La Conferencia sobre el futuro de Europa y el Manifiesto del grupo de opinión Treva i Pau

En su discurso de presentación ante el Parlamento Europeo (julio 2019), la nueva presidenta de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen, se comprometió a convocar en 2020 una Conferencia sobre el Futuro de Europa, abierta a la participación de la ciudadanía europea.

La Conferencia se encargaría de establecer los grandes objetivos de futuro de la UE, que serían implementados a partir de 2022. La Conferencia se constituyó formalmente a finales de 2019 en forma de un organismo político formado por la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo. La Conferencia dispone de una Asamblea de 449 miembros, formada por representantes institucionales y ciudadanos. Se han seleccionado 88 personas de diferentes estados miembros de la UE con el fin de realizar reuniones, conocidas como Paneles de Ciudadanos, y debatir mejoras para aportar a la Conferencia. Está dotada de una plataforma digital que ha permitido, hasta el 20 de febrero de 2022, recibir propuestas provenientes de la ciudadanía. Aparte, se han elaborado propuestas concretas que se han hecho llegar directamente a la Asamblea o al Comité Ejecutivo de la Conferencia.

Analistas y medios estaban divididos sobre la posible trascendencia de la Conferencia.

Los más favorables pensaban que se trataba de un gran proyecto de la nueva Comisión. Los más críticos argumentaban que se estaba ante otro intento de reforma en forma de consulta ciudadana que podría acabar en desengaño, como ya había ocurrido con la convención convocada para la preparación del tratado constitucional de 2005, que no pasó la prueba de los referendos de ratificación en Francia y  Países Bajos. Otro intento de consulta poco exitoso fue el Libro Blanco sobre el futuro de la UE, publicado el primero de marzo de 2017 por el anterior presidente de la Comisión, el luxemburgués Jean-Claude Juncker.

La actual Comisión Europea comenzó a trabajar a principios de 2021 con seis prioridades de legislatura (2019-2024): 1)  Pacto Verde Europeo (Green Deal) para convertir Europa en el primer continente climáticamente neutro, 2) una Europa preparada para la era digital, 3) la creación de un Pilar Social junto al Pilar Económico y Monetario, una economía al servicio de la gente, 4) promoción del sistema de vida europeo y de su estado del bienestar, 5) una Europa más fuerte en el mundo con actuación propia de un actor global, y 6) nuevo impulso a la democracia europea y al mejor funcionamiento de la UE, especialmente a través de la convocatoria de una Conferencia sobre el Futuro de Europa, en forma de consulta ciudadana, de la que deberían salir conclusiones importantes  que se implementarían a partir de 2022.

El impacto negativo de la pandemia sobre la Conferencia  se ha concretado en un retraso de su comienzo (9 de mayo de 2021) y en una reducción de su duración, sólo a un año (la fecha de clausura es el 9 de mayo de 2022).

Una de las aportaciones a la Conferencia es un Manifiesto sobre el futuro de Europa, elaborado por el Grupo de opinión Treva i Pau de Barcelona. El contenido esencial  de este  Manifiesto es el siguiente:

1- A Europa le ha llegado el momento de la verdad, de ser o no ser. Si la UE no logra avanzar hacia la unión política federal -su objetivo fundacional- descenderá hacia la irrelevancia internacional.

2- Es necesario que la UE abandone la regla de la unanimidad (derecho de veto), especialmente en materia de asuntos exteriores y defensa.

3- La UE debe pasar de la lógica “unión cada vez más estrecha” a una de “flexibilidad”, con geometría variable y diferentes velocidades de integración por parte de sus Estados miembros.

4-Todos los estados europeos, uno a uno, son pequeños en un mundo de gigantes dominado por Estados Unidos y China, pero algunos estados europeos todavía no lo reconocen. Esto lo recuerda uno de los Padres de Europa, el belga Paul-Henri Spaak, en una frase memorable. Él tenía  particularmente in mente  los casos del  Reino Unido y Francia. Reino Unido ha abandonado la UE a través del Brexit, lo que facilita el paso hacia la unión política federal. Con los británicos dentro habría sido imposible por su dependencia de Estados Unidos.

5- Un grupo líder de Estados miembros de la UE debería proponer el salto cualitativo hacia la unión política federal. En este grupo pionero deberían figurar, al menos, Alemania y Francia, los dos estados clave de la UE.

Alemania lleva ya tiempo dispuesta a dar el salto cualitativo hacia la unión política federal. Cancilleres alemanes democristianos, como Konrad Adenauer o Helmut Kohl, la querían. El objetivo de alcanzar la unión política federal figura en el documento programático del actual gobierno tripartito de coalición, presidido por el Canciller socialdemócrata  Olaf Scholz

Francia sigue pendiente de su grandeur y el concepto federal choca con el espíritu centralista del estado francés. A Francia le cuesta dar el salto hacia la unión política federal. Ya la rechazó en 1954 (mayoría de votos negativos de comunistas y nacionalistas gaullistas en contra en la Asamblea francesa) en forma de dos nuevas Comunidades, la Comunidad Política Europea (CPE) y la Comunidad de Defensa Europea (CDE), propuestas después de la primera, la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero). En 1965 el General De Gaulle no aceptó la introducción del voto mayoritario y la eliminación del derecho de veto (en materia agrícola particularmente), en contra de la opinión de los otros cinco estados miembros. De Gaulle retiró entonces Francia de las instituciones comunitarias y no regresó hasta al cabo de un año, después de que los otros cinco estados miembros aceptaran el Compromiso de Luxemburgo, que dejaba en pie la unanimidad y el derecho de veto. Francia rechazó en referéndum en 2005 el Tratado constitucional, provocando una gran crisis en el seno de la UE (“crisis existencial”, en palabras de Jean-Claude Juncker, el anterior presidente de la Comisión Europea). El europeísmo espera que Francia acabe dando el paso hacia adelante algún día. Por el momento, sólo habla de “autonomía estratégica”.

6- El resto de Estados miembros podría aceptar la propuesta del grupo pionero o mantenerse en círculos de carácter confederal, en torno al núcleo duro, hasta que lo consideraran conveniente. La UE quedaría así formada, temporalmente, por un conjunto de círculos concéntricos más un gran espacio exterior de países no miembros con los que se mantendrían relaciones específicas de vecindad.

7- El mundo está experimentando una transformación geopolítica sin precedentes y la UE, debido a sus disfuncionalidades internas, no acaba de convertirse en un verdadero actor global. Estas disfuncionalidades podrían superarse con la creación de la unión política federal, que supone disponer de políticas comunes al menos en los siguientes ámbitos: exteriores, defensa, competencia, comercio, fiscalidad, energía, sanidad, inmigración, ciencia y tecnología.

8- Una UE políticamente unida podría actuar de mediadora entre las grandes potencias, especialmente entre Estados Unidos y China. Si sigue desunida, sólo podrá elegir entre depender de Estados Unidos o China.

El punto duodécimo del Manifiesto dice textualmente así: «Jean Monnet avisó de que «aún serán necesarias grandes pruebas para que los estados europeos comprendan que la alternativa a la unión política es la irrelevancia». ¿No son la Gran Recesión y sus secuelas europeas como la crisis de la deuda soberana, la crisis de los refugiados, la reemergencia de China, Trump, el Brexit, la pujanza del autoritarismo y el nacionalpopulismo, el conflicto creciente entre los Estados Unidos y China que está redefiniendo el orden mundial, la urgencia de la lucha contra el cambio climático, la revolución digital, la aceleración tecnológica, la pandemia y últimamente la invasión rusa de Ucrania, pruebas suficientes?“

Las dos últimas «pruebas» -la pandemia y la guerra de Ucrania- son particularmente duras, pero la UE está respondiendo a los nuevos desafíos. Está acostumbrada a reaccionar frente a las crisis. Es un mecanismo estímulo-respuesta presente desde el inicio de su existencia, tal y como pronosticó Jean Monnet, el máximo inspirador de su proceso integrador. Con la pandemia la UE ha aprendido que la competencia sanitaria no podía ser sólo de acompañamiento, sino verdaderamente común, y que para financiar la superación de la crisis social y económica y provocada por la pandemia era necesario un endeudamiento común (eurobonos). La brutalidad de la invasión rusa de Ucrania ha impulsado a la UE a dar importantes pasos adelante hacia políticas comunes en materia exterior, seguridad, energía y autonomía estratégica.

A partir del 9 de mayo Bruselas estudiará las conclusiones de la consulta ciudadana lanzada a través de la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Hoy es más necesario que nunca decidir sobre el futuro de Europa. La Conferencia ofrece una oportunidad que, si no se aprovecha, puede provocar decepción y desgana de repetir la experiencia, como mínimo, a corto plazo. Ha llegado la hora de la verdad de la UE, del ser o no ser, tal y como figura acertadamente en el Manifiesto del Grupo de opinión Treva i Pau y tal y como ha declarado recientemente el ex jefe de gobierno italiano, Enrico Letta, con estas palabras: “si la UE no llega rápidamente a la unión política, en el futuro sólo podrá tomar una de estas dos decisiones: ser una colonia de Estados Unidos o China”.

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