China, Estados Unidos y la UE han seguido modelos diferentes de lucha contra la Covid-19. China ha priorizado el control social, los Estados Unidos la vacunación, y la UE se ha situado en una posición intermedia.
Destacados expertos prevén que hacia finales de 2021 la pandemia podría empezar a estar controlada. A la hora de hacer balance, se verá que la diferencia de defunciones habrá sido muy grande a favor de China.
Hoy el gigante asiático contabiliza 10.000 y Estados Unidos más de 600.000. Se puede discutir la fiabilidad de estas cifras, pero lo que no se puede negar es que en China, el país donde comenzó la pandemia, se tomaron medidas radicales de confinamiento y aislamiento (aunque no está muy claro que al nicio actuara de manera inmediata, recordemos el caso del médico que inicialmente fue represaliado y murió de Covid-19), por provincias enteras (la provincia de Hubei, en el centro de la República Popular China, con 65 millones de habitantes, fue la primera), o por barrios y edificios.
En los Estados Unidos el negacionismo de Trump (recordemos que 2020 era año electoral) y sus seguidores condujo a políticas y comportamientos inadecuados que, según se ha demostrado, han sido directamente responsables del ensañamiento y el descontrol del virus en tierras americanas.
A pesar de la opacidad de las autoridades chinas, parece que las medidas de confinamiento y rastreo sistemático lograron detener la expansión del virus en seis meses. Un año después, Wuhan, capital de Hubei, ya estaba abierta, la tasa de incidencia era de sólo el 0,03 sobre 100.000 habitantes, la vida social había recuperado el ritmo y la economía crecía al 6% anual. Esto venía a demostrar que controlar primero la salud beneficiaba también la economía. Un factor clave del modelo chino parece que ha sido la actividad de los comités vecinales presentes en la mayoría de los barrios del país. Estos comités, controlados por el Partido Comunista, han sido los encargados del rastreo y del control del confinamiento, incluyendo los edificios. Tenían poder denunciador coactivo, propio de los regímenes comunistas.
En China, los buenos resultados de la lucha contra la pandemia se habrían debido, principalmente, a tres elementos: política de Estado (centralización del poder político), disciplina ciudadana (disposición cultural a seguir las consignas de las autoridades) y control social a nivel de calle (comités vecinales).
El éxito de gestión sobre la pandemia no se le puede apuntar sólo a China sino que es extensible al conjunto de países de la región Asia-Pacífico que han hecho bien las cosas, trabajando sobre dos pilares: acción eficaz de las administraciones y cooperación de una población acostumbrada a la disciplina y a priorizar la comunidad sobre el individuo. Taiwán, por ejemplo, un país democrático a diferencia del autoritarismo de la República Popular China, también ha contenido la Covid con pocos contagios y pocas defunciones. Las razones de su éxito son diversas. Sus expertos suelen dar siete: la experiencia del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome, Síndrome respiratorio agudo grave) del año 2003, la rapidez en la respuesta, la aplicación de tecnología sofisticada, una transparencia muy superior a la practicada por China continental, condición geográfica de manzana, la costumbre de la mascarilla y la colaboración ciudadana.
El modelo de los Estados Unidos se ha basado en la movilización de su potencial científico, tecnológico, industrial y de organización, una vez declarada la emergencia nacional.
Como solución a la pandemia, ha adoptado la vacuna en lugar del confinamiento. Los Estados Unidos se ha implicado a fondo en la investigación, la producción y la distribución de vacunas, ya en tiempos de Trump. Con varias vacunas creadas y producidas (Pfizer, Moderna, Janssen y otros en proceso) y una capacidad de ejecución extraordinaria, están vacunando dos millones de personas diarias. La promesa de 100 millones de vacunas en 100 días se ha acortado a 60 días y la proyección es que el próximo 4 de julio, su día nacional, se celebre la independencia del virus. En cambio, China apenas ha vacunado, y las dos vacunas que produce las ha vendido o dado a los países pobres, en un ejercicio calculado de diplomacia sanitaria.
Los modelos chino y norteamericano de actuación contra la pandemia son, por tanto, contrapuestos.
Control social por un lado, capacidad científica y productiva por otro. China prioriza la organización de la sociedad, los Estados Unidos corrigen los desastres sociales con tecnología. Los valores subyacentes son opuestos (régimen comunista que permite el control social de una población frente a una democracia fundamentada en las libertades y derechos de la persona). Pero en una situación de crisis extrema, como es el caso, los dos modelos funcionan y compiten.
El modelo de la UE consiste en un mix de control social y vacunación.
El control social ha conocido cierres y confinamientos sucesivos a medida que iban llegando las olas del virus. Y ya llevamos cuatro. Ha sido un acierto y un triunfo que los 27 Estados miembros de la UE se hayan puesto de acuerdo para comprar vacunas de forma conjunta y se haya respetado el espíritu solidario europeo. De este modo se han evitado luchas y malentendidos entre Estados miembros, como se vio al principio de la pandemia. La ejecución, en cambio, ha sido menos buena, y esto explica los retrasos en materia de vacunación. De todos modos, hay que recordar que la UE no tiene competencias en materia sanitaria y desde Bruselas se ha hecho lo que ha podido dentro de este marco limitado de actuación legal. Ha quedado claro que esta falta de competencias deberá enmendarse en el futuro.
Las tres potencias también presentan tres modelos diferentes en la lucha contra la crisis socioeconómica provocada por la pandemia.
El modelo chino se caracteriza por una economía recuperada, tras un tratamiento inicial radical del virus, que vuelve a crecer con fuerza y que representa el treinta por cierto del crecimiento mundial. La economía china es la única que ha crecido en el año 2020 (2,3%) y las previsiones para 2021 son del 8,4% según datos recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El modelo norteamericano consiste en una serie mastodóntica de planes de estímulo aprobados. Al primer plan de Trump por un importe de 2,2 billones de dólares, se han añadido los dos planes de Biden de 900.000 millones de dólares y 1,9 billones de dólares, respectivamente, lo que da un total de unos cinco billones de dólares, aproximadamente un 5% de su PIB. Tanto el plan de Trump como los de Biden destinan buena parte del dinero prestado a la entrega de cheques a la población. Las previsiones de crecimiento de la economía estadounidense para 2021 son del 6,4%.
El modelo de la UE ha supuesto, en primer lugar, el éxito del acuerdo alcanzado el pasado verano sobre un presupuesto para siete años y un fondo europeo de recuperación (Next Generation EU , NGEU) que en total suman más de 1,8 billones de euros. A diferencia de los planes estadounidenses, el fondo NGEU es más lento, pretende reactivar la economía, promover a la vez la digitalización y descarbonización de la economía, además de exigir reformas para hacer el modelo sostenible financieramente y estimular la flexibilidad. Además, hay que señalar la gran actividad monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y la existencia de otros programas europeos especializados. A todos estos estímulos de carácter europeo, hay que añadir las ayudas de los diferentes Estados miembros para la recuperación económica, muy importantes en una UE que aún no ha llegado a ser una verdadera federación. El fondo NGEU, que introduce la mutualización de la deuda, constituye el avance más importante hacia la federalización económica desde la creación del euro. Ofrece la posibilidad de que la UE ayude a todos los Estados miembros a recuperar su economía y reconstruirse mejor. La otra cara de la moneda han sido los problemas de suministro de las vacunas antes comentados. Las previsiones de crecimiento de la Zona Euro para 2021 son del 4,4% (6,4% para España).
Además de haber hecho frente a la pandemia de distinta manera, las tres potencias también tienen tres visiones diferentes sobre su significado.
China considera que la pandemia es su trampolín hacia el liderazgo mundial. El presidente Xi Jinping se considera el líder firme que ha ganado la batalla contra la Covid. Xi quiere llevar la China postpandémica a la autosuficiencia tecnológica, una economía más verde y ganar el pulso comercial con Estados Unidos.
Para los Estados Unidos, la pandemia ha significado el golpe definitivo que ha hecho caer Trump y que ha posibilitado el relevo en la presidencia del país y, además, un gran triunfo de sus empresas farmacéuticas. El nuevo presidente Joe Biden no ha cambiado esencialmente la antigua política de Trump de línea dura con China, consciente de que Estados Unidos está condenado a competir con el gigante asiático y a seguir una política de contención de su pretendida carrera hacia el liderazgo mundial. En una de sus primeras entrevistas como presidente de Estados Unidos, Biden avisó que el futuro de la relación de Estados Unidos con China estará dominado por «una competencia extrema».
Para la UE, la pandemia ya ha supuesto, de momento, un paso firme hacia la unión política, consistente en la aprobación del programa federalitzador Next Generation EU .También ha puesto en evidencia que la UE, para ser eficaz, necesita más competencias delegadas de materias tan importantes como la salud pública y, por otra parte, que los Estados Unidos y la UE necesitan coordinar mejor sus respectivas políticas en relación con China y sus ambiciones de futuro. La UE en 2019 ya definió a China como «un socio de cooperación, un competidor económico y un rival sistémico».
China ha priorizado el control social, los Estados Unidos la vacunación, y la UE se ha situado en una posición intermedia Share on X