En una extraña comparecencia el domingo, que había levantado expectativas por insólita y también generado preocupación por lo que podría anunciar en tan poco habitual intervención, Sánchez compareció en la pantalla para no decir casi nada y lo poco que dijo fue situarse en el ámbito del despropósito.
Sacó pecho una vez más por la vacunación, que en todo caso es mérito de la gestión de las comunidades autónomas, porque lo único que hace el gobierno es recibir en Madrid las vacunas y enviarlas a sus respectivas autonomías. Está bien, pero carece de un especial mérito. También pidió calma ante la situación de la covid, que él ya había alterado previamente con su insólita comparecencia y las expectativas que había despertado. Y por último, el despropósito: anunciar para el día 22 la reunión con los presidentes de las comunidades autónomas para tratar el problema y sin hacer público ningún contenido previo.
Situamos la perspectiva. El miércoles se habrán celebrado ya prácticamente todas las comidas de empresa y amigos, y los contagios que debían producirse ya se habrán dado. Lo hará 48 horas antes de Nochebuena, cuando las familias en la mayor parte de España se reúnen; en Cataluña la celebración fuerte es el mismo día de Navidad. Difícilmente anunciarán algo que altere la perspectiva de estas 48 horas, y lo que puedan acordar para la semana siguiente ya llegará muy tarde, como muy tarde llega la tercera dosis de la vacuna.
Porque las evidencias son claras, se sabía que la eficacia de la actual vacuna era muy disminuida a partir del 5º y 6º mes. De ahí que los expertos pidieran la generalización de la 3ª dosis. Pero el hecho es que esta llega muy tarde, por lo que los hospitales van ingresando a personas de la franja de 60 a 70 años que han sido vacunadas, pero que han perdido inmunidad y que todavía no han podido acceder a la 3ª dosis. Ahora ya se ha anunciado, pero sin previsiones de fechas, que también se vacunará a partir de los 40 años, pero claro, primero tendrán que resolver esta franja de riesgo de los 60 que está todavía muy lejos de haber completado la pauta que le garantice una mayor inmunidad.
Todo esto lo abordamos en el marco de la sexta ola sin ley especial sobre la pandemia que permita una acción eficaz. También lo hacemos sin haber desarrollado la Agencia de Salud Pública potente y autónoma del poder político con capacidad para establecer medidas, una necesidad que se puso de manifiesto a partir de la primera ola. Se ha perdido toda capacidad de rastreo porque no ha tenido continuidad y esto hace que la variante Ómicron cabalgue desaforadamente y multiplique los contagios. De esta forma el riesgo potencial se multiplica. La Delta, la que hasta ahora es dominante, se demuestra como la más eficaz para afectar a los no vacunados, mientras que la nueva, Ómicron, manifiesta su eficacia infectante a los ya vacunados. Podría ser, y esto complicaría aún más el panorama, que estas dos variaciones de la Covid-19 convivieran un tiempo sin desaparecer, una en función de la otra, debido a sus especificidades atacando públicos objetivos distintos.
Una vez más, como ya ocurrió con la primera ola con Italia, hemos ido viendo cómo las alarmas y las restricciones se multiplicaban en Europa, mientras que aquí se afirmaba que aquí no pasaba nada y que era suficiente con la vacuna. Lo que ahora debe contestar el gobierno es por qué los casos se están multiplicando. España ha superado ya los 500 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, y hay CCAA que están cerca o superan el millar, como en los peores lugares de Europa.