La derrota demócrata en el estado de Virginia, donde Biden había ganado hace tan sólo un año, por 10 puntos de distancia respecto a Trump, preocupa mucho a su partido.
Hasta hace pocos meses, Biden se había beneficiado de su gestión de la pandemia, más ordenada que la de su predecesor, y de la extraordinaria reactivación de la economía.
Las cosas empezaron a convertirse en algo más grises con la catastrófica retirada de Afganistán y con las dificultades de la Casa Blanca para aprobar los planes de reforma de Biden. La popularidad del presidente casi octogenario se ha resentido.
El gran revés simbólico ha sido la derrota demócrata en Virginia a manos del candidato republicano Glenn Youngkin. Todos los sondeos han coincidido en señalar que el votante suburbano de clase media y tradicionalmente moderado (esto es, la columna vertebral de Estados Unidos) que el año pasado se inclinó por Biden ha cambiado de parecer.
El votante suburbano de clase media y tradicionalmente moderado que el año pasado se inclinó por Biden ha cambiado de parecer Share on XLo importante es que Virginia no es un caso aislado.
En Nueva York, sede demócrata por antonomasia, el vencedor de las recientes elecciones municipales fue Eric Adams, miembro del partido, pero de posiciones de centro, por no decir de centro-derecha. Además, ganó con un margen de votos escaso comparado con los últimos comicios.
Como Converses explicó hace algunos meses, que Adams fuera el candidato demócrata constituyó ya de por sí una derrota mayúscula del ala progresista del partido, la más mediatizada y apoyada por actores poderosos como el New York Times.
En la vecina Nueva Jersey, tradicionalmente también demócrata, el candidato a gobernador de este partido tuvo muchas e inesperadas dificultades en las elecciones del 2 de noviembre para derrotar a su opositor republicano. Algo altamente inhabitual.
La cuestión que se plantea es: ¿qué está pasando con el Partido Demócrata ahora que uno de los suyos está en la Casa Blanca?
Una primera razón es la dificultad para aprobar las leyes que deben permitir aumentar el gasto público. En ese debate, los demócratas están divididos internamente entre moderados y progresistas.
Los últimos, obsesionados con la idea de gastar más y más, han convertido al New Deal de Roosevelt de los años 30 en el ideal último del buen gobierno, y se han olvidado de las preocupaciones del día a día de los estadounidenses: la inflación y la pandemia todavía bien presentes.
Los demócratas también tienen un serio problema ideológico: el ala progresista (a la que Biden no pertenece), domina la guerra cultural con su ideología woke que gira en torno a las minorías raciales y sexuales . Una posición de fuerza que se ha acentuado desde las protestas raciales de la primavera de 2020.
Sin embargo, los abusos de los partidarios del wokismo en los campus universitarios, en las escuelas, en los medios de comunicación o incluso en las empresas están empezando a pasar factura.
La realidad es que postulados tan extremos (por ejemplo, que la historia de Estados Unidos se resume en la esclavitud), combinados con métodos totalitarios (como despidos, acoso moral y agresiones físicas) para implementarlos, no son compartidos ni mucho menos por todos los demócratas.
En Virginia, las encuestas han demostrado que la primera preocupación de los votantes era una tan cultural como la educación
En este sentido, destacan dos hechos recientes interesantes: el primero, en Virginia, las encuestas han demostrado que la primera preocupación de los votantes era una tan cultural como la educación. Entre los temores del electorado, destacaba la imposición de la doctrina woke en las escuelas, que habría llevado a muchas familias a votar por el candidato republicano, firme opositor a esa ideología.
El segundo es que en el epicentro de las protestas raciales del 2020, Minneapolis, hace tan sólo unos días, el electorado rechazó en un referendo la propuesta de desmantelar su cuerpo de policía para sustituirlo por un “departamento de seguridad pública ”.
En definitiva, todos estos hechos apuntan en la misma dirección: el estadounidense medio no comulga en absoluto con los postulados del ala progresista del Partido Demócrata.
De hecho, el electorado comienza a estar frustrado por la falta de resultados de Biden y asustado por las consecuencias concretas de la hegemonía cultural de la extrema izquierda.
Si los demócratas no viran hacia el centro, tanto en términos económicos como culturales (lo que es difícil en ambos ámbitos debido al dominio mediático de los progresistas), seguirán perdiendo terreno
No hay que olvidar que Biden ganó a Trump por razones pragmáticas muy concretas. Si los demócratas no giran hacia el centro tanto en términos económicos como culturales (lo que es difícil en ambos ámbitos debido al dominio mediático de los progresistas), seguirán perdiendo terreno.