La Vía Augusta era una de las mejores calles de Barcelona por su diseño: aceras amplias, tres carriles de circulación por ambos lados en la mayor parte de su recorrido, un buen arbolado y un índice de soleamiento de los mejores de Barcelona. Tanto es así que cuando Josep Pla escribe sus terribles –y en gran parte excesivas- críticas al Eixample, y al carácter rectilíneo e irregular de sus calles, pone como ejemplo de lo que debería haber sido Barcelona, precisamente la Vía Augusta.
Después, con la apertura del túnel del Tibidabo, se convirtió en acceso estratégico a la ciudad desde el Vallès. Hizo posible que Barcelona en términos reales se prolongara más allá de la barrera de Collserola y junto a los ferrocarriles potenció todo el crecimiento urbanístico de Sant Cugat, Rubí y otras poblaciones. Este hecho incrementó notablemente el tráfico. Y esto representó, sin duda, un punto de pérdida de calidad a la vez que prestaba un gran servicio al buen funcionamiento de la ciudad.
Pero, vaya, Colau se fijó y quiso dejar su torpe huella en el último tiempo de su mandato y, prescindiendo de los datos del tráfico de esta vía, ordenó que se hicieran dos espléndidos carriles bici a ambos lados que tuvieron como consecuencia la pérdida también de un carril para la circulación de vehículos de 4 ruedas. A partir de ese momento, reciente, la Vía Augusta se ha convertido en un atasco continuo. Y como consecuencia son las motocicletas las que utilizan el carril bici y son mucho más numerosas que los ciclistas. Como por esta calle principal de Barcelona pasan líneas de autobuses y hay varias paradas, cada vez que uno de ellos se detiene, la circulación debe pasar por el cuello de botella de un solo carril.
El resultado es que en todo el amplio período de máximo tráfico, por la mañana y a última hora de la tarde, que afecta a la parte más sensible de los desplazamientos, la ida y vuelta del trabajo, aquella parte que incide más fuertemente en la productividad, la Vía Augusta está perfectamente colapsada. De modo que, lo que antes podía ser un recorrido inferior a 10 minutos, la distancia que separa la calle Balmes de la entrada de los túneles, ahora se ha convertido en 60 o 70 minutos. De hecho, en los tramos centrales recorrer 300 metros en coche significa, cronometrados, invertir algo más de media hora.
Es una brutalidad y un desbarajuste que los barceloneses pagamos como un nuevo impuesto, y también aquellos que vienen a trabajar a la ciudad. En este sentido, es un factor más que disuade, hace perder puntos a la centralidad de Barcelona. Y esto, sumado a todos los demás inconvenientes en los accesos, lo pagaremos muy caro.
Los costes que soportamos son básicamente de tres órdenes
- Un gasto en combustible mucho más elevado porque significa tener quien realice todo el recorrido, que es la mayoría en hora punta, el motor funcionando durante 1 hora o más tiempo, cuando antes se resolvía con 7 u 8 minutos.
- Tiempo. Este tiempo del que alegremente dispone el Ayuntamiento lo pagamos los ciudadanos por tener que salir más pronto de casa o por llegar tarde al puesto de trabajo. Y tiempo significa dinero o descanso.
- Una mayor contaminación. La Vía Augusta se ha convertido en un eje de gran impacto contaminante por las horas y horas que los vehículos permanecen colapsados. Porque esto significa multiplicar la emisión de gases y partículas a la atmósfera. La Via Augusta se ha convertido en un impuesto directo para los usuarios de la Via, por el entorno porque también colapsa las vías mar y montaña. Y generalizado porque la contaminación es evidente que no permanece fijada sólo en la calle en cuestión.
El PSC, que estando en el gobierno no hizo nada por impedirlo, era consciente del problema porque participaba en el área de movilidad, pero, vaya, no fuera a crear malestar en un socio tan irascible como Colau y los comunes. Por esa razón Collboni, una vez elegido alcalde, hizo el intento, sólo un suave intento, de reconsiderar la situación dada la gravedad de los daños. Pero claro, su debilidad política le condena a la impotencia porque es prisionero de gobernar con sólo 10 de los 41 concejales del Ayuntamiento de Barcelona y está cogido en una parte muy dolorosa por la garra de los comunes, que le castigarán políticamente si es atreve a tocar algún elemento emblemático de su “legado”. Y la Vía Augusta es una de esas herencias.
Esta carrera se ha convertido también en el símbolo de lo que sufriremos con la gestión de Collboni porque será aquella que vendrá marcada por el «querer y no poder«, porque ni tiene fuerza política ni puede eludir la losa de Colau y los suyos.
Claro que en todo esto tiene mucho que ver el PP, que es un castigo para Barcelona y Catalunya. Porque su comportamiento político desgraciadamente tiende a hacer siempre todo lo que no nos va bien como barceloneses o como catalanes, porque sitúa por encima de todo determinadas manías cocinadas desde el «anti».
Fue el PP quien dio la alcaldía a Collboni, y eso no puede olvidarse, como fue Valls, el gran fracasado, quien le regaló la alcaldía a Colau. Y esto tampoco lo hemos olvidado. Pero lo que con Valls era un gesto histriónico, en el PP parece ser una constante entomológica. Vio en Trias, que Santa Lucía les guarde la vista, un peligroso independentista. Ahora, en Madrid, Núñez Feijóo lo estará lamentando penosamente porque si hubieran votado a Trias no sólo el impuesto de la Vía Augusta habría desaparecido de Barcelona, sino que el PP tendría un hilo de un valor incalculable para establecer acuerdos en un futuro, si es que quiere llegar algún día a gobernar España.
Vía Augusta: Lo que antes podía ser un recorrido inferior a 10 minutos, ahora se ha convertido en 60 o 70 minutos Share on X