En Cataluña, prácticamente la mitad de los hijos que nacen lo hacen fuera del matrimonio. Este hecho tiene dos consecuencias: nacen menos porque los vínculos no matrimoniales tienen tendencia a reducir el número de hijos, y después a lo largo de su vida tendrán una familia sujeta a mayor inestabilidad, que dificultará objetivamente su rendimiento escolar.
Cuando se indagan las causas de los malos resultados de la escuela en Cataluña y en España, se pasa por alto la aceleración de este fenómeno de hijos nacidos fuera del matrimonio, que en 2019 (los datos de 2020 están afectados por la covid) en Cataluña alcanzaron el 49,7%, más altas que las de España, 43%, y que la europea, 42,5%. Hay que decir que a principios de siglo no llegaban ni a la mitad, eran del 20,10% y que, por tanto, en el transcurso de estas dos décadas se ha doblado.
Un fenómeno de esta dimensión lógicamente tiene consecuencias culturales, sociales y económicas que han pasado por alto.
Una de ellas es nuestra situación demográfica. Evidentemente, la falta de matrimonios no es la única razón explicativa del bajón de los nacimientos, pero sí una causa destacadísima. En 2019 el número de hijos por mujer fue de sólo 1,27 y la tasa general de fecundidad, es decir, el número de nacidos vivos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 49 años, fue del 35,3%; es decir, que por cada 100 mujeres en edad de infantar ese año sólo lo hicieron 3,5.
Podemos decir que no es la primera vez que Cataluña se enfrenta a cifras tan bajas. Durante el período de 1991 a 1999, el número de hijos por mujer fue incluso inferior, porque en 1995 alcanzó el mínimo de 1,14, y la tasa general de fecundidad se mantuvo en torno a la cifra actual de 3,5 mujeres por cada 100. Después se produjo una desaceleración clara consecuencia de la inmigración, pero que ha tenido un efecto como es lógico limitado y que ha empezado a reducirse inexorablemente desde 2016 y de forma acelerada, porque ha pasado de los 1,39 hijos por mujer en esa fecha, al 1,27 actual por no citar la cifra correspondiente al 2020 de sólo 1,21.
Junto a este formidable bajón de población, que señala que la componente inmigratoria reciente cada vez tendrá más peso en el conjunto de la población catalana, con todas las consecuencias lingüísticas y culturales que se derivan, aparece otro hecho que habitualmente no se considera cuando se habla del problema demográfico, y que es la importancia que tiene el aborto en Cataluña.
En 2019 hubo casi 22.000 abortos, lo que significa 1 por cada 79,6 mujeres (de 15 a 49 años). Es una cifra extraordinaria y señala una clara propensión a abortar que merecería la pena ser analizada con más cuidado porque representa un estrago demográfico muy considerable, ya que 22.000 abortos sobre 61.548 nacimientos significa más de 1/3 parte de estos últimos. Y ésta es una proporción difícil de encontrar en Europa. Parece como si el aborto en Cataluña se hubiera convertido en un estilo de vida.
A los dos hechos anteriores, falta de hijos nacidos en el matrimonio, reducción del número de éstos e importancia del aborto, hay que añadir otro factor, ese estrictamente cultural, que es el pésimo interés de los menores de 45 años en formar una familia. Según el barómetro por GAD3 para The family watch las prioridades en un horizonte a 5 años, destierran claramente a la familia. Un 58,6% considera que no forma parte de su horizonte temporal, y un 13,4% señala que muy poco forma parte. De hecho, sólo un 12,6% responde que mucho, al que habría que añadir otro 12% que considera bastante. Por tanto, como mucho, 1 de cada 4 personas menores de 45 años tiene como propósito formar una familia, y sin éstas la natalidad es escasa y la capacidad educadora reducida.
Para completar la panorámica, cabe señalar que esta carencia de natalidad comporta un envejecimiento acelerado de la población y este hecho es un lastre para el crecimiento económico. El servicio de estudios de Caixabank estima que para el período 2010-2019 este proceso de envejecimiento ha restado cada año 0,6 puntos porcentuales de PIB, que es muchísimo, y que tiene obviamente repercusión en la renta de la que disponemos y los puestos de trabajo que somos capaces de generar. Para la próxima década, la que hemos comenzado, este mismo proceso de envejecimiento provocará otra reducción que será similar o algo mayor, de entre el 0,6 y el 0,7 puntos porcentuales por año. Significa sencillamente que cada década hemos perdido o perderemos entre 6 y 7 puntos de PIB.
A pesar de la importancia de todo esto, las causas del problema y sus interrelaciones quedan lejos de la agenda política e invisibles para la agenda mediática.