La cumbre de la OTAN celebrada en julio en Vilna, capital de Lituania -uno de los países miembros de la organización atlántica más motivados para hacer pagar a Rusia un alto precio por su invasión de Ucrania- acabó con el acuerdo de invitar a Ucrania a incorporarse como socio 33º a la Alianza Atlántica «cuando se den las condiciones».
Se trata de una declaración que permite a los aliados salvar su compromiso de seguir apoyando al país, junto con un plan «sin precedentes» para conseguir la máxima convergencia política y militar con Kiiv.
Finlandia se convirtió el pasado mes de abril en el socio 31º, mientras que Suecia, aún bloqueada por Turquía, espera entrar en breve y completar como socio 32º una ampliación histórica de la Alianza, que tendrá frontera con Rusia a lo largo de todo el Mar Báltico, convertido de facto en un lago interno de la OTAN, a pesar de la presencia militar rusa en el golfo de Finlandia (San Petersburgo) y Kaliningrado.
OTAN, Turquía y Suecia
El día antes de la cumbre, Turquía se convirtió en inesperado protagonista, más allá de Ucrania y de Zelenski, al supeditar a Erdogan su aprobación de ingreso de Suecia en la OTAN al impulso de las negociaciones de ingreso de Turquía en la UE.
Se trataba de un verdadero chantaje político que irritó en gran medida a los socios aliados porque consideraron que se mezclaban dos cuestiones totalmente diferentes. La mala jugada turca obligó al secretario general de la OTAN, el noruego Stoltenberg, a montar urgentemente una tanda de negociaciones entre Erdogan y el primer ministro sueco.
Tras la reunión, Suecia, que, desde hacía un año había pedido el ingreso en la OTAN y había cumplido los requisitos que Turquía le había exigido –cambió su Constitución, había endurecido las leyes antiterroristas y levantado el embargo de armas en Ankara– aceptó nuevos compromisos cediendo a nuevas peticiones turcas.
Al final, Erdogan levantó su veto y prometió dar pronto luz verde a la entrada sueca, sin especificar fecha concreta. El acuerdo in extremis entre suecos y turcos salvaba uno de los escollos que podían haber obstaculizado seriamente el desarrollo de la cumbre.
UE y Turquía
Cabe recordar que la adhesión a la UE se rige por un proceso muy regulado que deben seguir los países candidatos. Turquía pidió el ingreso en 1987 y fue declarado país candidato en 1999. Pero desde el golpe de estado de 2016 y la posterior deriva autoritaria e islamista por parte de Erdogan, las negociaciones no sólo han sido congeladas, sino que en la UE ha habido la sensación generalizada de que Turquía se estaba alejando cada vez más del proyecto europeo.
Bruselas ha avisado a Ankara de que no habrá «atajos» en su proceso de adhesión a la UE, suspendido en buena parte por el retroceso de los últimos años en materia de estado de derecho y protección de los derechos humanos.
Más inmediatos, sin embargo, pueden ser los avances sobre la actualización de la unión aduanera existente entre la UE y Turquía. Lo que sí se ha acordado es que la Comisión Europea presentará en octubre no sólo la habitual evaluación sobre el estado de las negociaciones de adhesión sino también un informe adicional que plantee nuevas vías para estrechar la cooperación.
OTAN y Ucrania
La declaración de invitar a Ucrania “cuando se den las condiciones” fue duramente criticada en un primer momento por el presidente ucraniano, Zelenski, por su falta de concreción, mientras acusaba a la OTAN de debilidad ante Rusia. Un punto de vista que suavizó el segundo día de la cumbre, cuando declaró “entender que no se hable ahora de adhesión porque nadie quiere una guerra mundial”.
Éste fue el principal y tenso resultado final de una cumbre que puso a prueba la unidad de la OTAN. No se le podía ofrecer a Ucrania que fuese automático su ingreso antes de terminar la guerra, ya que esto arrastraría a la Alianza a un conflicto global.
La discusión fue fuerte entre los países que apostaban por una respuesta lo más concreta posible a la invasión rusa -los países bálticos con Lituania a la cabeza y los del Este, fronterizos de Rusia, con Polonia de líder– y los que preferían centrarse- se en priorizar al máximo la ayuda militar a Kiiv y ganar la guerra.
Estados Unidos y Alemania se mostraron partidarios de la segunda posición. El resultado final de la discusión fue en la línea de los estados partidarios de la cautela, sin olvidar su compromiso con Ucrania y la negociación de “garantías de seguridad bilaterales».
Actualmente todo parece indicar que ni Ucrania está ganando la guerra, pese a su contraofensiva, ni Rusia la está perdiendo, gracias a la resistencia de las nuevas líneas defensivas rusas (trincheras, bunkers, campos de minas, artillería pesada).
Dejada la adhesión a la OTAN para más adelante, el blindaje militar y político que se ofreció en Ucrania “no tiene precedentes”.
Se puso en marcha un Consejo OTAN-Ucrania en un plan de igualdad, que celebró el 12 de julio su primera reunión, y se aceleró la transición militar ucraniana para dejar el armamento de la era soviética. El compromiso aliado bilateral con Kiiv fue total.
El secretario general de la OTAN declaró que «hoy nos reunimos como iguales, y deseo que pronto nos reuniremos como aliados». De esta forma, quería enfatizar que las perspectivas de adhesión de Ucrania a la alianza atlántica eran reales.
Zelenski cambió sus duras críticas del primer día de la cumbre por un posicionamiento más moderado y pragmático, planteando el segundo día tres prioridades: 1) invitación formal a la OTAN; 2) recepción del armamento necesario para continuar la contraofensiva, y 3) garantías de seguridad.
G-7
Las garantías fueron materializadas no sólo en los acuerdos bilaterales firmados con varios países aliados, entre ellos España, sino también con los suscritos el segundo día de la cumbre con los estados miembros del G-7 (grupo formado por los países democráticos más desarrollados del planeta: Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido).
España, país que no es miembro del G-7, pero sí de la OTAN, se sumó al G-7 para ofrecer a Kiiv «compromisos de seguridad». Firmó un documento -después de más de quinientos días de guerra y en los márgenes de la cumbre de la OTAN en Vilna- según el cual se garantiza a Ucrania no solo las armas necesarias sino también la tecnología para producirlas, intercambio de inteligencia y más misiones de entrenamiento.
El G-7 se comprometió a dar “seguridad” a Kiiv ante Rusia. Pedro Sánchez confirmó que España se sumaba al proyecto de proporcionar «ayuda económica, militar y financiera».
El documento dice que “los líderes del G-7 estaremos junto a Ucrania mientras se defienda de la agresión rusa y durante todo el tiempo que sea necesario”. Esta declaración conjunta era el punto de partida para la firma de “acuerdos bilaterales“ de “compromisos de seguridad” con Kiiv.
Los reunidos en Vilna comentaron que Rusia se había equivocado cuando apostó por una victoria militar rápida sobre Ucrania y que también equivocó su cálculo de que Ucrania no obtendría un apoyo internacional aliado sin fisuras.
La OTAN, la UE y el G-7 confirmaron, una vez más, su “determinación en la ayuda total, incondicional y por el tiempo que sea necesario a Ucrania”.
La candidatura de Ucrania en la UE, recordó Josep Borrell, ha creado «una nueva dinámica en nuestra vecindad, ya que se acelerará el proceso en todos los Balcanes y Turquía también querrá formar parte de este juego». Erdogan utilizó la cumbre para arrancar nuevas confesiones no sólo a Suecia a cambio de levantar su veto al ingreso en la Alianza Atlántida, sino también de la UE.
La reunión acabó con un punto amargo cuando el presidente turco Erdogan, en rueda de prensa final, aclaró que su compromiso de ratificar el protocolo de acceso de Suecia a la OTAN “lo antes posible” significaba que no tendría lugar antes de octubre, a causa del parón de verano del Parlamento turco.
Otros puntos relevantes aprobados en la cumbre han sido los siguientes.
El gasto de defensa será al menos del 2% del PIB de cada país miembro de la OTAN, aunque no se ha fijado un calendario para implementarlo.
A instancias de España, se ha acordado abrir una reflexión sobre las amenazas del flanco sur
Se ha dado la bienvenida a Finlandia como nuevo miembro de pleno derecho de la OTAN, en espera de poder hacer pronto lo mismo con Suecia.
La reciente celebración de elecciones tanto en Turquía como en Grecia, ha ofrecido una ventana de oportunidad para reanudar el diálogo entre ambos países y tratar de resolver viejos conflictos, como la división de Chipre. Al margen de la cumbre se han visto, con ese propósito, Erdogan y el también reelegido primer ministro griego Kiriakos Mitsokakis.
De la cumbre de Vilna no ha llegado ni una sola buena noticia para Putin. La entrada inmediata de Suecia en la OTAN y la prevista a futuro de Ucrania no han gustado nada en Moscú. Además, ha comprobado cómo Erdogan se aleja del Kremlin y se acerca de nuevo a Estados Unidos y a la UE, después de años de distanciamiento.
Después de quinientos días de guerra en Ucrania, la OTAN sigue unida y se amplía, Turquía se acerca más a Occidente y no flaquea la ayuda europea Share on X