Es cierto, en Cataluña vivimos ahogados por los impuestos

Organizado por la PIMEC, se ha producido el primer debate preelectoral con presencia de ERC, PSC, JxCat, PP y En Comú Podem y con la exclusión de Cs y Vox. En el debate se vieron los distintos posicionamientos políticos correlacionados con el papel que juega cada partido en la situación española.

Aragonès insistió en un modelo de financiación similar al vasco, aunque esto no da respuesta a la cuestión de qué fiscalidad quiere ERC. Illa habló de un consorcio tributario entre la Generalitat y el ministerio, como establece el Estatut. Pero ya apuntó que de bajar impuestos a Catalunya nada. Tuvo la sinceridad de reconocer que en 10 años no se ha hecho nada por mejorar el modelo de financiación, quizá pensando que no recordaríamos que la mitad de ese tiempo hemos sido gobernantes por Sánchez. Y Rull incurrió en la misma cuestión desde otro lado, no se ha hecho nada en la última década para mejorar el déficit fiscal pese a que ellos, Junts, tienen la sartén por el mango de la gobernabilidad de Sánchez y hace tiempo que podrían haberse plantado. Jéssica Albiach constató una vez más que la opción de los Comunes-Sumar es incolora, inodora e insípida, en este caso aplicado a la fiscalidad y a la financiación. Y finalmente, Alejandro Fernández del PP hizo el discurso fácil, pero cierto, del infierno fiscal de Catalunya y fue partidario de un nuevo sistema de financiación, pero lo dejó para un horizonte indefinido “cuando finalice el proceso separatista” y se quedó tan ancho.

Lo cierto es que en Catalunya vivimos una presión fiscal extraordinaria por mucho que Illa mantenga, como es habitual en él, el ademán impasible. Basta con comparar estas dos cifras para constatarlo.

En 2004, los ingresos fiscales de Cataluña por tributos cedidos y propios eran 11.862,82 millones de euros. En el 2023, la cifra se había incrementado hasta los 28.375,89 millones. Es decir, un 239% de incremento prácticamente en dos décadas. Si lo miramos ahora por otro lado, el del bolsillo de los catalanes, podemos constatar cómo entre 2003 y 2022, equivalente a dos décadas, el PIB por habitante se incrementó sólo un 145% y el otro un 239% . La diferencia es astronómica. Son casi 100 puntos porcentuales y esta diferencia expresa la medida en que la Generalitat y el gobierno central con la parte autonómica de los impuestos han incrementado los recursos que detraen de nuestros bolsillos.

Si a la cifra de PIB por habitante de estas 2 últimas décadas le descontaran la inflación, constataríamos que estamos casi como estábamos a inicios de siglo en cuanto a ingresos reales, lo que podemos comprar con 1 euro, por decirlo de otra forma. Sin embargo, si aplicamos esta misma medida a la recaudación fiscal, constataremos que ésta se habría más que doblado. Así vamos.

Y eso sin entrar en consideración de otro factor, que es el impuesto sobre el trabajo, el de la cuota a la Seguridad Social, porque su suma a la presión fiscal, lo que se conoce como cuña fiscal, todavía lo debería haber hecho crecer más.

Cataluña es la comunidad que con diferencia ha aplicado, además, más tributos propios, 15 en total. La comunidad que la sigue, que es la Valenciana, sólo tiene 8. Este hecho convierte a Catalunya en la comunidad que más recauda con sus impuestos, casi el 45,2% del total, según el ministerio de Hacienda, cuando en población somos el 16% de España y por PIB algo más del 19%. Por tanto, la voluntad de estrangularnos es notabilísima.

Naturalmente, los impuestos son necesarios para conseguir bienes y servicios públicos, pero es que ocupar la primera posición con diferencia en el ranking de la fiscalidad que tiene la Generalitat, no tiene su correspondiente correlato con la prestación de servicios, en los que, en todos ,estamos muy por debajo de la media española, en algunos casos en la cola. Y lo que es peor, si los medimos en función de los resultados, listas de espera, rendimiento escolar, personas atendidas en alguno de los servicios, constataremos que ocupamos las últimas posiciones.

Año tras año la administración de la Generalitat ha ido empeorando. A mayor fiscalidad, peor servicio, y de esta relación también hay que hablar. Nadie tiene la solución, pero que Illa, corresponsable con Sánchez de desatender este problema en los últimos 5 años, además rechace, antes de empezar, cualquier modificación de la difícil situación de la fiscalidad de Catalunya, señala un camino que sólo nos conduce a seguir empobreciendo en colectividad. Porque quien hace fructificar el dinero son las familias y las empresas; las administraciones sólo lo gastan. Y si además lo hacen mal, como en nuestro caso, el resultado es extremadamente perjudicial para nosotros, los ciudadanos.

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