Cohetes estadounidenses para una Europa que aspira a la «autonomía estratégica»

Esta semana se ha sabido por el diario Politico.eu que la Comisión Europea busca un acuerdo con SpaceX, la empresa de Elon Musk dedicada a las tecnologías y servicios espaciales, para salir del callejón sin salida donde actualmente se encuentra debido a los retrasos acumulados de la industria espacial europea.

Para más inri, lo que la UE ha puesto sobre la mesa es un contrato para que SpaceX tire no satélites con aplicaciones comerciales o en todo caso poco sensibles, sino artefactos de última generación para la constelación Galileo, la espina vertebral del sistema de posicionamiento geográfico impulsado por Europa precisamente para no depender del GPS estadounidense.

De hecho, los desafíos en términos de seguridad y protección del secreto industrial son tan fuertes que la Comisión está intentando convencer a los Estados miembros para negociar un «acuerdo de seguridad adhoc» con Estados Unidos con el fin de «lanzar excepcionalmente satélites Galileo «. Un montaje jurídico para intentar proteger las informaciones confidenciales que contiene la carga útil de los artefactos espaciales europeos.

Según los documentos a los que Politico.eu ha tenido acceso, la UE querría llegar a un acuerdo con SpaceX para utilizar su cohete Falcon 9 y con United Launch Alliance con el Vulcan, aunque éste todavía no ha realizado ningún vuelo comercial.

Esta demanda de la UE, forzada por las circunstancias, pone una vez más en entredicho la idea tan en boga de la actual Comisión liderada por Ursula von der Leyen y Josep Borrell de «la autonomía estratégica europea».

Paradójicamente, es cuando más insiste Europa en la necesidad de no depender de terceros para evitar poner en riesgo su seguridad y credibilidad, que ésta se revela incapaz de hacer algo tan sencillo como poner en orbita a sus propios satélites.

Y decimos sencillo porque, en particular gracias a Francia y a su larga tradición gaullista de autonomía estratégica (pero la de verdad), Europa había sido capaz, hasta ahora, de disponer de un programa espacial puntero, y en ciertos aspectos superior al de la NASA. El sistema Galileo forma parte de ese orgullo europeo que está ahora amenazado.

De hecho, si la Comisión contempla en serio la opción estadounidense es porque el sucesor en el cohete Ariane 5, de fabricación principalmente francesa, sufre retrasos en cascada. De hecho, el vuelo inaugural del flamante Ariane 6 debía tener lugar en verano de 2020.

Actualmente, se espera que el pistoletazo de salida del nuevo cohete se haga a finales de año, y que el sistema entre en servicio operativo en 2024. Pero el problema no es sólo que Ariane 6 esté sufriendo retrasos, sino que la fabricación de su predecesor ha cesado. Un error de cálculo incomprensible a simple vista.

Los problemas de calendario no son los únicos que amenazan a los proyectos espaciales europeos. La tecnología de actores estadounidenses como SpaceX y United Launch Alliance, entre otros, es claramente superior a la del futuro cohete europeo y permite enviar artefactos al espacio a costes inferiores.

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