A pesar de que la normativa interna de los Comuns señala con claridad que no pueden repetirse más de dos mandatos, Colau volverá a presentarse. Una vez más se evidencia que a la hora de la verdad entre los Comuns, la lógica del poder se impone por encima de su propia ética, porque es incuestionable que ella es la persona mejor ubicada para ganar la alcaldía y abrir así paso a un tercer mandato.
De hecho, Colau es casi el único candidato garantizado en todas las listas electorales. También Maragall por parte de ERC está confirmado, pero faltan 12 meses y hay que ver cómo evolucionan los hechos.
Más dudosa es todavía otra confirmación, la de los socialistas, porque pese a que Collboni es el cabeza de lista oficial, sigue sobrevolando el fantasma de la irrupción de Iceta y el intento de repetir el buen resultado de Illa en las autonómicas, saltar de un ministerio a encabezar una candidatura.
Pero la mayor ventaja que tiene Colau es la que señala el manual. Ahora, 12 meses antes de las elecciones, es cuando toda la maquinaria electoral que ha ido haciendo a lo largo de estos 3 años se pone en marcha de forma absoluta y se sucederán las inauguraciones, las promesas de futuro, las exposiciones y la mejora en las subvenciones. Normalmente, el alcalde de Barcelona suele ganar un buen número de puntos porcentuales sobre su inmediato adversario precisamente en ese ámbito. Es en esa recta final en la que los alcaldes precedentes triunfaron, si bien hay dos excepciones.
La más inmediata la de Trias y la anterior, la de Hereu. Porque si el candidato oficial ha cometido errores graves o está muy quemado, esta ventaja tiende a atenuarse.
Sea como sea Colau sale encabezando la carrera porque es quien tiene el poder y porque no tiene adversarios. Unos porque ya han demostrado que no lo son, y otros porque todavía ni siquiera han sido presentados como candidatos. La oposición nunca había estado tan fragmentada y desvertebrada como ahora. JxCat ha perdido a su candidata y entrará en el año decisivo sin un nombre claro al que apostar. Por otra parte, sus siglas están en crisis y está por ver si el próximo congreso ayuda a superarla o la acentuará.
El PP está reducido a su mínima expresión en Barcelona. Su candidato, Bou, querría repetir, pero lo más probable es que sea sustituido por una persona con mayor armonía con la nueva dirección de Núñez Feijóo. Vox es un enigma, pero intentará obtener representación y hay que ver si jugará con un nombre fuerte, si es que lo encuentra, o considera que le basta con el valor de la etiqueta. Cs y los ex de Valls, ahora con la etiqueta Valents, tienen escasas probabilidades de ni siquiera estar presentes en el nuevo consistorio, mientras que el nuevo partido, Centrem, de momento no tiene ningún papel ni iniciativa para Barcelona en términos que sea pública y conocida. De hecho, no tiene candidato.
Todos estos vacíos si no se llenan rápidamente, quedarán descartados de la carrera, que quedará reducida a Colau, al candidato socialista y al de ERC.
Y todo esto ocurre en una ciudad en la que la alcaldesa ha fracasado rotundamente. Lo ha hecho en relación a su programa porque las desigualdades entre barrios han crecido, la vivienda y el turismo vuelven a ser problema. Como lo son, a pesar de todos los anuncios, la suciedad, la pobreza, la inseguridad, la extensión de la droga y de forma destacada, los okupas, que a través de la complicidad política se han convertido en un poder fáctico de la ciudad.
Pero, al parecer, todo esto no es revulsivo suficiente para forjar una candidatura fuerte y en este sentido, si un cisne negro no irrumpe en la escena para configurar una alternativa de ciudad real, es decir, no una figuración como tantas otras de up Diagonal, Colau tiene todos los números para seguir siendo la alcaldesa de Barcelona. Ahora es el momento de ver si la sociedad civil y sus instituciones tienen o no capacidad regeneradora.