En Cataluña, hablar de familia es casi un tabú político. Pero el silencio ya no es una opción. La tasa de fertilidad ha caído a los 1,1 hijos por mujer, apenas la mitad del mínimo necesario para garantizar el reemplazo generacional (2,1). No se trata de una alarma ideológica, sino de una realidad matemática: una sociedad que no se reproduce, se extingue.
la familia catalana está abandonada institucionalmente.
Y, sin embargo, Cataluña no tiene una ley integral de familia. A pesar de disponer de competencias plenas en la materia gracias a su Código Civil propio, el Govern ha optado durante décadas por relegar esta política estructural a una ley insuficiente y una amalgama dispersa de ayudas parciales, mal coordinadas y peor financiadas. Resultado: la familia catalana está abandonada institucionalmente.
Una crisis demográfica sin precedentes
Los datos son inequívocos. Cataluña tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa Occidental. No solo se tienen menos hijos, sino que las familias son más frágiles: más inestables, más solas, menos protegidas. Los matrimonios disminuyen. Las uniones sin compromiso aumentan. Y, con ello, también los costes públicos derivados de esa inestabilidad: fracaso escolar, pobreza infantil, salud mental, dependencia.
invertir en familia no es un gasto, es una inversión de alto retorno.
Se podría pensar que es una cuestión cultural. Ciertamente tiene mucho de esto, pero no se puede utilizar como coartada para la inacción. Cuando se analiza el impacto económico de la estructura familiar —como ha hecho la OCDE o el Banco de España— se observa que las familias estables y abiertas a la descendencia son generadoras netas de capital humano, ahorro, cohesión social y sostenibilidad fiscal. Dicho de otro modo: invertir en familia no es un gasto, es una inversión de alto retorno.
ROI público: cada euro invertido, retorna
El ROI (Return on Investment público) es el retorno económico o fiscal que obtiene el Estado por cada euro invertido en una política pública. Si el ROI es mayor que 1, significa que la inversión pública se recupera con creces y es fiscalmente rentable.
Según los últimos estudios de la OCDE, las políticas familiares bien diseñadas tienen un retorno fiscal neto positivo. Por ejemplo:
- Una red universal de educación 0–3 años tiene un ROI de 1,35 € por euro invertido.
- Una bonificación a la Seguridad Social por tercer hijo retorna 1,22 €.
- Incluso una simple deducción fiscal por hijo da más de lo que cuesta. Y son cifras de retorno muy elevadas de un 25%-35% y más.
Es decir, no se trata solo de ayudar a las familias, sino de sostener la base fiscal del futuro. Porque sin nacimientos, no hay trabajadores. Sin trabajadores, no hay impuestos. Y sin impuestos, no hay Estado del Bienestar… y la inmigración no lo suple, ni aporta el mismo valor económico.
Cataluña tiene los instrumentos… pero no la voluntad
La paradoja catalana es flagrante: dispone de instrumentos normativos exclusivos, como su propio Código Civil, que le permiten legislar en materia de familia con mayor autonomía que la mayoría de regiones europeas. Pero esa autonomía no se ha traducido en acción política. Ni en apoyo económico suficiente. Cataluña invierte menos del 1,1 % de su PIB en políticas familiares. Muy por debajo de países con tasas de fecundidad mucho más saludables, como Francia o Suecia.
Mientras tanto, la natalidad se desploma, los hogares con hijos se empobrecen, y la política de familia sigue siendo la gran ausente del debate público.
Menos familia, más gasto público
La erosión de la familia no se compensa con servicios sociales. La sustituye, pero a un coste mucho mayor. El Estado debe intervenir allí donde antes llegaban redes naturales de solidaridad, cuidado y transmisión de valores. Eso significa más gasto público en dependencia, educación compensatoria, salud mental, pobreza infantil, justicia juvenil…
La familia es una infraestructura invisible, pero crítica. Cuando funciona, todo el sistema gana eficiencia. Cuando se degrada, el coste de transacción institucional se dispara.
Justicia intergeneracional: el desafío del relevo
No se puede sostener un sistema de pensiones, sanidad y servicios públicos si la base demográfica colapsa. La estructura por edades de Cataluña se ha invertido. Los jóvenes son menos, con menos ingresos y menos expectativas. Las parejas retrasan —o directamente descartan— tener hijos. Y la política pública se resigna.
Esta inercia no es inevitable. Es una decisión. Y puede ser corregida.
Una Ley Integral de Familia en Cataluña
Cataluña necesita una Ley Integral de la Familia que reconozca, proteja e impulse su función social y económica. No una ley ideológica ni moralizante, sino una ley inteligente, orientada a resultados:
- Reconocimiento legal y simbólico
- Declarar a la familia como infraestructura económica esencial.
- Establecer un principio de impacto familiar en toda normativa autonómica.
- Apoyo directo
- Deducciones fiscales por hijo desde el primer euro.
- Bonificaciones a empresas que favorezcan conciliación y horarios familiares.
- Red de educación 0–3 años universal, con financiación garantizada.
- Renta universal por familia en proporción al número de hijos
- Refuerzo del vínculo
- Incentivos al matrimonio y a la estabilidad conyugal con impacto fiscal.
- Programas de educación parental y acompañamiento a familias vulnerables.
- Evaluación y gobernanza
- Agencia de política familiar con capacidad presupuestaria.
- Indicadores anuales de impacto: natalidad, pobreza infantil, capital humano.
Conclusión: Cataluña, a tiempo de liderar otra vez
Cataluña ha sido, históricamente, tierra de innovación institucional. Pionera en educación, sanidad, cooperativismo y derechos sociales. Hoy, tiene la oportunidad de volver a liderar. De asumir que sin familia no hay futuro, y que una política moderna empieza por reconocer lo evidente: una sociedad fuerte solo se construye sobre familias fuertes.
No se trata de nostalgia, ni de moral, que también se vería beneficiada. Se trata de economía, de justicia y de sentido común.
La familia es una infraestructura invisible, pero crítica. Cuando funciona, todo el sistema gana eficiencia. Cuando se degrada, el coste de transacción institucional se dispara Compartir en X