Cataluña: un análisis global en la perspectiva española y europea (1)

La publicación del Anuario Regional Eurostat 22 ofrece la posibilidad de comparar una serie de parámetros básicos de Cataluña con el contexto español y europeo. Desde Converses consideramos que estos análisis sistemáticos, globales, solventes y objetivos son un servicio en un tiempo en el que todo está contaminado por la propaganda.

De ahí que comencemos una explotación sistemática de estos datos que al lector atento le pueden proporcionar referencias que faciliten la adopción de su propio criterio y no ir a remolque de lo que le dictan los diversos poderes que controlan la comunicación.

Y el primer capítulo a revisar es el de la población.

Unos cuantos datos nos dan una radiografía suficientemente comprensible. La población de Cataluña en el período 2021-2050 crecerá 141 habitantes por cada 1.000. Es, junto a Madrid, en primer lugar, Baleares, Murcia y Navarra, de los pocos lugares que registra este crecimiento más bien modesto a largo plazo.

Significa que en esa fecha de mediados de siglo llegaremos a los 8,7 millones de habitantes. Algo más de 1 millón que añadir a los actuales, pero con una consideración adicional: este aumento será fruto de la inmigración, porque la tasa de fecundidad (el número de hijos nacidos vivos por mujer) es extraordinariamente baja.

En Barcelona es de sólo 1,19 y algo más altas en Tarragona, Lleida y Girona, que se sitúan en 1,3 o unas centésimas más. Para situar una referencia vecina, el Rosellón alcanza un 1,79.

Recordemos que la tasa de reemplazo; esto es el número de hijos por mujer para mantener a la población en equilibrio, es de 2,1. Por tanto, con la actual hay una pérdida de un habitante por cada mujer en edad fértil.

Este déficit de crecimiento vegetativo está parcialmente cubierto por la inmigración, con una nota adicional de que las personas que morirán de aquí en 2050 serán, en su gran mayoría, nacidos en Cataluña y este hecho más la actual población inmigrante, más los nuevos residentes harán que el peso de la inmigración en el total catalán consiga cifras muy altas, con todo lo que esto conlleva de pérdida de la productividad y de problemas de choques entre hábitos y culturas diferentes, porque los recién llegados lo que van a encontrar es una población de edad avanzada y, por tanto, más refractaria a los cambios.

Pero, incluso, con este añadido de inmigración tendremos una edad media de la población que se acerca ya a los límites de la pérdida de la máxima productividad, porque se situará en torno a los 44 años. Mientras, la gente joven registrará un descenso, moderado en términos europeos y españoles, pero reducción a fin de cuentas. En 2050 representarán sólo el 16% del total de la población, algo menos en Tarragona y Lleida.

Bajo esta base demográfica, cabe decir que los incrementos de productividad, que es la argolla que nos atenaza, serán muy difíciles y se añadirán al otro factor estructural que lo dificulta y que, por tanto, en un orden de cosas diferentes, como es la pequeña dimensión de nuestras empresas.

En definitiva, y de este primer capítulo: la falta de natalidad constituye un estrangulamiento fundamental que dificulta superar el decaimiento económico y cultural que afecta desde hace algunos años a Cataluña.

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