El debate de investidura de Feijóo era en principio no sólo un debate perdido desde el punto de vista de los votos necesarios para ser presidente, sino un riesgo muy importante de que su figura como alternativa a Sánchez se ha visto maltrecha.
No ha sido así, y los resultados, según muestran las portadas de la casi totalidad de los diarios, ponen de relieve que por la incomparecencia de Sánchez, Feijóo ha logrado consolidar su papel de alternativa en el fondo y en la forma, y arrinconar más al actual presidente del gobierno con una figura que, salvo para los muy afines, se revela como antipática, si no peligrosa, por acceso de prepotencia.
La lectura de los 10 primeros medios de comunicación escritos españoles dan un balance suficientemente claro. Con una excepción que merece la pena subrayar que es La Vanguardia.
Las ideas de fondo son que Sánchez eludió el combate político. Para unos, esto significa menospreciar al Congreso; para otros, querer ahorrarse dar aclaraciones sobre la amnistía. Para unos terceros, enviar al diputado de pie Óscar Puente para degenerar el debate en enfrentamientos y descalificaciones personales. Sea como fuere lo que titule cada medio, lo que resulta evidente es una crítica o incluso descalificación a la actitud de Sánchez.
Y es que en realidad lo que hizo el presidente del gobierno es insólito y muy fuera de sitio. Podía abstenerse de intervenir porque no era una moción de censura contra él, pese a que por deferencia parlamentaria era lógico esperar a que fuera él quien diera respuesta a Feijóo. Pero lo que ya resulta inexcusable es que la voz por parte del PSOE sobre un debate de investidura no fuese la de su portavoz en el Congreso y sí la de un diputado de a pie, que las únicas características remarcables son las de haber sido el alcalde de Valladolid y ser famoso por sus malas formas en los debates.
Las imágenes del Congreso que presentaban un Sánchez satisfecho y sonriente cuando salía Óscar Puente a escena porque una vez más había logrado sorprender a todos, es al mismo tiempo una antipublicidad del presidente del gobierno.
La segunda característica de las portadas es que Feijóo logró presentar su alegato contra la amnistía sin tener que soportar un importante desgaste. También el hecho de que algunos diarios señalen que Feijóo se reivindique como presidente fiable y de palabra facilita la construcción de la imagen que le interesaba.
La Vanguardia es el único diario entre la decena de los importantes, que no sigue esa tónica y titula alambicadamente: “Sánchez descoloca a un Feijóo abocado a su rechazo a la amnistía”. La mano de Enric Juliana, el hombre de La Vanguardia en Madrid, se hace evidente en esta síntesis de parte. Basta con compararlo con lo que dice el otro diario del gobierno, El País: “El alegato de Feijóo sobre la amnistía se queda sin réplicas”. Las diferencias son evidentes y este segundo, el del diario de Madrid, refleja más claramente lo que realmente ocurrió.
El desprecio de Sánchez es particularmente grave y va mucho más allá de una pugna partidista. Porque hay que recordar que estábamos ante un procedimiento que la Constitución contempla para elegir presidente del gobierno. Es un desprecio al Congreso y al conjunto del Parlamento la forma en que el PSOE abordó el debate ayer.
Pero es que, además, es también un menosprecio de la decisión del jefe del estado, porque Feijóo subió a la tribuna de oradores porque Felipe VI lo eligió como primera alternativa para calificar si tenía suficientes apoyos.
Estos dos hechos dan idea de la consideración que le merece a Sánchez y al PSOE actual las instituciones y el decoro de éstas, revelando una mentalidad peligrosa para el buen funcionamiento de la democracia. Lo que se ve acentuado por la falta de consideración y respeto hacia lo que representa el primer partido de España con millones de electores. Sánchez les dice que su voto no es digno de ningún debate parlamentario y sí sólo de la aplicación del método “Oscar Puente”: insultos y descalificaciones .
La atmósfera política que todo esto crea y de la que el primer responsable es Sánchez resulta absolutamente tóxica para la democracia y cada vez tiene y tendrá consecuencias más graves para las instituciones políticas y la propia sociedad. Sánchez está devorando la estabilidad institucional alcanzada de forma extraordinaria por la transición.
El debate también ha servido para mostrar otros aspectos secundarios. Seguramente uno de los más relevantes es mostrar que Yolanda Díaz no es la líder de un partido en coalición con el PSOE, sino una simple subalterna de Sánchez, como demostró ayer al no intervenir pese a prepararse el discurso, cuando vio para su sorpresa, como toda la inmensa mayoría de miembros del partido y del gobierno, que quien salía en la tribuna era Óscar Puente. Se plegó a la lógica de Sánchez en lugar de acentuar su liderazgo y personalidad saliendo a decir lo que pensaba decir. Esto y certificar el fallecimiento de UP convertida en una menesterosa que pide algo de protagonismo por favor. Es el otro dato relevante de la jornada.