Las imágenes impresionantes de personas instaladas en automóviles que no pueden ingresar en hospitales colapsados, la escasez angustiosa de botellas de oxígeno, los crematorios de los numerosos cadáveres, una práctica inherente al hinduismo, pero que visualmente resulta trágica para nosotros, todo ello transmite una imagen muy extrema de los estragos de la Covid-19 en la India. Los medios de comunicación nos han servido, como es habitual, las escenas más impresionantes de la ola de muertes y enfermos en que está sometido ese país.
Pero más allá de las impresiones realmente trágicas está la realidad que nos dan las cifras, que nos muestran un balance diferente. Porque todo lo que pasa en estos grandes países hay que situarlo en el contexto de su gran población. La India tiene 1.300 millones de habitantes. Esta magnitud explica que, a pesar de haber inyectado cerca de 155 millones de dosis, su nivel de vacunación sea sólo del 11.5%.
Si aplicamos la proporción de muertes de la India en España, nosotros, en lugar de tener 78.216 muertes oficiales, recuento del 2 de mayo (más de 100.000 de acuerdo con el exceso de mortalidad) deberíamos tener, para ser equivalentes a los muertos de la India, sólo unos 7.500, porque nuestro número de muertes en relación a la población es ligeramente superior a 10 veces el indio: 1.672,9 por millón de habitantes a 2 de mayo, por sólo 156,1 en la India . Este es el escenario global y esta es la realidad de los estragos humanos de la pandemia. Los nuestros son mucho mayores.
Lo que sí que sucede es que a partir de finales de abril las muertes diarias en la India se han disparado. Las nuestras siempre han estado muy por encima de ellas. Por ejemplo, en el punto álgido con más mortalidad diaria en España, el 3 de abril, con 18,52 muertes por millón de habitantes, en la India casi se registraban una décima. Sólo en el período comprendido entre el 3 de junio y el 2 de septiembre, cuando la mortalidad española se situó muy por debajo de 1 muerto por cada millón de habitantes, la India nos superó ligeramente. Un segundo vértice español en el mes de noviembre, concretamente el 9, se produjeron 9,44 muertes por millón de habitantes, por sólo 0,41 en la India. Y el 11 de febrero, en la cumbre de la tercera ola, España se situaba en 10,43 muertes por millón y la India en 0,07.
Esto sólo ha cambiado, y esta es la fotografía actual, a partir de los últimos días de abril cuando la India superó las 2,11 muertes por millón de habitantes mientras que España se colocaba en 1,91. Y ese es el escenario que estamos grabando ahora, si bien los datos a 2 de mayo muestran una disminución en el caso de la India, 2,11, mientras que prácticamente está estancada la cifra española con 1,99 muertes por millón de habitantes. Esta es la realidad.
Es bueno que sintamos solidaridad con los que sufren, aunque estén lejos, como en el caso de la India, pero todavía es mejor si además asumimos la magnitud del desastre español, del que Cataluña no es una excepción, sino un contribuyente destacado.