianos se posieran de acuerdo en el gobierno.
