La memoria es débil, sobre todo cuando el gobierno se ha negado en redondo a evaluar la gestión de la crisis Covid, que ha comportado más de 100.000 muertos, la catástrofe más grande después de la Guerra Civil, y ha causado un grave estrago económico. Sin detenerse a analizar qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal, España tiene todos los números para reincidir políticamente en decisiones equivocadas, y ahora se puede estar en camino de repetirlo, un error grave; no tanto como en el pasado, porque hay el factor vacuna, pero importante y sobre todo evitable.
Ya no hay memoria de que las declaraciones grandilocuentes de Sánchez a finales del confinamiento total del año pasado, anunciando la nueva normalidad, dieron paso, después por la pérdida de medidas de protección, a la segunda ola. Ahora, con el anuncio avanzado sobre la retirada de la mascarilla en un consejo de ministros extraordinario que se celebrará este jueves, ha introducido de nuevo una distorsión importante en las medidas de prevención. Lo hace generando confusión, una vez más, porque hay gente que se piensa que la mascarilla ya es innecesaria y que no respetará la diferencia entre aire libre y locales cerrados. Y se relajará, y esto es lo más grave, aún más la ya muy escasa conciencia de prevención entre la gente joven.
¿Por qué ha decidido hacerlo esta semana y anunciarlo justo antes de las celebraciones masivas de San Juan? Pues, para introducir una buena noticia en una semana conflictiva consecuencia de la concesión de los indultos. Es evidente que no se necesita un consejo extraordinario de ministros para adoptar esta medida. Se podía hacer tranquilamente en el consejo habitual de los martes, pero al hacerlo de esta manera lo que busca es un nuevo impacto mediático. Pero es un error que podemos pagar todos al utilizar las medidas sobre la pandemia como instrumentos de política mediática porque el resultado es costoso para todos.
Se puede pensar que la vacuna ya es una garantía suficiente, y este pensamiento era lógico hasta hace pocas semanas, pero la rápida progresión de la mutación india o Delta ha cambiado sustancialmente el escenario. Su capacidad de contagio es muy superior debido a que su carga viral dobla a la de los casos registrados en la primera oleada de pandemia. Y su transmisión es mucho más rápida que el periodo de incubación que se ha reducido de 5,9 a 3,2 días. Este hecho tiene la contrapartida que facilita más rápidamente el diagnóstico, … si la red de prevención de enfermedades contagiosas funciona bien, si no sólo nos quedamos con la parte negativa de la velocidad mayor de incubación.
El Reino Unido ha tenido que paralizar, e incluso retroceder, su vuelta a la normalización a pesar que es el país de Europa con el mayor número de personas vacunadas. El problema radica en que lo logró, sobre todo dando prioridad a la primera dosis. Y ahora resulta que la variante india reduce la efectividad de esta protección del 70 a 40%. Felizmente cuando la inoculación es completa, la barrera de protección se mantiene alta.
Israel, el país que había conseguido un mayor progreso, también ha tenido que establecer medidas de control que estaban enterradas. En nuestro caso, el problema radica en dos grupos de población. El más extenso, el de los jóvenes, la gente por debajo de los 40 años que no está vacunada y que además son los que tienen un grado de socialización más grande y los que en una mayor proporción participan en prácticas de gran riesgo de transmisión debido de la concentración humana y la pérdida de toda medida preventiva. El otro grupo es la población adulta mayor que fue vacunada con AstraZeneca y que tenía un periodo para alcanzar la dosis completa mucho más largo. Si no se acelera su vacunación, una parte de esta población, que es de mayor riesgo, los jóvenes, se puede ver afectada. Por otra parte, la capacidad de secuenciación del virus, que es la capacidad técnica para identificar las diversas variantes del mismo que circulan y su progresión, son muy débiles en nuestro país. En todo caso, lo que sí se puede decir es que desgraciadamente en el caso de Cataluña no sólo se ha detenido la reducción, sino que vuelven a crecer el número de casos y el índice de propagación. Un fenómeno que no es exclusivo nuestro, también se da en Cantabria, Canarias y Andalucía.
El hecho de que el Gobierno no haya limitado, como otros países, los viajes procedentes del Reino Unido y los que tienen origen en la India como principales vectores de transmisión, puede agravar el problema. Como también en el caso de Cataluña lo harán sin duda las aglomeraciones de las verbenas.
Y todo ello en una ambiente triunfalista marcado por la decisión de abandonar la mascarilla en el espacio público y hacerlo además con un énfasis político innecesario. ¿Qué le costaba al gobierno esperar hasta el 1 de julio y ver qué evolución tenía la variante Delta? Porque ahora nos podemos encontrar con un escenario contraproducente en el que el coronavirus haya rebrotado y se produzca la desesperanzadora situación de que tenemos que volver atrás en las medidas, con el impacto negativo que todo ello conllevaría sobre el estado de ánimo de los ciudadanos y la economía.
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