Colau nos tiene acostumbrados a diagnósticos que no se basan en hechos, sino en premisas ideológicas y que habitualmente conducen a soluciones erróneas.
Una de las más graves es el diagnóstico sobre el uso del vehículo privado. Barcelona es la gran ciudad española que menos utiliza el vehículo privado, sólo un 24% de los desplazamientos a su puesto de trabajo o estudio se realizan de esta manera. En Madrid la cifra es casi el doble, 40%. En Valencia se duplica, un 48%, en Sevilla es del 53%, en Málaga del 56% y en Zaragoza del 46%.
Al mismo tiempo, Barcelona, según el TomTom Traffic, es la ciudad con más embotellamientos de España. Este informe mide la situación del tráfico en 416 ciudades de 57 países del mundo y utiliza los datos obtenidos de los diferentes dispositivos GPS: Por tanto, no son fruto de ninguna encuesta ni de medidas puntuales, sino del flujo continuado de información en tiempo real. En esta medición, los barceloneses pasan una media de un 29% de tiempo extra en embotellamientos en cada viaje. La siguiente ciudad española es Granada con un 25%, Palma de Mallorca 24%, Madrid 23%, mientras que Sevilla se ubica en 21% y Valencia y Málaga en 20%. Podemos constatar, por tanto, que no existe relación entre el uso del vehículo privado en Barcelona y el mucho más elevado de Madrid o Valencia, o Sevilla o Málaga con los embotellamientos.
El problema de Barcelona, pues, no son los coches, sino la infraestructura vial y la gestión de la circulación, que hace que a pesar de haber un menor uso del vehículo privado, la congestión sea mucho mayor.
Éste es el diagnóstico real, que tiene otra derivada: la emisión de gases por vehículo en relación con el peso que tienen en el desplazamiento de las personas es también mucho más alto en Barcelona. Pero este hecho no se debe a que el parque automovilístico sea una tercera parte o la mitad menos eficiente que en otras ciudades. No tenemos mayor proporción de coches viejos que la que puedan tener Sevilla o Valencia, al contrario. La causa es otra. La misma que hace perder tiempo en los embotellamientos. Porque el impacto contaminante de un vehículo en igualdad de condiciones del motor es proporcional al tiempo durante el que éste está funcionando y a las condiciones con las que funciona, y la congestión del tráfico lo que hace es multiplicar el impacto de estos últimos.
Si hubieran más pasos subterráneos, de mayor longitud y dotados de captadores de CO₂ y de partículas contaminantes, con los mismos vehículos la circulación sería mejor y la contaminación más baja, puesto que se estaría incidiendo sobre la causa principal. Este hecho también explica porqué a pesar de que se adopten determinadas medidas como las zonas de bajas emisiones o las restricciones de tráfico por calles, la contaminación de la ciudad no se reduce porque los vehículos que siguen circulando lo hacen en peores condiciones.
Si a este hecho se le añade que una parte de los vehículos de transporte público y buses metropolitanos y regionales son notablemente contaminantes, y que nada está previsto para su sustitución a corto plazo y que el conjunto formado por taxis y vehículos de transporte de mercancías por la ciudad representan un tercio de la contaminación, ya tendremos explicado cuál es el problema esencial de Barcelona y por dónde pasan las respuestas a corto y medio plazo.
También nos dice que las supermanzanas de Colau, al restringir aún más la movilidad, multiplican las causas que hacen que Barcelona tenga un grave problema de congestión y contaminación.