El Consejo de Gobierno del BCE se ha reunido el 16 de diciembre en Frankfurt para decidir que no sube los tipos de interés y que se tomará su tiempo antes de retirar las intervenciones en el mercado en forma de estímulos monetarios, aunque la inflación en la Eurozona haya llegado al 5% y que se vean subidas de tipos de interés por parte de bancos centrales tan importantes como los de Inglaterra, Noruega o Estados Unidos. Los bajos tipos de interés continuarán siendo el apoyo vital para contener los costes financieros de los países endeudados del sur de la Eurozona -como España, Italia o Grecia- y las bolsas lo han celebrado.
El BCE, tras constatar que el crecimiento económico se ha moderado en la Eurozona en el último trimestre del año, ha decidido que no subirá los tipos de interés en un horizonte inmediato y que la retirada de los estímulos en vigor que permiten la financiación baratísima de los Estados -y, en menor medida, de empresas y familias- será muy gradual. El BCE cree que la situación de la Eurozona todavía necesita una política fiscal expansiva. Considera que la recuperación es incompleta y ahora sometida a la amenaza de la variable ómicron del coronavirus. El BCE sigue culpabilizando principalmente a elementos externos la subida de la inflación y no quiere oír hablar de ligar inflación y subidas salariales para evitar convertir la inflación en un fenómeno estructural.
La presidenta del BCE, la francesa Christine Lagarde, ha declarado que la retirada de estímulos se hará con “flexibilidad” y que “la política expansiva se irá aflojando progresivamente”
De esta manera intenta contentar tanto a los países del norte (“halcones”) como a los del sur (“palomas”) de la Eurozona. Así, el BCE ha decidido que el Programa de Compras contra la Pandemia (PEPP, siglas en inglés), que está movilizando 1,85 billones de euros a favor de la economía a través de compra de bonos soberanos y corporativos, finalizará el mes de marzo del próximo año. El BCE no lo prorrogará con nuevos recursos, pero reinvertirá el dinero de los bonos que se vayan amortizando hasta 2024. Esto por sí solo garantiza estabilidad en el mercado de la deuda. Pero todavía hay más.
Antes de la covid, el BCE ya tenía un programa ordinario de estímulos (APP, siglas en inglés) que quedó en un segundo plano con la llegada del PEPP. Pues bien, coincidiendo con el fin del PEPP, este programa ordinario duplicará el importe mensual de compras de deuda hasta los 40.000 millones en el segundo trimestre de 2022, bajará a 30.000 millones en el tercer trimestre ya 20.000 millones en el último trimestre del año que viene. Este programa acumulaba en el mes de octubre de 2021 más de tres billones de euros. El BCE cree que con estas medidas debe producirse «una transición ordenada» hacia una nueva política monetaria.
El BCE ya había decidido el pasado mes de septiembre relajar su programa de compras. Ahora está adquiriendo cada mes 80.000 millones de euros en deuda, de los que 60.000 corresponden al PEPP y 20.000 a la APP. Tras la fortísima caída del PIB de la Eurozona de un 6,3% el pasado año, el BCE espera que la Eurozona crezca un 5,1% este año y un 4,2% en el año 2022.
La realidad subyacente es que el BCE es el banco central de 19 Estados con características económicas muy diferentes. No son evidentemente lo mismo los mercados de deuda pública de España (130% del PIB de deuda), Italia (160%) o Grecia (200%) que los de Alemania u otros países del centro y norte de Europa ( menos del 70%).
Con un balance de 8,5 billones de euros, casi el doble que a principios de 2020, el BCE tiene comprometido el 81% del PIB de sus Estados miembros. Seguirá imprimiendo billetes a toda máquina por lo menos un año más. Y con tipos de interés al 0%. Todo sigue, por tanto, más o menos igual después de las decisiones del 19 de diciembre.
En contraste con la política del BCE, la lista de bancos centrales que están subiendo los tipos de interés se hace cada vez más larga.
El Banco de Inglaterra subió el 16 de diciembre 5 puntos básicos hasta alcanzar un 0,25%, mientras que el Banco de Noruega lo hacía hasta un 0,5%. Anteriormente, los habían subido los bancos centrales de Corea del Sur, Nueva Zelanda, Perú, Colombia, Chile, República Checa, Sudáfrica, México, Rusia y Brasil. El Banco de Japón también ha optado por empezar a relajar sus compras de deuda. La lucha global contra la inflación -y en algunos casos contra la fuga de capitales- irá provocando un encarecimiento progresivo del precio del dinero, pero el miedo al estrangulamiento de la recuperación invita a los banqueros a la prudencia.
La inflación en Noruega alcanzó el 5,1% en noviembre, lo que ha hecho declarar al presidente de su banco central lo siguiente: “Tenemos una considerable incertidumbre sobre la pandemia y sus efectos sobre la economía, pero si ésta avanza según las proyecciones, los tipos de interés probablemente volverán a subirse el próximo mes de marzo, y si hay perspectivas de una inflación alta persistente, los tipos de interés se subirán aún más rápidamente“.
En Estados Unidos, el nivel de precios es cercano al 7%, el mayor registrado en cuarenta años. En la última reunión de la Reserva Federal, presidida por Jerome Powell, antes de finales de año, la institución reflejó el miedo a una inflación más persistente que la admitida hasta ahora. Dio a entender que la transitoriedad hasta ahora proclamada, que permitía una mayor laxitud en el proceso de retirada de estímulos y posterior subida de tipos, se había acabado. «La economía ya no necesita tantos estímulos con los altos niveles de inflación existentes», ha declarado Powell.
La Reserva Federal ha cambiado de marcha, algo que no ha hecho el BCE, y se apresura a poner fin a los estímulos, al menos antes de lo esperado. El punto de partida son los 120.000 millones de dólares mensuales que ha ido destinando a la compra de bonos y cédulas hipotecarias, un medio para proveer de liquidez al mercado y estimular su recuperación. Pese a que hace un mes el objetivo implicaba reducir las inyecciones de liquidez a razón de 15.000 millones de dólares, ahora se reducirán el doble de lo previsto, hasta 30.000, lo que hará que el programa pueda acabar en marzo del año que viene. Con carácter adicional, al final de la retirada de estímulos seguirán tres subidas de tipos el próximo año, ahora situados en un rango de 0 a 0,25%. La primera podría ser tan pronto como el próximo mes de marzo. Posteriormente, llegarían nuevas subidas hasta situar los tipos en un 2,25% a finales de 2024.
Como se ve, los bancos centrales van entrando en la era pospandemia a distintas velocidades.
Estados Unidos quiere subir los tipos de interés para controlar la inflación, mientras que Europa ni se lo plantea. Según el prestigioso economista Paul De Grauwe, profesor de London School of Economics y ex asesor de la Comisión Europea, “la situación es muy distinta en Estados Unidos y en Europa; Estados Unidos recuperó los niveles de PIB previos a la pandemia a principios de año, allí la tasa de paro es del 4% y la inflación se acerca al 7%; Europa, sin embargo, sigue más retrasada; la Reserva Federal debe actuar para impedir una espiral inflacionista, pero los temores a la inflación en la zona euro son temporales y se irán ralentizando a lo largo del próximo año, por tanto, no hay motivo para subir los tipos de interés, sino que puede actuar sólo reduciendo compras de activos financieros“.
El BCE es, por ahora, el único banco central que está aguantando el pulso a la inflación sin endurecer significativamente su política monetaria.
En España, queda por ver el impacto, de momento, del giro, prudente y suave, que ha dado el BCE el 19 de diciembre, un giro que “aprieta, pero no ahoga”, según algunos expertos. En cualquier caso, proyecta sobre los gobiernos un mensaje de prudencia para las futuras emisiones de deuda. Los Estados menos endeudados de la Eurozona, como Alemania, han hecho ya explícito su mal humor por el continuismo de la política monetaria del BCE que favorece el endeudamiento. La pregunta es hasta qué punto, países como España, Italia, Grecia o, incluso, Francia podrán recurrir de nuevo a programas de gasto elevados, si sus economías se vuelven a ralentizar con nuevas medidas de confinamiento o de reducción de la actividad.
El BCE tiene ya un tercio de todo el pasivo del Tesoro español en circulación. El mayor riesgo para España sigue siendo su elevada deuda pública y la necesidad de emitir deuda y refinanciarla. Aunque parezca mentira, España ha ingresado este año unos 100.000 millones de euros para solicitar prestados 265.000 millones de euros a los inversores. Es el mundo al revés por obra y gracia de los tipos negativos que impone el BCE. En el año en curso, por primera vez en la historia, el coste medio de la deuda española colocada ha sido negativo (menos 0,04%).
No es de extrañar que el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, haya avalado enseguida las decisiones tomadas por el BCE el 16 de diciembre. Está de acuerdo en poner fin, el próximo mes de marzo, al programa especial de estímulos Covid porque el crecimiento de la Eurozona es “robusto” y porque “el repunte de la inflación es temporal”. A su juicio, «no se dan las condiciones para que los tipos de interés suban». También ha declarado que “podemos estar tranquilos con el apoyo que nos seguirá proporcionando el BCE en el futuro”. Son palabras que hacen evidente nuestra dependencia del BCE.
Podemos estar tranquilos con el apoyo que nos seguirá proporcionando el BCE en el futuro. Son palabras que hacen evidente nuestra dependencia del BCE Share on X