Esperemos, por el bien de la ciudad, que el gobierno municipal de Ada Colau no se crea el eslogan de su campaña publicitaria «Barcelona tiene poder», porque si es así, la castaña puede ser literalmente histórica. Y es que la diferencia en el escenario final puede ser muy grande, porque las hipótesis están muy abiertas.
En el momento presente, han cerrado el 3,3% de los comercios y a finales de año esta cifra puede crecer hasta situare entre el 13 y el 18%. Y según fuentes del sector, el golpe puede ser aún más demoledor si las campañas de verano y Navidad no son buenas y no hay un verdadero plan de ayuda al comercio. De tal manera que calculan que a 31 de diciembre, mejor dicho, pasado Reyes, puedan haber cerrado el 30% de las tiendas.
De momento, la dinámica de la reanudación no es buena. Es lógico que tanto Barcelona como Madrid van muy retrasadas en relación con el resto de España. Pero, incluso así, los datos de Pulso, la herramienta del Banco de Sabadell que permite seguir la evolución de la actividad comercial en función del uso de las tarjetas de crédito, señala que Madrid va claramente por delante de Barcelona con respecto a la reanudación. Esta diferencia puede explicarse por el mayor peso relativo que tiene el turismo en la capital de Cataluña.
La diferencia entre que el comercio registre un impacto negativo débil o moderado o bien resulte demoledor radica en las políticas públicas. Naturalmente, las del gobierno de España, que hasta ahora resultan muy insuficientes. De hecho, la aplicación de recursos que hace, comparado con el PIB, es de las más bajas de Europa y no digamos ya de los EE. UU. Y tampoco tiene un planteamiento muy específico para el pequeño comercio.
El planteamiento de la Generalitat hasta ahora es prácticamente nulo y no se adivina qué política quiere hacer para conseguir que Barcelona no se derrumbe, a pesar de las consecuencias que este hecho tendría para todo el país. Y nos queda el principal sujeto, que es el Ayuntamiento. Que de momento mantiene políticas que van desde contradictorias a simplemente negativas. Parece que a Ada Colau y al mismo partido socialista les cuesta hacer algo más que una gran ONG. Un ejemplo lo pone de relieve: mientras el gobierno español lanza importantes ayudas para reavivar el vital sector del automóvil, el gobierno municipal, que no deja de ser una coalición simétrica a la que gobierna en Madrid, hace lo imposible para dificultar el tránsito de los vehículos. Esta política agrava el problema del comercio, como lo han manifestado las asociaciones del Barri Gòtic, el Born, Via Laietana y ahora Paseo de Gracia, que son vías comerciales muy principales de la ciudad. La última modificación que hace prácticamente inviable el uso de la Vía Laietana significa que para la movilidad norte-sur del área central de la ciudad sólo se disponga del Paralelo y del Paseo de San Juan y el Arco del Triunfo, que no es una buena vía de comunicación.
Si el Ayuntamiento no hace un replanteamiento radical y da prioridad a reavivar el comercio, Barcelona tiene un futuro difícil, dado que la dimensión de su sector comercial es mucho mayor que la demanda que genera la misma ciudad, porque en buena parte ha crecido por impulso del turismo, que ahora prácticamente ha desaparecido, y si bien volverá, no alcanzará hasta dentro de mucho tiempo las cifras previas. Este hecho, más la reducción de la demanda interna a consecuencia del paro, dibujan los factores contra los que el Ayuntamiento debería luchar en unos términos que, de momento, no ha sabido hacer evidentes.
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