Coronavirus: Solo la crítica razonable nos salvará

Día a día se va viendo como la diferente eficacia de los gobiernos determina mejores o peores condiciones de vida para los ciudadanos, y más posibilidades de una más veloz recuperación económica.

Es evidente que para Corea, Taiwán o Singapur el daño infligido por el Covid-19 será mucho más superficial que en la propia China. Pero es que, en la misma Europa, Portugal Chequia, Polonia, Hungría, incluso la propia Alemania, también Dinamarca, están surgiendo de la fase inicial más dura bastante indemnes. En el lado contrario, el Reino Unido, Italia y sobre todo España, que por algo es el país con más muertos, incluso mal contados, con relación a su población. Y es que, aunque nos inunden de cifras, no se deje perder el hilo, el indicador más fiable del impacto son los muertos, porque es el que expresa mejor sintéticamente, todo los que se ha hecho bien o mal.

La abundancia de muertos, no en cifras absolutas claro, sino en función del número de habitantes, dice mucho de las políticas aplicadas. De si se adoptaron pronto o tarde las medidas, si hubo un esfuerzo suficiente para identificar a los portadores mediante abundancia de pruebas, si se dispuso de elementos de protección personal suficientes, como las mascarillas, si se detectaron rápidamente los focos y se actuó diligentemente contra ellos, si los servicios de salud dispusieron de medios suficientes, y si las medidas de confinamiento, que no todos los países de éxito han aplicado, se han respetado o no. Y este último epígrafe es el único en el que España sale bien parada. Es el país donde más se ha seguido disciplinadamente.

España es el país de entre los que se tienen datos, que en mayor medida redujo la movilidad en relación con el ocio y el uso del trasporte, con cifras cercanas al 90%, y el trabajo, cerca del 70%. Es la única medida que depende en último término de la población, pero también señala que es el país con más restricciones. Todo lo demás falló por insuficiencia. Tanto es así que después de tantas semanas y una rueda de prensa diaria, la dirección de la crisis y su cara más visible, el doctor Simón, carecen de un sistema de datos homogéneo que exprese razonablemente la realidad. Esto dejando al margen el mal pensamiento cada vez más extendido de que hay un intento deliberado de ocultar la hecatombe de mortalidad, precisamente porque con la contabilización mínima ya nos situamos a la cabeza del mundo.

Algo muy grave nos ha sucedido, y en parte sigue vivo cuando uno de cada cinco muertos del mundo es de este país a pesar de que su población no representa ni el 1%. Decir que las explicaciones para más adelante es suicida, porque sin presión lo que predomina es la ocultación y no la rectificación, y este método acaba matándonos. Si incluso ahora las ministras con Irene Montero a la cabeza niegan que las manifestaciones feministas del 8M fueron un trágico error, especialmente en Madrid, donde se produjo la mayor, ¿cómo van a rectificar en decisiones de resultados negativos menos evidentes?

El historiador Borja de Riquer nos advertía, observando el comportamiento de los gobiernos de las otras dos graves crisis precedentes, la del Cólera de 1885, y la de la gripe del 1918-20, que los gobiernos una vez pasada la crisis, hicieron todo lo posible para no tratar sobre ellas y rendir cuentas de lo sucedido, y lo consiguieron en gran medida, a pesar de que la primera dejó 150.000 muertos, y la segunda 260.000 en algo más de dos años.

La tentación del gobierno de Sánchez ahora es la misma, y la última encuesta del CIS señala y allana el camino: unidad en torno al gobierno, nada de críticas y solo la información gubernamental debe ser autorizada. Todo ello a pesar de que, de acuerdo con los cinco criterios de la OMS sobre el desconfinamiento, España solo cumple uno, precisamente el del confinamiento.

Pero todo lo que depende de su acción es todavía absolutamente insuficiente. ¿Cómo puede ser que un país que aun conserva una industria textil y papelera potente sea incapaz de promocionar cientos de miles de mascarillas al día? ¿Cómo puede ser que una potencia exportadora y que ocupa el décimo lugar del mundo por su peso económico, ni sabe producir el número suficiente de  test, y carece de las relaciones comerciales para conseguirlos masivamente? Un mini país como Islandia, algo así como Sabadell y Terrassa juntos, ha hecho pruebas en una proporción de uno cada cien habitantes.  ¡Oh, pero es que son pocos! Sí, pero espabilados. Pues miremos un país mucho más grande: Alemania se está situando en una prueba cada 300 habitantes. ¡Pero si aun las mediciones de temperatura corporal a distancia y masivamente son un producto exótico en España! O la sociedad eleva su exigencia crítica razonable, que es todo lo contrario del rajar por el rajar, o las deficiencias gubernamentales son tales que estaremos mucho tiempo, un año como mínimo, en un pantano de enfermedad y destrucción económica.

Solo una cifra para dar una idea del desastre gubernamental. Si se hubieran adoptado las medidas una semana antes, por tanto, sin manifestaciones feministas ni grandes encuentros deportivos, los muertos ahora serían 7.506 menos que los actuales. Es el coste del desgobierno.

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