Collboni, dijo, llegó, perdió las elecciones y ganó la alcaldía, hizo declaraciones contradictorias, y ha desaparecido.
Durante este verano, el reciente elegido alcalde Collboni ni se le ha visto ni se le espera. Es un mal comienzo para una ciudad que funciona clamorosamente mal en perjuicio de residentes y muchos visitantes, con problemas que, precisamente, se acentúan en verano, en gran medida a causa de la masificación turística.
Lo que sucede en las playas de la Barceloneta es de país bananero, es el cutrerío organizado, y resulta impresentable que nos conformemos con que la policía se limite a forzar el desmontaje de los campamentos nómadas que se instalan a partir de media tarde, para que los bañistas de la mañana encuentren espacio, y vuelva a repetirse el círculo vicioso.
Esto es perder el tiempo y tirar el dinero.
La imagen que resulta de Barcelona es el de una ciudad degradada, que confirma lo que viene sucediendo desde hace años en otros lugares de la ciudad, especialmente en Ciutat Vella y cada vez más el territorio del Ensanche colindante con ella. El eje pintado de verde de Consell de Cent, gran bandera de Colau, asumida por Collboni, rápidamente ha hecho realidad los dos peligros que fueron anunciados. Su degradación, y a la vez su gentrificación, expulsando vecinos y locales de toda la vida.
Está sin resolver una entrada básica de la ciudad que es la Vía Augusta de la que Collboni dijo una cosa y la contraria y que, cuando empiece la actividad de verdad, será motivo de embotellamientos, contaminación y pérdidas económicas para los ciudadanos en tiempo y en combustible.
La ciudad, a pesar de la apariencia muy animada que le otorga el turismo, tiene serios problemas estructurales, relacionados, por una parte, con la degradación de las actividades y del espacio público.
La droga y la masificación turística son vectores decisivos. Pesa cada vez más la cuestión nunca abordada del envejecimiento de la población, qué hace que la que se contempla a sí misma como una capital dinámica, centro de la tecnología punta, en realidad presente una estructura de formación de su renta bruta, en la que las transferencias públicas básicamente las pensiones, ocupen el lugar que correspondería, en una estructura bien equilibrada el excedente empresarial.
Si después de los ingresos salariales, que siempre y en todo lugar son el factor de mayor peso en la formación de la renta, en segundo lugar no aparecen los resultados de las empresas, sino las transferencias de las pensiones, es que algo grave no funciona en la economía de Barcelona y debería ser motivo de alarma.
Cómo debería significarlo que la tasa de fecundidad sea de poco más de un hijo por mujer, menos de la mitad de la tasa de reemplazo e inferior a la del conjunto de Cataluña y de España También debería ser una alerta importante, que cerca del 30% de la población hayan nacido en el extranjero, y esto no por ninguna razón chovinista, sino por una de carácter cultural y otra económica.
Razón cultural
La cultural, porque esta presencia tan importante y creciente de población extranjera exige una reacción pública a favor de la lengua y cultura catalana que no existe, y de esta manera el uso social del catalán va quedando marginado precisamente en la capital de Cataluña.
Las limitadas capacidades pedagógicas del sistema público de enseñanza multiplican este problema que convierte el uso vehicular del catalán en la escuela en un mito.
El Ayuntamiento dispone de unas dosis de autogobierno muy importantes gracias a la Carta Municipal y comparte en este ámbito la responsabilidad con la Generalitat a través del consorcio de enseñanza. Una responsabilidad que no ejerce.
Razón económica
La razón económica, porque si bien numéricamente un inmigrante substituye a un habitante autóctono, esto no es cierto en términos de productividad, porque la suya es mucho menor, lo que significa que el proceso de substitución de población en el que está embarcada Barcelona, redunda por sus características en una reducción o en el mejor de los casos en un freno al aumento de su renta, y esto es claramente evidente si se compara el peso de la renta de Barcelona con la que tenía hace hoy 15 años en relación con el conjunto de España.
En este sentido, influye también un segundo factor, dado que el proceso de envejecimiento acelerado de la capital, cuya media de edad ya supera los 44 años, significa otra caída de renta importante, porque los datos demuestran que los hogares a partir de los 65 años y todavía más a partir de los 75 pierden de manera automática ingresos.
Esto es solo un esbozo de algunos de los problemas graves que tiene la ciudad y que chocan abiertamente con un alcalde de nuevo cuño que justo pocas semanas después de las elecciones se permite cerrar por vacaciones.
Está sin resolver una entrada básica de la ciudad que es la Vía Augusta de la que Collboni dijo una cosa y la contraria Share on X