La capital de Cataluña, que representa el 33,5% del PIB de todo el país catalán, puede experimentar a consecuencia de la pandemia una gran caída económica. Habría que retroceder a la destrucción ocasionada por la Guerra Civil para encontrar una perspectiva similar.
La ciudad de Barcelona soportó mejor la crisis de 2008 que el conjunto del país. Así, el año en que la crisis fue más aguda, en 2012, la caída del PIB en el conjunto de Cataluña fue del 3,4%, mientras que en Barcelona se detuvo en el 2,7%. Luego, con la recuperación, ha ido creciendo ligeramente por debajo del conjunto catalán hasta 2018, año en que lo hizo al mismo ritmo del 2,6%. La ciudad viene de una época buena, dado que durante 3 años seguidos, en 2015, 2016 y 2017, creció alrededor del 3%.
Pero ahora todo puede cambiar. El coronavirus tiene un doble impacto sobre la economía. Significa una crisis de oferta generada por el cierre de empresas y una crisis de demanda porque el paro, que será importante, la reducirá significativamente. En este último caso se considera, y como todo, es una previsión, que en el conjunto de Cataluña la cifra de parados llegará al 17%; la de Barcelona superará esta magnitud. La causa es muy evidente. En la anterior crisis el turismo, y todas sus consecuencias económicas sobre el ocio, la restauración, el comercio y el transporte, significaron una inyección positiva, que ahora se producirá pero en sentido opuesto. Todas estas actividades, al menos a lo largo de este año, quedarán muy maltrechas. Serán las principales fuentes de paro y de cierre de empresas, porque el turismo literalmente desaparecerá. De hecho es dudoso que en 2021 se recupere hasta normalizarse, excepto en el supuesto de que se haya generalizado una vacuna eficaz o bien que el Covid-19 desaparezca, como ha sucedido con sus antecesores, como el SAR, que no llegaron a Europa.
Para ver la magnitud de la tragedia, basta con un vistazo a la estructura económica de la ciudad de Barcelona. Los servicios representan el 90% y la parte más destacada es precisamente la del comercio, el transporte y la hostelería que por sí sola es más de una cuarta parte del total. Las actividades inmobiliarias son otro 14%. Y también se verán muy mermadas, porque la principal ocupación, la de los pisos turísticos, se habrá esfumado. De rebote, una parte de las actividades profesionales también recibirán la bofetada y esto puede representar una afectación de 5 o 6 puntos en el PIB.
Finalmente, las otras grandes damnificadas serán las actividades artísticas y recreativas, que representan el 5% del PIB. En realidad, el cojín económico de la ciudad será el sector público, que representa el 17% del total de la riqueza producida, pero con eso solo no es suficiente.
El panorama de hoteles cerrados o semi vacíos, y de espacios comerciales con el rótulo de «se alquila» o «se vende« poblarán rápidamente el espacio de Barcelona, y la única cuestión es hasta cuándo.
La pregunta es si el Ayuntamiento de Barcelona tiene un proyecto a la altura de la crisis, o sencillamente piensa superarla, lo que sería un grave error, con la gestualidad. Nunca como hoy Barcelona ha necesitado un gran pacto de la sociedad civil con todas las administraciones y un gobierno de concentración para la ciudad.
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