China se está preparando para liderar el mundo postpandemia

China acaba de clausurar la cumbre anual de la Asamblea Nacional Popular (el parlamento chino) que reúne a casi 3.000 delegados procedentes de todos los rincones del país. La conclusión principal de esta cumbre es que China, el país que presume de haber derrotado la Covid, quiere ser la potencia que lidere el mundo después de la pandemia, aprovechando que el resto de economías aún sufren la crisis causada por el coronavirus.

Pekín se ha fijado un objetivo de crecimiento económico para el 2021 del 6% que, según el primer ministro Li Keqiang,  «permitirá dedicar toda la energía a promover las reformas, la innovación y un desarrollo de calidad». Estamos lejos de aquellos crecimientos de doble dígito que China había conocido durante décadas, a partir del cambio de sistema económico producido en 1978 desde el comunismo maoísta a la economía de libre mercado, bajo un régimen político autoritario controlado por el Partido Comunista. China ha sido el único país que ha crecido durante el año inicial de la pandemia (2020), aunque con una tasa muy baja por sus estándares (2,3%), y ahora mismo está tirando del carro de la economía mundial, como ya lo hizo a la hora de superar la Gran Recesión de 2008, cuando China era responsable del 30% del crecimiento global.

El primer ministro chino ha declarado que la intención es crear más de once millones de puestos de trabajo y dejar la tasa de desempleo en un 5,5%. El incremento anual medio en el gasto de investigación será del 7%.

Con esta cifra se pretende impulsar un plan de autosuficiencia tecnológica, sobre todo en sectores críticos como el de los circuitos integrados (semiconductores o chips) de los que China cree depender en exceso de los Estados Unidos y Taiwán.

Según la revista estadounidense Forbes -especializada en el mundo de los negocios y las finanzas- el plan chino de fabricación de semiconductores tiene «tanto interés estratégico para Pekín como el desarrollo de la bomba atómica«. Actualmente, la falta de chips se extiende por la totalidad de cadenas productivas y amenaza la recuperación económica mundial. El mundo digital en el que vivimos no podría funcionar sin las pastillas de silicio.

Con 23 millones de habitantes, Taiwán es hoy el centro de la cadena mundial de un producto estratégico, con una producción que supone el 20% de los semiconductores del planeta. Los Estados Unidos sólo tiene el 12% de la producción global, mientras que Asia acapara el 70%. Con una capacidad productiva de apenas un 6% mundial, Europa se ha dormido las últimas décadas. Alrededor de los chips se está viviendo una guerra de carácter tecnológico entre las grandes potencias con un ganador incierto.

En materia energética, China seguirá desarrollando la energía nuclear como un instrumento clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero también propugna seguir recurriendo a diferentes tipos de producción de energía, incluido el carbón contaminante, aunque mantiene la intención de llegar a un pico de emisiones en 2030.

La mirada china a largo plazo también afecta aspectos sociales. Ante la fuerte caída de nacimientos y el envejecimiento de la población, factores que amenazan el futuro de China, se pretende trabajar para conseguir un índice de natalidad «apropiado», lo que apunta a la eliminación de las restricciones para tener más de dos hijos. Además, se plantea alargar de forma gradual la edad de jubilación -que es de 60 años para los hombres y de 55 para las mujeres- al tiempo que se garantiza el acceso a una pensión básica.

El Gobierno chino centra sus esfuerzos en conseguir un nuevo patrón de desarrollo económico basado en la innovación que permita la autosuficiencia tecnológica en los próximos años con un aumento considerable de la inversión en investigación y desarrollo. China apuesta por un crecimiento en calidad más que en cantidad, poniendo el foco en políticas medioambientales.

El gasto de defensa crecerá un 6,8%. En palabras del primer ministro, Li Keqiang, «responderemos a los riesgos de seguridad en todas las áreas y situaciones», en velada referencia a la disputa con Taiwán, las disputas territoriales con la India en la cordillera del Himalaya y marítimas con el Japón (islas Senkaku), entre otros. China es el segundo país del mundo que más gasta en defensa,  unos 175.000 millones de euros oficialmente, muy inferior a los 600.000 millones de euros declarados también oficialmente por los Estados Unidos. El gasto estadounidense en defensa iguala a la suma del gasto de los siete países siguientes, incluida China.

China está rodeada de conflictos potenciales y se siente vigilada permanentemente.

Existe una antigua alianza de vigilancia denominada Five Eyes   (cinco ojos), formada por los Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, acaba de reactivar otra: el QUAD ( Quadrilateral Security Dialogue ), formada por los Estados Unidos, Japón, Australia y la India. El próximo encuentro telemática de los jefes de Estado de este cuarteto es toda una declaración de intenciones hacia una China que ven avanzar firme en dirección a liderar el futuro pospandémico. Hoy por hoy, el QUAD no es una alianza militar formal, aunque ya hay quien la cataloga de embrión de una posible OTAN del Indo-Pacífico (Pekín la califica de bloque anti-China directamente).

Joe Biden está demostrando con este tipo de acciones que su política respecto a China no será muy diferente de la de TrumpComo él, piensa que China es un adversario poderoso, con quien se disputa la hegemonía política en la zona y el liderazgo económico y tecnológico del mundo.  

Lo que seguramente preocupa más a los americanos es el crecimiento imparable de la economía china.El miedo de las administraciones sucesivas americanas ante la emergencia extraordinaria e imprevista de China a lo largo de las últimas décadas es un factor clave y la gran cuestión de fondo de la geopolítica actual. A precios de mercado, el PIB de China era dos tercios del PIB de Estados Unidos en el año 2019 y será de tres cuartos a finales del año 2021. Las previsiones para el año 2050 indican que el PIB de China será del orden del 170% del americano. En términos de paridad de poder ejecutivo, la economía china ya es superior a la americana. La «trampa de Tucídides» dice que es inevitable el conflicto bélico entre una potencia hegemónica en declive y la emergente. El caso de Esparta y Atenas en la Guerra del Peloponeso, sobre el que escribió el historiador griego Tucídides, es paradigmático.Esparta declaró la guerra a Atenas precisamente por el miedo que le producía su emergencia, la provocó y la ganó.

El miedo a China no es compartido por muchos analistas de gran prestigio, por ejemplo el centenar que, en un famoso artículo, Carta abierta al presidente y al Congreso de Estados Unidos,  publicado en el diario Washington Post en julio de 2019 con el título China is not an enemy , defienden la tesis de que una cosa es el rápido desarrollo de la economía china y el otro que ello suponga necesariamente una amenaza militar. Al mismo tiempo, se muestran profundamente preocupados por el deterioro creciente de las relaciones entre las dos potencias mundiales y las posibles graves consecuencias de esta situación.

Además de reactivar el QUAD, Joe Biden acusa a China de perseverar en su actitud beligerante en el mar de China Meridional (mar que cubre un área de tres millones y medio de kilómetros cuadrados que va desde Singapur hasta el estrecho de Taiwán, es la zona marítima más grande del mundo después de los cinco océanos), donde está construyendo bases militares, a pesar de la sentencia contraria del Tribunal Permanente de Arbitraje (TPA) de la Haya de hace cuatro años, que China no reconoce. El TPA no tiene facultades ejecutivas. China pretende que el 90% de aquel mar es suyo, vulnerando las aguas territoriales de Filipinas, Malasia, Brunei, Vietnam y Taiwán. Biden también le acusa de apoyar las dictaduras totalitarias de Corea del Norte y Venezuela.

En el marco del primer viaje a Asia (sólo Japón y Corea del Sur) de alto nivel de la Administración Biden que se realiza actualmente, el nuevo secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que viaja acompañado por el secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha acusado a China de utilizar la «coerción y agresión» con Taiwán y Hong Kong y de cometer abusos sobre los derechos humanos en Xinjiang y Tíbet, así como de reclamar territorios en el mar del Sur de China «que violan la ley internacional». A Corea del Norte la ha acusado de «abusos sistemáticos y generales» sobre su propia población. Ambos mandatarios estadounidenses han tenido reuniones en Tokio con autoridades japonesas que han acabado con un comunicado conjunto que Pekín ha calificado de «ataque malicioso» y de «grosera interferencia en los asuntos internos de China». Además, ésta ha protestado por las últimas sanciones de Estados Unidos a 24 de sus funcionarios por la reforma electoral en Hong Kong.

A la vista de los últimos acontecimientos, se supone que con el ánimo de rebajar la tensión, las diplomacias estadounidense y china acaban de acordar una reunión bilateral de alto nivel que se celebrará inmediatamente en Alaska (el primer encuentro entre los Estados Unidos y China desde la llegada de Joe Biden en la Casa Blanca), a la que acudirán, por parte de los Estados Unidos, Antony Blinken y Jake Sullivan, asesor presidencial en materia de seguridad nacional, y por parte china los dos principales responsables de asuntos exteriores después del presidente Ji Xinping: Yang Jiechi, miembro del Politburó del Partido Comunista Chino y Wang Yi, ministro de exteriores (la reunión se ha celebrado efectivamente los días 18 y 19 de marzo y las dos delegaciones se han tirado los trastos; ambas delegaciones se han acusado de haber recurrido al «drama» televisivo pensando en sus respectivas audiencias nacionales; a falta de discusiones sobre el fondo de sus diferencias, una verdadera pugna estratégica total, esta primera reunión bilateral de las dos grandes potencias ha parecido poco más que un tenso «postureo» diplomático; en cualquier caso, el presidente Biden se ha declarado públicamente «muy orgulloso» de sus representantes diplomáticos).

Los analistas coinciden en afirmar que si hay un lugar en el mundo donde podría estallar la tercera guerra mundial, este sería el estrecho de Taiwán.

El responsable de dirigir el Comando Indo-Pacífico de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, el almirante Philip Davidson, acaba de advertir que China podría invadir Taiwán los próximos seis años. «Me temo que están acelerando sus planes para suplantar los Estados Unidos y su papel de liderazgo … hacia el año 2050», explicó ante una comisión del Senado. Desde Pekín, el portavoz de exteriores, Zhao Lijian, acusó al almirante de exagerar la amenaza china sobre Taiwán. Parece que el objetivo de Biden ahora es hacerse creíble y que nada induzca a los chinos a pensar que la invasión de Taiwán les podría salir gratis. Por ello las maniobras de la US Navy, la marina de guerra más poderosa del mundo, se han intensificado en la zona en las últimas semanas.

Las intenciones chinas sobre Hong Kong son aún más contundentes. Pekín ha dejado muy claro que no tolerará intromisiones en este territorio y que su objetivo es silenciar la oposición democrática. Por ello hará cambios en el sistema electoral y filtrará los candidatos para «garantizar que los patriotas sean mayoría en la asamblea legislativa». La Asamblea Nacional Popular lo ha aprobado casi por unanimidad: 2.985 votos a favor, ninguno en contra y una abstención. El régimen ya no esconde que busca el control político absoluto de Hong Kong y que la máxima «un país, dos sistemas» ha pasado a la historia. Pekín argumenta que Hong Kong no ha sido nunca una democracia al estilo occidental y que la ley básica del territorio dice que la última palabra sobre su forma de gobierno la tiene el parlamento de China.

Además de la defensa, otro plato fuerte de la sesión de la Asamblea Nacional Popular ha sido la presentación del 14º plan quinquenalque marca la ruta económica a seguir el próximo lustro.

Comprende la estrategia Made in China 2025  (liderazgo tecnológico en sectores clave con grandes subvenciones otorgadas a empresas tecnológicas), así como la «visión para el 2035», una guía para el país durante los próximos quince años en los que el presidente de  China, Xi Jinping (que es a la vez presidente de la Comisión Militar Central y secretario general del Comité Central del Partido Comunista Chino), refuerza su control total sobre el Estado y aparece como el líder firme que ha ganado la batalla a la Covid. Desde Mao Tse Tung, nadie había aglutinado tanto poder y su papel de «navegante y timonel» del país lo convierte de hecho en presidente vitalicio. En marzo de 2018 el 13º. Congreso Nacional Popular aprobó una enmienda a la Constitución china que posibilita a Xi ampliar su mandato por encima de los dos periodos quinquenales hasta ahora permitidos. Xi Jinping quiere llevar la China postpandemia a la autosuficiencia tecnológica, una economía más verde y ganar el pulso comercial con Estados Unidos .

Pekín ha advertido a Washington que evite crear nuevos obstáculos para así poder reparar sus relaciones dañadas durante la presidencia de Donald Trump.

La UE se mueve actualmente en varias direcciones en relación con los desafíos que plantea China.

Por un lado, el 30 de diciembre ha firmado un acuerdo sobre inversiones con Pekín, presentado por Bruselas como uno de los pasos para reequilibrar sus relaciones comerciales. Por otra parte, está elaborando una posición sobre China conjuntamente con la nueva administración norteamericana. Además, la UE acaba de adoptar una nueva política comercial más firme para hacer frente tanto en Estados Unidos como a China. En un contexto internacional de crecientes tensiones, de más desarrollo del unilateralismo y con una Organización Mundial del Comercio (OMC) debilitada, los 27 buscan un espacio propio en un mundo dominado por los Estados Unidos y China. La UE quiere marcar su territorio, pero a la vez combinarlo con una buena relación con Washington.

La nueva estrategia comercial de la UE con China se fija como prioridad establecer una relación económica equilibrada para asegurar que China asuma más obligaciones en materia de comercio internacional, al tiempo que se afrontan los efectos negativos que provoca su capitalismo de estado.

La UE trabaja para lograr una «autonomía estratégica» (consolidación de una posición propia, autónoma e independiente) en relación con los Estados Unidos y China y trata de avanzar, con muchas dificultades, hacia una nueva política común en materia de política exterior y defensa.

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