Es bien conocido que Iberoamérica, el conjunto de países de cultura hispánica y portuguesa en el continente americano, ha sido tradicionalmente el «patio trasero de Estados Unidos«.
Sin embargo, un conjunto de cambios profundos en el panorama económico mundial están haciendo que China sea cada vez más influyente en la región. De una forma muy similar a lo que el gigante asiático está haciendo, y con gran éxito, en el continente africano, los países de Centroamérica y del Sur se encuentran cada vez más vinculados económicamente con Pekín.
Un reciente informe publicado por el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea (IESUE), un organismo oficial de investigación de la propia UE, concluye de hecho que China ya tendría en Iberoamérica la “preponderancia” en los campos de economía y la tecnología.
China ya tendría en Iberoamérica la «preponderancia» en los campos de la economía y la tecnología
Si bien el informe añade que, en su conjunto, Estados Unidos y la Unión Europea, “siguen siendo, en general, socios privilegiados” de Iberoamérica, China despunta claramente como el nuevo actor clave del desarrollo económico de la región.
Este hecho es importante ya que las inversiones y préstamos que Pekín efectúa en los países iberoamericanos le permiten proyectar su modelo de gobierno y gestión económica.
De hecho, en el espacio de los últimos 20 años, el comercio de la región con China ha ido aumentando sin cesar y ya supera claramente el volumen del conjunto de los países de la Unión Europea. Esto hace de Pekín el segundo socio comercial de Iberoamérica, todavía por detrás (y a mucha distancia, todo sea dicho) de Estados Unidos.
Sin embargo, la influencia que ejerce Pekín es innovadora en el sentido de que se orienta diferentemente respecto a los dos socios históricos.
Como señala el estudio del IESUE, China no efectúa una proyección de fuerza preeminentemente militar, como han hecho Estados Unidos a través de lo que podría considerarse poder duro.
Pero Pekín tampoco ejerce influencia a través de la transmisión de valores e ideales, como ha intentado hacer Europa con su modelo de integración regional el cual durante décadas Iberoamérica tomó como modelo, y que podría considerarse como de poder blando .
China combina elementos de las dos estrategias, la dura y el adobo, para dar lugar a una influencia híbrida y en cierto sentido más sutil.
En vez de buscar orientar directamente las decisiones políticas y económicas de los gobiernos iberoamericanos, como harían Estados Unidos y la UE, lo que hace China es presentarse como un poder pragmático, capaz de responder a las necesidades inmediatas de los países sur y centro-americanos, así como de sus élites. Todo ello inscrito en una narrativa de “tercer mundo”, que se presenta como la alternativa de los países del sur a la hegemonía occidental.
Pekín invierte, compra materias primas y propone bienes de consumo a precios competitivos. Pero detrás de las proposiciones chinas siempre aparece, necesariamente, el modelo de gobierno y de sociedad que las hace posibles. Modelo que, como es sabido, no se basa precisamente en un estado de derecho, liberal y democrático, como el que promueven Estados Unidos y Europa.
Así pues, China, que ya ha logrado en buena medida expulsar o reducir muy considerablemente la influencia occidental en África, empezando por la francesa, está aplicando a fondo la misma estrategia en Iberoamérica.