Auge y caída de los fabricantes de vacunas anti-Covid

Las acciones de la estadounidense Pfizer, pionera mundial y número uno en ventas de vacunas contra la Covid-19, han perdido un 46% de su valor desde finales de 2021, cuando tocaron techo por encima de los 150 dólares.

La caída que ha experimentado su socio alemán BioNTech en la bolsa es aún más pronunciada, perdiendo un 76%. Pero el peor dato lo aporta la británica Moderna, que completaba la «santísima trinidad» de líderes farmacéuticos durante la pandemia del coronavirus, dejando un 79% de su valor, también a finales del 2021.

Este desastre bursátil resulta fácil de explicar si se tiene en cuenta el clima pesimista que se cernía durante la pandemia, y la esperanza de que las vacunas basadas en la tecnología de ARN mensajero se presentaban como antídoto definitivo a los sucesivos confinamientos.

A la fiebre por las vacunas también contribuyeron los bajos tipos de interés (¡cómo ha cambiado el panorama desde entonces!), el exceso de ahorro causado por los repetitivos cierres y el estímulo monetario de los gobiernos y bancos centrales.

Los gigantes farmacéuticos que se hicieron de oro durante la pandemia atraviesan ahora una crisis existencial, o al menos este es el mensaje que reciben sus inversores.

El mercado de las vacunas contra la Covid está sometido a una demanda muy difícil de prever y el público ya no se mueve por el temor a contagiarse del virus.

También se ha desvanecido la esperanza de las vacunas de ARN mensajero como una «solución milagro», aunque sus efectos secundarios siguen siendo un tabú. Organismos oficiales en Europa y Estados Unidos han establecido vínculos entre la vacunación y un aumento de los casos de miocarditis y pericarditis en pacientes jóvenes.

Sin embargo, Pfizer prevé que sus ventas de vacunas anti-Covid caigan este año un 64%. En cuanto a su fármaco antiviral Paxlovid, el bajón respecto a 2022 es aún mayor, de un 58%.

Las esperanzas de los fabricantes de vacunas contra la Covid son que la campaña de vacunación invernal 2023 sirva para establecer un referente del que pueden esperar vender en el futuro. Efectivamente, este año es el primero que puede considerarse verdaderamente pospandémico en términos de ausencia de restricciones en los desplazamientos.

Otro aspecto interesante es el (por ahora) fracaso de las farmacéuticas para transportar la tecnología del ARN mensajero a otras enfermedades difíciles de curar. Por el momento no se ha podido desarrollar una vacuna mejorada para combatir la gripe estacional, ni tampoco dar pasos decisivos hacia una solución contra el sida.

BioNTech, por ejemplo, se fundó como una empresa especializada en oncología, pero su único medicamento autorizado es para combatir una enfermedad infecciosa como es la Covid. Sus programas basados en el ARN mensajero para tratar el cáncer de forma personalizada en cada paciente se encuentran todavía en una fase muy preliminar, y no se espera que puedan empezar a venderse al menos hasta 2026.

Un aspecto positivo de la ola efímera de ventas de vacunas contra la Covid ha sido llenar las cajas de estas farmacéuticas. Las inmensas ganancias están financiando ahora numerosos programas de investigación y desarrollo.

Sin embargo, como se trata en su mayoría de esfuerzos que prometen llevar fruto únicamente a medio y largo plazo, muchos inversores se estarían poniendo nerviosos, según recoge Financial Times.

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