Catalunya sigue sometida a una espiral de incertidumbre, enmarcada, eso sí, por un clima político mucho más tranquilo, pero que no aclara el horizonte en relación a nuestros problemas. Illa, con su ademán serio, puede aparentar unas garantías que de momento no se hacen evidentes.
Por ejemplo, ha quedado demostrado, una vez más, que la enseñanza en la escuela catalana, especialmente la pública, tiene un terrible déficit de comprensión lectora por parte de los alumnos. Pese a esta evidencia, la promesa electoral de introducir la sexta hora ya ha quedado descartada. Es una manera de demostrar que los compromisos electorales no quieren decir nada. Incluso, en este caso, hay voces que reclaman nivelar por debajo; es decir, que la escuela concertada saque su sexta hora y así no «juegue con ventaja». Es un absurdo, y seguramente es ilegal, pero las cosas van así.
Otra cuestión vital es la de los impuestos. Catalunya tiene la peor fiscalidad de toda España por la voracidad recaudatoria de la Generalitat. Sin embargo, la consejera Alícia Romero ya ha anunciado que no piensa modificar este exceso de esfuerzo fiscal, que castiga a empresas y familias. Asimismo, se ha dado el primer paso para el nuevo modelo de financiación, que nadie sabe en qué consiste y que implica, por eso le llaman «financiación singular». El primer paso consiste en llevar a cabo lo que normalmente se da cuando no se tiene claro qué hacer, es decir, crear una comisión. Lo único que sabemos de esta comisión es que su titular es Martí Carnicer, una persona del ámbito socialista bien conocida, implicada en el modelo de financiación anterior. No es un buen augurio de lo que puede venir.
Siguiendo el razonamiento del exconseller y economista Andreu Mas-Colell, la piedra de toque del sistema de financiación es simple: ¿mejorará sustancialmente los recursos de la sanidad catalana y conseguirá suprimir el déficit crónico de su financiación? Si la respuesta es negativa, nada habremos resuelto.
Asimismo, la percepción de inseguridad está muy extendida. Aunque la mayoría de los delitos son muy reiterados pero no de gran gravedad, el foco de atención se centra en la multirreincidencia. Sin embargo, en la agenda de seguridad ciudadana no se contempla el otro gran problema que se va extendiendo enterradamente: la penetración de la gran delincuencia vinculada a la producción e importación de drogas procedentes de Colombia y Marruecos. Podemos terminar teniendo un disgusto. Mientras, la clara prioridad de los Mossos d’Esquadra parece ser la feminización del cuerpo, una política que también se extenderá a la guardería rural. No está claro que esto sea una solución para nuestros problemas; parece más bien una exigencia del feminismo de moda.
En materia de vivienda, Illa ha seguido el ejemplo de Sánchez, anunciando una cifra considerable de nueva vivienda. Es lógico, ya que éste es el gran problema, especialmente en Catalunya, y más aún en Barcelona, la ciudad más cara de España para alquilar una habitación, que puede costar alrededor de 600 euros al mes. Sin embargo, promesas de futuro aparte, también debería explicarnos cuáles son sus proyectos para la vivienda que la Sareb tiene en Cataluña y cuál es la programación prevista por el Instituto Catalán del Suelo.
Es necesario, además, que concrete cómo y cuándo piensa abordar el déficit urgente de plazas en las residencias de personas mayores. Esta necesidad se complica porque el modelo actual debe ser sustancialmente reconvertido, como ha anunciado la propia administración, puesto que no funciona bien y, en algunos casos, llega a extremos de inhumanidad.
Illa también debería desarrollar la ley del cambio climático, que ERC no acabó de sacar adelante. Las informaciones científicas son especialmente preocupantes en el estanque del Mediterráneo. De aquí a 2050, el territorio mediterráneo español podría evolucionar hacia un clima de carácter estepario, con un aumento de más de 2 grados en las temperaturas y una reducción de las precipitaciones. Es evidente que este tipo de actuaciones sólo pueden ser eficaces si se prevén a largo plazo.
El problema del agua tampoco tiene buena resolución con el actual planteamiento del gobierno socialista. Querer abordarlo sólo con más desalinizadoras aumenta el coste de este recurso básico y genera un notable impacto ambiental debido al consumo eléctrico y el agua salobre que se devuelve al mar. Mientras, la incapacidad política impide aprovechar mejor el agua disponible del Ebro a partir de las concesiones de los regantes, lo que generaría un excedente, como ya ocurrió con el trasvase a Tarragona, mediante mejoras en canales y acequias.
Otra cuestión que no está en la agenda pero que se convertirá en un explosivo político es la inmigración. Hay dos aspectos que el gobierno catalán no puede rehuir: el primero, su impacto sobre la reducción del uso del catalán, que llega a un caso extremo en Barcelona, donde sólo el 36% de la población tiene el catalán como primera lengua. El segundo es el impacto en la productividad, con la población inmigrada ocupando mayoritariamente sectores poco productivos, como el turismo. Cataluña se está comprometiendo más y más con un modelo económico que no garantiza prosperidad para el futuro de los catalanes. Quizás para unos pocos, pero no para la mayoría.
En definitiva, seguimos dentro de la espiral, con la incertidumbre de si subimos o bajamos.