A las élites chinas no se les escapa que uno de los factores clave para que Europa haya definitivamente perdido la carrera económica con Estados Unidos es su bajón demográfico.
Estados Unidos ha sido hasta ahora capaz de mantener dos ventajas clave: en primer lugar, de unas tasas de fecundidad netamente más elevadas. Hasta finales de la primera década del siglo XXI el país se situaba aproximativamente en torno a la tasa que los demógrafos consideran de “reemplazo”: 2,1 hijos por mujer.
Esta ventaja ha ido disminuyendo últimamente, pero el año pasado todavía se situaba claramente por delante de Europa (1,8 y 1,5 respectivamente)
El segundo factor demográfico es el atractivo continuado de Estados Unidos entre los inmigrantes cualificados. El país recibe un flujo constante de estudiantes y profesionales de todo el mundo atraídos por sus extraordinarias posibilidades académicas, laborales y emprendedoras.
Europa en cambio recibe proporcionalmente a muchos más inmigrantes no cualificados que, para más inri, provienen en general de culturas muy diferentes a la nuestra y resultan por tanto aún más difíciles (y costosos) de integrar.
Una crisis existencial
El gobierno de China parece cada vez más consciente del factor demográfico y del papel que podría jugar en su contra en la competición con Estados Unidos.
Sin ir más lejos, según fuentes militares estadounidenses, Pekín debería hacerse con el control de la isla de Taiwán a más tardar en el 2030 porque (entre otros motivos), tras esa fecha la población china se encontrará excesivamente envejecida por soportar los costes de un conflicto bélico.
Efectivamente, China no llega a la tasa de reemplazo desde inicios de los años 90 del siglo pasado, y a pesar de haber realizado un cambio de rumbo de 180 grados en materia de política familiar desde la ley “del hijo único”, en 2022 se situaba ya cerca de los 1,1 hijos por mujer según las fuentes oficiales.
Para hacernos una idea, en términos de tasa de fecundidad China está tan mal como España (aunque todo considerado, nosotros estamos aún peor ).
Factores atenuantes del caso chino
Dicho esto, China dispone de un recurso que le está permitiendo atenuar las consecuencias de la crisis demográfica que sufre: al ser todavía un país relativamente pobre y rural, la ganancia potencial de productividad por cada trabajador sigue siendo muy elevada.
China podrá por tanto seguir “vaciando” el campo de gente joven para llenar sus ciudades, donde se concentra el extraordinario boom económico de las últimas décadas.
La ganancia de productividad china ha sido tal que, a pesar de un crecimiento económico que se sigue situando en torno al 5% anual, uno de los grandes problemas que tiene el país es la tasa de paro juvenil. Hasta el punto de que el gobierno ya no publica datos al respecto para evitar tensiones sociales.
Además, el gobierno de Pekín podrá jugar con la variable de la edad de la jubilación: actualmente ésta se sitúa en los 60 años para los hombres, y entre 55 y 50 para las mujeres.
Sólo dos posibles soluciones a largo plazo
Sin embargo, a largo plazo es evidente que las únicas dos soluciones que se presentarán en China son aumentar la natalidad y abrir el grifo de la inmigración masiva .
Como en otros países de Extremo Oriente, esta segunda opción es bastante improbable por razones culturales. Una tesis que además se refuerza cada año que sucede al constatar el desastre económico y social al que está conduciendo Europa su política de inmigración masiva y no filtrada.
En cuanto a incrementar la natalidad, hasta ahora los tímidos incentivos del gobierno chino no han generado el menor efecto . Como Converses ha apuntado , esto se explica porque tener hijos en una sociedad desarrollada es más un objetivo vital que un cálculo económico.
Dicho de otro modo, para incrementar la natalidad es necesario centrarse en primer lugar en los factores de orden cultural y moral que hacen que las personas jóvenes quieran tener descendencia, y no en los arrecifes económicos.
De momento, Europa ha demostrado ser incapaz de dar ese sentido trascendental a sus jóvenes, pero China, con su énfasis en la recuperación de la herencia confucianista, podría salirse mejor. Sólo el tiempo lo dirá.